Un texto de Emiliano Medina

El albergue instalado en el bosque de Tlahuac está desbordado, se encuentra a su máxima capacidad y han seguido llegando migrantes a ese sitio ante el fin de la política migratoria de Estados Unidos, el Título 42. Pero el albergue está lejos de la mirada pública, opacado por la preocupación de lo que pasa en las fronteras sur y norte del país, así que esta miseria (que así se llama esto) está oculta.

Los haitianos principalmente y con ellos sudamericanos, muchos venezolanos, han acondicionado los terrenos a los que los envió el gobiero capitalino en colaboración con el Instituto Nacional de Migración; instalaron tiendas de campaña y lonas que han obtenido en esta época de propaganda de políticos. Algunos migrantes duermen a la intemperie debajo de kioskos en la zona del bosque conocida cómo “La Marquesita”.

El lugar donde están huele a animales del campo, La Marquesita se distingue por eso, por tener vacas y borregos para los visitantes.

Entre las tiendas de campaña se acumula la basura, pues las autoridades han desatendido de estos temas laterales una vez que los haitianos ya no están en el centro de la Ciudad de México: no hay baños suficientes, no hay agua, ni comida, ni dónde darse una ducha. Algunos hacen sus necesidades entre los arbustos.

En su mayoría, estos migrantes (personas en contexto de movilidad si usamos una frase políticamente correcta) migraron desde Brasil y otros partieron de Chile, cruzaron la selva colombiana, llegaron a Panamá, atravesaron Centroamérica y lograron establecerse en Tapachula, Chiapas y continuaron su camino hacia el norte. Son oleadas migrantes herederas de la Pequeña Haití que alguna vez se desplegó, también con casas de campaña, en la Plaza Giordano Bruno de la Colonia Juárez, a un lado del Museo de Cera de la capital del país.

Pero hoy están lejos, en un rincón del territorio capitalino, así que pasan desapercibidos a la opinión pública tanto ellos, sus hijos, así como las enormes colas ante la oficina del Instituto de Migración colocada allí para atraerlos al parque.

Al lugar en Tláhuac solo se llega en taxi o moto taxi, ya sea desde la estación del metro Nopalera o desde la Comar en Polanco. Así que también decenas y decenas salen hartas de las condiciones y se van con la esperanza de ser atendios en otras representaciones migratorias en la capital del país.

Pero estos problemas, así como la ausencia de recolección de basura, los cerros de basura, están a una excursión de distancia para atestiguar que existen: es válido afirmar que la limpieza social, traducida en que los migrantes no acampen en calle y plazas públicas, se logró. Es como si no existieran para muchos capitalinos que antes habían puesto su atención en ellos.

En el campamento Tláhuac la proporción del drama es inversamente proporcional al tamaño de la persona. Niñas y niños hacen sus necesidades en público, ellos no pueden alejarse de mamá o papá para ir hasta algún arbusto. Quizás en su memoria quede el bosque que un día habitaron y que les brindaba pasto y tierra para jugar.

En cuanto a los jóvenes, vanidosos como son los antillanos, dan tiempo a cortarse el cabello. Son otros haitianos los que ofrecen ese servicio. Ni peluqueros ni clientes piensan en regresar a Haití cuya capital, Puerto Príncipe, está tomada tres bandas criminales que controlan con retenes el tránsito de las calles.

Las mujeres del campamento van y vienen con galones de agua en la cabeza y las manos. Los hombres hacen fila para su trámite migratorio y cuando la oficina cierra se suman al acarreo de agua.

Al día, entre 3 y 5 camiones de pasajeros salen del lugar con rumbo a la terminal de autobuses del norte, sin costo, proporcionado por la secretaría de gobernación y eso es todo el apoyo que se les brinda.

Esta tarde-noche de jueves el albergue Tláhuac queda desbordado, en tanto reaparecen casa de campaña, media docena, en la Plaza Giordano Bruno de la Colonia Juárez y unas más escondidas en puntos ocultos. Los haitianos aprendieron ya que se evitan problemas si son menos notorios.

Todo esto es el inicio de una nueva etapa migratoria luego del fin del Título 42.

Despues de la redacción de este texto, se anunció el desmantelamiento del campamento Tláhuac.