El aguacero que cayó la noche del jueves en la CDMX fue inclemente con los habitantes de esta comunidad antillana; pocas tiendas de campaña cuentan con plástico para evitar filtraciones de agua, algunas se inundaron y fueron abandonadas y quien no tenían más abrigo de algunas cobijas, se replegaron contra paredes de edificios para aminorar el frío
No hay duda que las 600 personas que habitan temporalmente La Pequeña Haití, ese refugio temporal en la Plaza Giordano Bruno, en la colonia Juárez de la alcaldía Cuauhtémoc, están acompañados de un ángel de la guarda, ya que la ayuda vecinal, de organizaciones civiles o católicas no los han dejado a la buena de Dios y sin importar que llueva la ayuda les llega, a cuenta gotas y tal vez limitada, pero no falta la entrega de ropa, alimentos, pañales para bebés o verdura, arroz, frijoles para las mujeres haitianas que guisan para esta marea de gente.
Después de que la lluvia que azotó la noche del jueves la metrópoli dio una tregua, una organización católica llegó hasta donde se encuentra la Pequeña Haití para repartir 60 litros de café, 250 bolillos y galletas, una cena modesta, pero que sin duda significó un manjar para esta pequeña comunidad antillana.
El Cristalazo recorrió la noche del jueves este refugio temporal de migrantes y constató que sin importar las inclemencias del tiempo, la solidaridad con estas personas que aún persiguen el “sueño americano” se mantiene con sentimientos de fraternidad.
Cerca de las 10 de la noche un grupo de 20 personas de la Iglesia Universal llegó con tres termos color naranja con 20 litros de café cada uno, así como 250 piezas de bolillos y cajas con galletas que comenzaron a repartir entre los habitantes de La Pequeña Haití, que en orden y formando dos filas fueron recibiendo en vasos de unicel esta cena.
AYUDA
Integrantes de este grupo católico recorrieron esta pequeña comunidad llevaron café y pan a quienes por frío permanecían resguardados en sus tiendas de campaña y que abrigaban a sus niños que ya dormían.
Marisol, una joven de este grupo católico dijo a El Cristalazo que “desde que se reinstaló hace más de una semana esta comunidad haitiana no hemos dejado de venir y ayudar. Por la tarde traemos agua y algo de alimentos, y por las noches les traemos café y pan. Nosotros ayudamos como lo hacen vecinos y organizaciones civiles que ya sea aquí en la Plaza Giordano o en otros albergues tratamos de llevar algo y no quedarnos de brazos cruzados”.
Este reportero recorrió la Pequeña Haití después del aguacero inclemente que cayó sobre la Ciudad de México y corroboró que son pocas las tiendas de campaña que ocupan en esta comunidad de migrantes haitianos que cuentan con algunos plásticos para cubrir sus techos y evitar que se filtre el agua. Otras tiendas para evitar filtraciones se acomodaron apretujadas en hilera las colocaron debajo de las enormes lonas blancas que sirven de tejado en la Plaza Giordano, lo que ayudó para aminorar que las diminutas casitas de tela se empaparan.
INTEMPERIE
Otras casas de campaña no corrieron con suerte y se inundaron, mismas que fueron abandonadas por sus moradores que buscaron otros espacios para resguardarse de la lluvia y el frío0.
En los pasillos que rodean esta plaza algunos haitianos colocaron sus pequeñas tiendas debajo de pestañas de concreto de edificios aledaños para evitar que sus hogares se mojaran al carecer de impermeables para protegerlas. En tanto, algunas personas que no tenían un techo para pasar la noche en medio de la lluvia encontraron refugio al replegarse contra las paredes de edificios o crtinas de algunos negocios implorando que la lluvia fuera benévola con ellos, ya que su única protección eran las cobijas en las que envueltos se cubrían del aire gélido que comenzaba a soplar.
Una ligera brisa de lluvia hacía ya latente el ambiente más frío en el lugar, mientras que algunos de los residentes de la Pequeña Haití barrían el agua que se había encharcado en algunos sitios del lugar.
OPTIMISMO
Eran contados los niños de esta comunidad caribeña que permanecían despiertos cerca de las 10 de la noche, algunos acompañaban a sus padres que dialogaban con sus vecinos de tienda de campaña o tomaban café o fumaban un cigarro para matar el tiempo, en espera de que la noche pasara rápido sus horas con el anhelo de que con los primeros rayos del día haya mejor suerte y que las autoridades decidan finalmente terminar con ese bloqueo que impusieron en la entrega de permisos de tránsito libre por el país, o de resolver a la brevedad las solicitudes para quienes decidan quedarse en México en calidad de refugiados.