El hombre sostiene a una pequeña de 11 meses. Formalmente, la niña es chilena, tiene papeles que lo prueban, igual que su hermana de 4 años. Su padre es albañil y tiene en la la ceja derecha cuatro puntadas de hilo quirúrgico azul. «Me caí», explica en un español escaso y unas ganas aún más disminuidas de hablar del asunto. Cuando se le pide que explique porqué salió de Haití, la respuesta es rápida: «Los delincuentes nos atacaban a diario. No sabías cuando te iban a hacer algo, por eso salí con mi familia». En efecto, las calles de Puerto Príncipe, capital haitiana, están tomadas por bandas armadas que imponen su ley. No hay gasolina, no hay trabajo y tampoco hay certeza de que el gobierno o la policía sirva de algo; «no hacen nada».
Llegó a Chile y trabajó en la construcción, pero el trabajo se acabó y comenzó a migrar hace unos meses. Está en la Pequeña Haití de casas de campaña (el, su mujer y sus dos hijas están en una de ellas) y desea terminar el trámite de refugio ante las autoridades mexicanas. «Si hay trabajo, voy a trabajar», dice levantando la vista hacia la Calle Londres de la Colonia Juárez. Lo único que ve es a sus compatriotas que están esperando cita en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados.
Como la gran mayoría de los que la rodean, esta familia viene de Tapachula, no conoció el albergue de Tláhuac que se cerro este mismo martes y tampoco el de Sandra Cuevas, la alcaldesa de la Cuauhtémoc, cuyos escasos lugares ya están tomados. Un par de jóvenes ven las fotos de lo que fue el albergue de Tláhuac en su momento de mayor ocupación. Miran la foto sorprendidos e intercambian frases en creole. Luego comentan en español: «Venimos de Chapa, no pasamos al albergue».
Uno de ellos, que no habla en absoluto en español, quiere responder a la pregunta sobre porqué debieron salir de su país. Pide un celular con traductor que incluye creole y teclea. Revisa, contempla las palabras hasta que le convencen. Es una frase que ya se había dicho: «Mweb kite Haitio pou ensekirite paske bandi anvayi nou kibó pabó» (Salí de Haití por la inseguridad, porque los bandidos nos invadían todos los días).
A unos metros de allí, funcionarios del gobierno capitalino piden a los antillanos hacer una lista, «los vamos a ayudar en lo que esperan aquí su cita en COMAR». Es un hecho, los migrantes estarán semanas a la intemperie.