Señalamientos de acoso sexual por parte de mandos de Protección Federal contra uniformadas son denunciadas como constantes. Paradójicamente para un gobierno que profesaba una “transformación de fondo”, estos mandos provienen de las policías estatales, aquellas que nunca lograron modernizarse y contenían las peores prácticas en el sector Seguridad Pública.
Protección Federal es la única policía civil dentro del orden federal, se puso en manos de Rosa Icela Rodríguez, cercanísima de AMLO, y Luis Wertman Zaslav, empresarios, emanado de organizaciones civiles y a quien esta corporación se le ha desordenado administrativamente.
Los casos de acoso sexual (que incluyen invitaciones a salir, ofreimiento de mejores tratos laborales a cambio de aceptar el cortejo), derivaron ya en un proceso judicial. Un agente del Ministerio Público Federal solicitó finalmente la primera orden de resguardo a una víctima de acuso sexual en enero pasado, en la que se ve involucrado el mando Juan de Dios de la Rosa, el responsable de la importantísima plaza de Guadalajara, Jalisco, y a quien se le ordenó cumplir las medidas de protección a la víctima (evitar que se reitere el acoso sexual y que no haya presiones contra la elemento por haber presentado denuncia ante MP).
La denunciante, que fue toqueteda durante el servicio, fue subida a un avión con rumbo a otra ciudad y santo remedio.
A la par de este proceso judicial, a Wertman se le presentó la necesidad de hacer el primer despliegue operativo de su fuerza, destinado a cubrir las sucursales del Banco del Bienestar y que acabó en desastre como documentó ampliamente El Cristalazo.
Ambos elementos son constantes en las quejas que circulan entre los elementos de Protección Federal, especialmente desde que fueron enviados, sin viáticos, a lugares poco comunicados en donde se instalaron las sucursales del bienestar.
Peor aún, los elementos de Protección Federal, están divididos en “guardias” y “policías”, siendo éstos últimos los que gozan de mejor sueldo y prestaciones aunque se realicen las mismas tareas. La asignación de una plaza u otra ha quedado en manos de los jefes de cada región y sus decisiones discrecionales están minando también a los que se quedan como guardias.
La capacidad de los elementos para tolerar situaciones no ideales (justamente lo que militares y policías denominan “la moral de l atropa”) está mermada. Las quejas incluyen ya la comida de mole y arroz, sin pollo, que algunos hoteles les sirven ante el pago disminuido que la institución realizó finalmente a estos hospedajes; la intención de los mandos de retenerlos en los hoteles en sus días de descanso (lo que impide visitar a la familia, incluyendo a las mujeres jefas de familia); pero sobre todo los acosos a mujeres, muchas de ellas jefas de familia, han sido el detonante de una sensación de abandono, moral baja y un cúmulo grande de renuncias entre quienes recibieron capacitación en academias.