No recuerdo quien fue, pero mantengo la frase en la memoria:
–Cuando escucho la palabra cultura, echo la mano al revólver.
Pudo haber sido un nazi o un estadunidense republicano al extremo. no lo sé, ni lo comparto, pero cuando escucho los discursos de los burócratas de la cultura, sólo me queda un camino: la desconfianza.
Un ejemplo de esto es la magna asamblea de cultos, cultas, similares y conexos, reunidos en el auditorio Nacional, de esta ciudad con motivo de la “Mondiacult”, una llamativa colmena de presupuestívoros quienes suponen, equívocamente que la cultura es algo cuyo nacimiento se origina en los salones de la burocracia mundial, cuando todos lo entendemos fácilmente: la cultura es la obra humana –toda, de la Capilla Sixtina a la plaza de toros de Sevilla; el mambo número cinco y la Quinta de Beethoven; no la munificencia del “Estado-Mecenas” o el mecenazgo de los enlatadores de jugos con Museos de chatarra incluidos.
Las obras de la cultura tiene mucha relación con su tiempo. No significan lo mismo los frescos de Fra Angélico hoy, de cuanto adoctrinaban en su época. La cultura es una acumulación, no una reverencia, como nos sucede en México.
Por ejemplo, ¿cuáles han sido las aportaciones mexicanas a la cultura universal, más allá de los chiles en nogada y las cajitas de Olinalá, ¿y sin tomar en cuenta el grito de hace unos días desde el palacio nacional con vítores a la cultura y mueras al racismo, como veremos después? Pues nada importante, diría yo.
Pero lo ocurrido en el auditorio ya mencionado es muy significativa. Tres mujeres hablaron de la cultura. Y una de ellas, la esposa del señor presidente, nos dio la clave para comprender el singular grito de Independencia. Esto dijo doña Beatriz Gutiérrez Müller:
«–El racismo como ideología, aunque se proscriba y condene, sigue lacerando la dignidad humana (…) En nombre de la raza, los racistas menoscaban a quienes no representan el modelo de belleza física o de inteligencia de otros (…) » Bien saben unos cuantos historiadores que el de los yaquis fue el primer holocausto del siglo 20 en el mundo, para vergüenza de los mexicanos…”
Aquí valdría la plena una digresión: ¿Quien representa en México el racismo como ideología? En muchos sentidos los indigenistas en su constante exaltación de los pueblos originarios, de los cuales ya queda muy poco, con motivo de las mezclas mestizas dominantes en este país, fenómeno acumulado durante más de medio milenio.
Quien, sobrevalua al indígena, por el sólo hecho de serlo, lo pone por encima del mestizo. Eso es racismo.
Es más, la palabra raza está mal empleada y peor valorada. Sólo existe la raza humana. Las diferencias son fenotípicas. y culturales, un negro la dona sangre a un blanco y un chino puede trasplantarle su riñón a un caucásico. Solo existimos los humanos.
Por eso es horrible el lema de la Universidad Nacional. Cuando alguien le atribuye a una raza la voz del espíritu santo (a ese se refería Don José), comete dos exclusiones: los demás no son interlocutores con la divinidad, ni siquiera sus interferentes. Excluye a los católicos y a todo aquel ajeno a la broncínea condición de la raza cósmica. Una patraña.
Parece mentira, no ha habido un solo rector de la UNAM, capaz de advertir esto y enmendarle la página racista a Vasconcelos. Si el concepto universitario tiene implícita la universalidad; es decir, la diversidad, la concurrencia, el sitio de encuentro, ¿cómo puede alguien ufanarse culturalmente de poseer el monopolio de la voz espiritual?
Pero ese es otro de los mitos nacionales. La cultura mexicana. ¿Cuál?
Cuando mucho estas caricaturas folclóricas, como las externó Alejandra Fraustro, secretaria de Cultura.
«La palabra ‘cultura’ proviene de ‘cultivo’.
“En México, el maíz es la base de nuestra alimentación y éste nace de un sistema ancestral llamado milpa», expuso.
«La milpa es un policultivo donde las distintas plantas hacen comunidad (sic), se sostienen y se cuidan unas a otras (resic), mientras manos de hombres y mujeres colaboran en su crecimiento. Les invito a todos a ser milpa y que cada palabra aquí pronunciada sea semilla para el bien de todos».
Como hubiera dicho Mr. Evenflo: no seas mamila.