López Obrador está exactamente donde desea; su entorno es el del viejo priismo que desapareció muy a su pesar; es también una sala acojinada por las adulaciones de aadjuntos como la insípida Claudia Sheinbaum, el impresentable Cuauhtémoc Blanco y otros tantos gobernadores que pasan su gestión sin pena ni gloria. Sabe que después de su mansaje, como en la era priista más rancia, le organizarán desagravios con declaraciones públicas e incluso quizás una salida a la calle para que los «fifis» aprendan como se hace una marcha.
En efecto, ya hay respuesta para los ciudadanos que, por cientos de miles, se presentaron en las calles de sus respectivas ciudades para defender al Instituto Nacional Electoral: marcharon, asegura el mandatario, «a favor de la corrupción, a favor del racismo, del clasismo, de la discriminación; ese es el fondo».
El Presidente calculó 60 mil participantes, en contra de la ridícula cifra de diez mil, que había dado el día antes Martín Batres. No obstantante, AMLO indicó que a pesar de la campaña convocando a asistir, la mayoría de los mexicanos no había asistido porque apoya «la transformación».
Fue un striptease político, advirtió, «está saliendo el racismo, el clasismo», y mostró una selección de una decena de políticos asistentes (priistas, Elba Esther Gordillo), burlándose «de los demócratas» dominicales. Mostró a una mujer insultándolo en cámara y, con esas «pruebas» indicó que la mayoría de los mexicanos lo apoya, «me dio mucho gusto que a pesar de la campaña, porque vaya que le metieron (…)», la mayoría de los ciudadanos la rechazo. «Si hubiesen venido al Zócalo no habrían llenado ni la mitad».
La cereza de este mensaje fue hacer explícito que estaba bien que se decantaran las posturas en torno a lo que el llama una y otra vez «transformación».
La respuesta a los ciudadanos que marcharon está dada, también la pauta para sus seguidores y, muy posiblemente, todo apuntando hacia la polarización.
En aquella obra de Usigli, El Gesticulador, el pasado era encarnado por un personaje dispuesto a encargar (autoasignación) las reinvindicaciones de la Revolución Mexicana. AMLO ha hecho de AMLO ayer en su mañanera, de gesticulador, convencido de que «vamos a establecer en México una auténtica democracia». Sí, algo se está instaurando en México, de la mano de un hombre que cada vez se aleja más de la realidad para acomodarse en ese nichito pequeño, mínimo, en cuya puerta se anuncia, con cartel destartalado, «Bienvenidos a la 4T».