Comienzo con un apunte personal: durante más de cinco años, al menos un par de veces por semana, volé por todo México en un helicóptero militar del desaparecido Estado Mayor Presidencial (TPH-002). Trabajaba en la Coordinación de Comunicación Social. Era director de información y parte de mi trabajo se realizaba en las giras del Ejecutivo.
Avanzadas, coberturas, enlaces, de todo se hacía desde ese puesto. Los vuelos largos eran en avión; los del “pool” de prensa, en helicóptero. Se trataba de un aparato grande (Puma) para alojar a los camarógrafos y el resto del equipo. Las turbinas en la coronilla eran para enloquecer, además vibraba y saltaba como masajista epiléptico.
Aunque nadie dudaba de la pericia de los pilotos, siempre había un oscuro temor porque a veces había malas condiciones de clima y también por la leyenda negra de estas gigantescas libélulas, cuyo diseño las hace caer del cielo como plomos –como pianos, dicen–, cuando algo falla en su delicada maquinaria.
La desgracia no ocurrió en ese lapso, como prueban estas líneas, pero llegó.
Ese aparato se estrelló en un cerro de Oaxaca durante la campaña del entonces candidato a la presidencia, Carlos Salinas de Gortari. La socorrida frase me vino como un guante: no te tocaba, me dijo un coronel del EMP durante el velorio de los militares muertos. Pues no.
En un helicóptero se mató –junto con cinco personas más–, el secretario de Seguridad Pública de Vicente Fox, Ramón Martín Huerta. En otro, Rafael Moreno Valle y su esposa Martha Erika. Otro gobernador de Puebla, Melquíades Morales y Miguel Reyes Razo, el reportero, se salvaron de milagro, como José Luis Luege, ex director de Conagua
Los helicópteros cuya existencia nos asombra desde los primeros esbozos de Leonardo y las aventuras industriales de Gustave Ponton d’Amécourt quien inventó hasta la palabra, “helikos” (hélice, en griego) y “pteron” (ala), tienen una historia especial en México, toda tinta en folclor, porque si con ellos se justificaban las daciones de la “Iniciativa Mérida”, acordada por los gobiernos neoliberales con los gringos para abatir la delincuencia, lo único abatido hasta ahora han sido dos gigantescos “Blackhawk”, cuya condición de halcones negros no resistió la puntería de los narcotraficantes locales, quienes los echaron abajo entre gritos de júbilo y humo de artillería.
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El caso más reciente es el de los caídos tras la captura de Rafael Caro Quintero, reclamado por la DEA. Las causas de ese desplome no se saben. La única explicación es un insulto no solo para los muertos sino para la Marina Armada: se les olvidó, ponerle combustible.
Y como las verdaderas razones no se conocerán nunca porque la “caja negra” fue enviada a Estados Unidos (nuestra ignorante soberanía no logra interpretar los datos ahí cifrados), ellos darán una versión a su conveniencia.
En un helicóptero –también de la Armada– se acaba de prestar un servicio jocoso: trasladar una botarga beisbolera a un juego de pelota en Tabasco. Dónde si no.
–No, no estoy de acuerdo. Ya les van a explicar por qué se realizó esto. Claro que sí estoy a favor del beisbol y del deporte en general, y sé que hay mucha pasión por el deporte…está en la final (el equipo Olmecas de Tabasco), por eso fue lo del helicóptero porque estaba iniciando el “playoff”, están los juegos finales de la liga mexicana de beisbol”, dijo el “umpire” presidencial de la República quien dejó pasar el “strike” y lo cantó como bola.
Hace unos años Emilio Gamboa sufrió fuertes críticas de la izquierda por viajar al campo, con una bolsa de palos de golf en un helicóptero del EMP. También cuando aterrizó en el arrecife Alacranes. A Korenfeld lo echaron de la Conago por llegar a una fiesta familiar en un autogiro oficial.
Hoy solo se expresó el desacuerdo.