Duraron más los dimes y diretes entre Claudia Sheinbaum y Sandra Cuevas que su solución al colocar dormitorios para los migrantes en tránsito a los Estados Unidos; nuevamente hay migrantes durmiendo en la plazoleta principal de la Colonia Juárez

Un texto de Arturo Ramos Ortiz y Eurnice Cruz

“Quedan 11 lugares y se van a entregar a mujeres con niños”, dice el guardia de seguridad de la Casa del Migrantes de la Alcaldía Cuauhtémoc a la fila de haitianos que esperan pacientemente a que el lugar se abra. Esa fila es de unas 20 personas y en la Plaza Giordano Bruno hay el triple. En ambos puntos hay niños que no tienen 5 años. Una vez más, del frío suelo de la Giordano brotará la pequeña Haití, un dormitorio callejero para migrantes.

Desde Tláhuac llegan más malas noticias. “No nos dejarán pasar”, dice una venezolana entre tanto haitiano decepcionado porque no hay lugar para dormir en la cada del Migrante, “avisaron desde ayer que está saturado”.

En efecto, los migrantes de la oleada haitiana y aquellos de otras nacionalidades que aparecieron entre sábado y domingo, unos 200, deberán valerse por sus propios medios. Si su dinero está escaseando, dormir en la calle es otra vez la única opción.

Las soluciones de Cuevas y Sheinbaum a la crisis haitiana se han mostrado igualmente ineficaces e intermitentes.

“¿Mañana llegará el autobús que lleva al bosque?”, es una de las preguntas que hacen los haitianos a aquellos compatriotas que llegaron desde el viernes. Hay sospechas de que no habrá más apoyo para el traslado hacia Tláhuac, donde en el mismo albergue se instaló una oficina de trámites migratorios. No es que ya no quiera pagarse en el Gobierno capitalino ese traslado, sino que las rejas de aquel albergue han empezado a cerrársele en la cara a los migrantes que van llegando y piden un lugar en donde ya no has espacio.

En la Plaza Giordano Bruno, personal de la Alcaldía hace esfuerzos inusitados para mantener limpio el lugar. Ya no están los baños portátiles que se colocaron cuando creció a su punto máximo la Pequeña Haití, como se bautizó al campamento callejero de infinidad de tiendas de campaña; hubo unos pocos días sin migrantes durmiendo en el lugar y eso hizo que se rompiese la tracción social sobre lo que se podía o no hacer en la Plaza Giordano. Los migrantes no saben dónde ir al baño (que invasores del predio les dejan usar a dos cuadras por un pago módico), no saben dónde comer y no saben qué trámites realizar, si de tránsito por el territorio o la que da derecho a trabajar.

Desde el puesto de mixiotes hay miradas algo rencorosas de quienes despachan hacia los antillanos que dejan acabar el domingo sobre la plaza. No es que no sean clientes, pues van y compran para probar, pero el puesto debió moverse una cuadra entera cuando la Pequeña Haití desbordó el lugar. Las ventas, evidentemente, mermaron entonces.

Para el resto de los vecinos, el asunto comienza a hacerse normal. Es de suponer que muchos de ellos no saben que Sheinbaum y Cuevas se enfrascaron en descalificaciones mutuas, aunque la oleada haitiana las rebasó finalmente por igual. Este lunes, nuevamente, la Comisión Nacional de Ayuda a Refugiados recibirá a migrantes que han debido dormir en las calles de la Ciudad de México