El 17 de octubre del año 2019 el presidente de la República frustró la captura de Ovidio Guzmán, uno de los líderes del Cártel de Sinaloa, con el argumento de proteger a la población civil de la violencia desatada por la división armada del grupo delictivo.
Por decisión y orden directa del presidente, las fuerzas de seguridad (Ejército, policías, Guardia Nacional) dejaron en libertad al detenido. Simplemente lo dejaron ir y no se sabe si lo siguieron, si desarrollaron una labor de inteligencia posterior, si lo pensaban recapturar o simplemente solaparon la normalidad de su vida y su comercio durante todo este lapso.
Obviamente en el Ejército sabían todos sus movimientos y nada más se esperaba la orden para actuar. Y cuando le dijeron adelante, marchó para recapturar al capo; cuyo padre fue célebre también por las reaprehensiones después de sus fugas. Pero siquiera se tomaban la molestia de simular un talento de túneles y sobornos, antes de tolerar las evasiones.
La diferencia fundamental es simple: antes el gobierno fingía ignorancia ante una fuga a la cual se le reconocía hasta el mérito de un guion cinematográfico. Hoy el presidente, ordena soltar a un criminal en flagrancia de delito.
Casi cuatro años de impunidad sin ninguna explicación lógica. Todo el asunto tenía –hasta anteayer— la apariencia de la protección.
El asunto de la captura de Ovidio era materia de interés estadunidense, no mexicano. Si los mexicanos hubieran tenido interés en prenderle, lo habrían hecho inmediatamente después de conjurado el riesgo de daño civil derivado del. No lo hicieron. No recurrieron ni siquiera al simbólico recurso de las recompensas millonarias. Los americanos sí. Ofrecían cinco millones de dólares por él y por sus hermanos.
Esperaron más den tres años y según dijo ayer el señor general secretario de la Defensa Nacional, Cresencio Sandoval, este operativo fue resultado de seis meses de labor conjunta de inteligencia.
Súbitamente las cosas cambiaron. ¿Por qué?
Porque al gobierno de Estados Unidos le pesa demasiado la mortandad de adictos por el fentanilo y están dispuestos a apretar a México para detener el comercio transfronterizo de tan peligrosa droga.
El diario “Los Angeles Times” proporcionó en diciembre del año pasado esta información:
“En la última década, este analgésico de prescripción legal se ha convertido en una popular droga ilícita de venta callejera. También ha matado a miles de personas que consumían sin saberlo otras drogas, como cocaína o heroína, mezcladas subrepticiamente con fentanilo.
“Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos han descrito el fentanilo como hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más potente que la morfina.
“Más de 71.000 personas murieron en Estados Unidos por sobredosis causadas por opioides sintéticos –fundamentalmente fentanilo– en 2021, lo que supone un aumento de más del 23% respecto al año anterior…”
Si se toman en cuenta las tensiones más recientes entre el gobierno o de Estados Unidos y el de México en diferentes materias, la agenda americana en lo diplomático –llena de generalidades cooperativas y similares— tiene una suavidad esponjosa, propia del lenguaje sutil.
La coincidencia es imposible.
La captura del narcotraficante se produjo la primera vez en cumplimiento de una petición de extradición. Hoy Marcelo Ebrard, nuestro secretario de Relaciones Exteriores ha dicho que es necesario esperar, por parte del gobierno norteamericano, la sustanciación del pedimento, lo cual quiere decir, mostrar los requerimientos legales para lograr el trámite binacional; darle sustancia a la solicitud. Y eso puede demorar un tiempo relativamente corto o largo, según se quiera satisfacer la demanda.
Eso exhibe una vez más de quien es el interés de esta captura. No es un asunto de la seguridad nacional de los mexicanos. Si lo fuera, el tiempo ha sobrado para demostrarlo.
Por otra parte es muy importante notar la coincidencia en los temas relacionados con la reunión entre López Obrador y Biden. Los favores políticos se pagan y hasta el Air Force One tocará tierra en el antes despreciado Aeropuerto Felipe Ángeles, en contra de lo afirmado por algunos equivocados (como yo).
En cuanto a la migración ayer la SRE aplaudió el plan de relegar a México, otra vez, a la condición de sala de espera de los venezolanos, haitianos y cubanos cuyo destino sean los Estados Unidos por la vía aérea. La trampa es sencilla: para subir al avión deben mostrar una visa.
Y las visas son escasas, tardadas, lentas. Y mucha gente va a esperar en territorio mexicano, porque somos el patio de la deportación.
¿Por qué nos echan sus sobrecupos migratorios? Por qué caemos en la trampa de nuestro acendrado humanismo, virtud sólo de dientes para afuera. Los migrantes aquí son explotados, asaltados y extorsionados por las autoridades. Y eso lo sabe todo el mundo.
Así pues, la reunión Biden.-Trudeau-López Obrador, ya no tienen agenda. Tiene hechos consumados. Los canadienses resolverán sus diferencias en el tema energético por su lado y sólo habrá en esa materia planteamientos generales. Recomendaciones y promesas de entendimiento.
Los americanos jugarán como lo hacen siempre (y esta recaptura es una muestra): flexibles en lo accidental e inflexibles en lo esencial.
Así han jugado siempre y los únicos intereses en juego, son los suyos.
En esas condiciones la palabrería hueca del panamericanismo, la integración latinoamericana, la cooperación para el desarrollo la nueva Alianza Para el Progreso, los arbolitos de sembrar vida, la ayuda financiera a Mesoamérica, la desigualdad y todo eso tan parecido, a una canción de Silvio Rodríguez o Daniel Viglietti, quedará para adornar un comunicado conjunto terminado desde ahora.
Lo firmarán, se tomarán una foto y los de arriba seguirán arriba y los de abajo, seguirán abajo.
Como las gallinas.