La ceremonia para pedir disculpas se dio, pero los dos días previos a la ceremonia dejan traslucir lo ríspido que pudo ser llegar hasta ahí; Sheinbaum, ataviada constantemente en su papel de precandidata, terminó asistiendo a regañadientes
Un texto de Jimena Cortés y Arturo Ramos

Faltaban dos días para que se pidiera perdón a las familias de las víctimas que perdieron la vida en la tragedia del Rébsamen, en el sismo de 2017, e inaugurar el Memorial alusivo a aquella desgracia; la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, fue tajante ante los padres de los niños muertos: “Y no voy a ir, en mi representación irá Batres”, les mandó decir.
Ya había fecha, ya se habían solventado otros diferendos, así que la decisión de no asistir cayó de sorpresa a los deudos que estaban ya cansados después de más de 5 años de la tragedia y de que el memorial se había concluido y dejado en la congeladora por ocho meses. “Que mande a quien quiera, pero que ya se entregue”, fue la respuesta a la Jefa de Gobierno.
El Cristalazo reconstruyó, con testimonios de primera mano, aquellos días previos a que Sheinbaum finalmente se presentara y pidiera disculpas, como jefa de Gobierno, por aquello que ocurrió en Tlalpan, la alcaldía que encabezaba en septiembre de 2017.
El lugar para pedir perdón fue también un escollo: el Gobierno de la Ciudad quería hacerlo en un lugar cerrado y propuso el patio de alguna de las escuelas capitalinas. El acceso a la ceremonia podría tener mejor control así, pero implicaba que se hacía lejos del memorial. Un grupo de padres, los más combativos al momento de exigir que se cumpliera la recomendación que había generado la CNDH (y que eran también los menos dispuestos a facilitarle las cosas a la corcholata Sheinbaum) se negaron a esto. “No íbamos a andar primero en un lugar y luego a otro cuando se supone que era entrega del memorial y disculpa simultánea”, resumieron al respecto.
Ya sin la barda escolar como control, las autoridades capitalinas intentaron una táctica aún más cuestionable: pidieron que los padres que tomarían la palabra entregaran sus discursos a revisión. Los querían por escrito. “Son para hacer las correcciones necesarias”, era lo que les decían los enviados del gobierno que pedían los textos.
Y, en algo que parecería un chiste si no estuviese de por medio la muerte de 26 víctimas, entre ellas 19 niños, la placa que originalmente propuso el gobierno de la capital para el memorial llevaba grabado el nombre de Sheinbaum y de otros funcionarios
Los padres se negaron a todo esto. Nada de ceremonia encerrados en un plantel de la SEP, nada de bardas o de revisarles los textos “para corregirlos” y nada de inmortalizar el nombre de la Jefa de Gobierno y de otros funcionarios en la placa que recuerda la tragedia ocurrió.
Los padres resultaron finalmente infranqueables en estos puntos y la autoridad aceptó realizar la ceremonia siguiendo como guion la recomendación de la CNDH. Finalmente, y sin explicación, un día antes se les notificó que Sheinbaum sí asistiría. Lo hizo, efectivamente, y en más de un momento lució incómoda.
“La corrupción y la impunidad son crímenes que no tienen piedad con sus pueblos”, sentenció una de las mamás que perdieron a una hija en el Rébsamen. La Jefa de Gobierno cruzó la pierna cuando la frase alcanzó sus oídos. Media docena de caras serias más y, finalmente, la ceremonia había terminado, Sheinbaum había asistido y la ceremonia se había ejecutado como los padres exigieron.

