Muchas veces he dicho aquí, la única conducta imperdonable en la política es la ingenuidad. Me equivoqué en todas esas ocasiones. El peor de los pecados es fingir la ingenuidad.
Ayer, durante un desayuno convocado por la Academia Mexicana de la Comunicación, el senador Dante Delgado, creador y motor del Movimiento Ciudadano, apoyó la primera parte de lo dicho en el párrafo anterior. Yo asumí la segunda.
Y lo hice en relación con la más reciente de las absurdas discusiones nacionales: la militarización de la ya militarizada Guardia Nacional, cuyo origen el Senado de la República (con los votos de la “oposición” incluidos), aprobó por unanimidad como si no se supiera desde el principio su inspiración y destino castrenses, la acomodaticia salvedad de cinco años y la imaginaria civilidad de su mando superior.
A dos meses y pocos días de iniciado este gobierno, la oposición jugo a todo, menos a oponerse. Y lo hicieron todos. Hoy deber haber algún lamento discreto y un arrepentimiento escondido, pero lo hecho, hecho está. Y así se queda.
Tener una oposición favorablemente unánime, es el sueño de todo gobierno. Y en este caso, así fue.
Todo eso de la Guardia Nacional Civil, resultó tan falso como buena parte del discurso de la Cuarta Transformación. Pero en el surrealismo mexicano, la proclividad al engaño por parte del gobierno se enfrenta a la credulidad absoluta de una población mayoritariamente hipnotizada por un discurso cuya culminación ahora trata de formalizar los hechos consumados. Si no se puede por la vía legislativa, se puede por la orden ejecutiva. Y punto.
De todos modos, las cosas ya son como se quieren evitar. Al menos en teoría. Nos oponemos en hacer constitucionales las cosas de cada día, como si en verdad viviéramos en el pleno respeto de la Constitución, así con la mayúscula de una gramática bien educada.
Como se quiera ver el mando y la conformación de la guardia no necesitan la confirmación suprema. Ya la tienen por una de las vías del derecho: la realidad. La costumbre, el duro lenguaje de los hechos. Ante esa situación de cada día, no hay reacción de nadie. Las cosas están como están y seguirán por la vía de los hechos.
Te recomendamos:
- Igualdad y justicia social, prioridades de México en el G20
- Hacienda proyecta crecimiento económico de hasta 3% en 2025
- La CIDH vigilará que la 4T no imponga jueces para beneficiarse de su polémica ley judicial
- CNDH, La hora más oscura
- La misma piedra
Pero nada de esto habría ocurrido si las febles oposiciones hubieran jugado su papel, lejos de la mitología de la construcción de acuerdos, la cual es –a veces–, el camino más directo para claudicar. Si no se hubieran plegado a una iniciativa de modificación constitucional en los primeros tres meses del gobierno, con todo y las evidencias militaristas para crear una guardia innecesaria en lugar de promover la profesionalización definitiva de las policías civiles, no estarían ahora preocupados por evitar la consecuencia de su obsecuencia.
Ingenuidad o cálculo político. El senador Delgado dice, nosotros votamos por congruencia, no por ingenuidad.
Eso me dijo ayer.
Cazurro el presidente –como si ignorara la jerarquía de las leyes–, le endosa la discusión a la Suprema Corte de Justicia, cuyos integrantes. (no todos), tienen el fierro de su ganadería. Ya veremos cuántos se vencen con esta discusión y para cuando la programan.
Mientras, la carreta sigue su camino por donde el arriero ordena.
Lo grave es la frecuencia con la cual desde la cima del poder se actúa en contra de la ley; defraudándola, sacándole la vuelta, “huisachando” desde la silla, jugando con la institucionalidad constitucional.
TRUMP
Como vivimos en la época del nunca, hemos visto el insólito allanamiento de la casa del presidente del PRI, en Campeche, y también de la mansión de Mar a Lago en Florida, propiedad de Donald Trump, quien se acoge a la Quinta Enmienda (equivalente a nuestro artículo 20 constitucional), lo cual significa, en boca cerrada no entran moscas.
Nunca se habían visto estos fenómenos.
GOTA
Por fin los mexicanos apagaron el incendio en Cuba. ¿Y los mineros en Coahuila?