La Pequeña Haití está de vuelta, con migrantes durmiendo en la calle que se asemejan a los de hace cuatro semanas, antes de que el gobierno federal encontrara “la solución” llevándose a Tláhuac a quienes entonces habían ocupado la Plaza Giordano Bruno en la Juárez.

De la mano del Gobierno de la Ciudad de México, lejos de la mirada pública, se envió desde Tláhuac a la carretera, con un carnet de visitante extranjero, a quienes sólo están aquí porque quieren llegar a Estados Unidos. El drama se centró así en los haitianos que de verdad quieren refugio, que si encuentran trabajo aquí, en México, estarán dispuestos a realizarlo.

Entre 60 y 80 de estos antillanos, con unos 20 niños menores de 10 años a cuestas, pernoctaron este domingo 16 de abril en la calle, en casas de campaña los afortunados y en un tatami de cobijas sobre el suelo, comunitario, los que no.

Estos nuevos haitianos, con tres o cuatro días en la Ciudad de México a lo más, se parecen a quienes fundaron la Pequeña Haití hace ya un mes: no saben en un principio qué deben pedirle exactamente a la autoridad migratoria. Además, han debido pasar el fin de semana en pausa porque los funcionarios están de weekend. Como no ha habiao una buena transmisión de información entre una oleada y otra de haitianos, las primeras horas o días las desperdiciarán tratando de entender qué les pide la autoridad mexicana.

La disputa entre la Alcaldesa Sandra Cuevas y Claudia Sheinbaum,  jefa de Gobierno por ver si se ponía o no una reja en la Plaza Giordano y las gestiones del curita con derecho de picaporte Solalinde son las últimas novedades que se han visto del lado gubernamental. ¿Una solución de fondo y no cosmética pensando que hay decenas de miles de haitianos en tránsito hacia México? No, eso no se hace en ciertos gobiernos.

Los haitianos de nueva ola se parecen también a sus predecesores en que resienten que sus recursos ahorrados (en Chile o en Brasil, países a donde originalmente migraron para trabajar) han empezado a mermar más de la cuenta.

Hacia la noche, los integrantes del grupo migrante, al menos los que sí pueden, hacen una vaca para reunir dinero y comprar víveres en el Superama que está al lado de la Plaza Giordano. Cuando inicia la compra, todos quieren ver para qué alcanzó y cómo se reparte, así que hay una estampida de haitianos hacia la puerta del Superama.

Van al carrito dos jamones enteros, pollos rostizados y bidones de agua (un bien extremadamente valioso en la Pequeña Haití).

El reparto causa controversias, malas caras e insatisfacción entre los cooperantes, levantan la voz en criollo, que siempre suena fuerte, grave. Todo pasa frente a un carito de compras que parece pobre frente al grupo que espera mucho de él. Un par de vecinos que salen del Superama, temerosos por lo que ven y oyen, no saben si pasar o no por la acera donde los haitianos discuten. Los antillanos deciden el reparto, regresan al interior de la Pequeña Haití y ríen una vez que el reparto ha acabado, para bien o para mal. Eso es algo que los vecinos asustados ya no vieron.

La calurosa noche (a juicio de los capitalinos) les parece fría a estos haitianos, “pasar la noche así no es fácil”, practica su español un muchacho, alto y fuerte, que quiere trabajo para después llegar a la frontera norte, y que porta un elegante abrigo beige gracias a un benefactor de la Colonia Juárez. “¿Qué diferencia hay de COMAR a Migración?”, quiere saber, pero el español no da para la respuesta. El y otros más, atosigarán de preguntas a la camioneta que llega a las 7 am en los días hábiles para proponerles ir a Tláhuac, al albergue oficial.

Una hondureña y su hijo de 8 años se han quedado mirando sin entender qué pasa, porqué los haitianos corren y luego regresan riendo. Para esta migrante, la situación es de doble bloqueo: no sabe qué debe hacer para conseguir papeles que le dejen trabajar y no sabe qué hacen sus vecinos haitianos, los que le permiten dormir en un lugar seguro y sin pagar hospedaje.

La noche desciende sobre la Plaza Giordano Bruno, en el corazón de la Colonia Juárez, alcaldía Cuauhtémoc, y la actividad en la Pequeña Haití, reloaed, disminuye. Los pequeños que estaban corriendo y jugando futbol, muchos pequeñines menores a 5 años, vana al tatami de cobijas, quedan a las mitad del grupo, con los flancos resguardados por donde dormirán los adultos.