Todo gobierno supone el ejercicio político de una ideología. Cuando no la tiene, exhibe una fraseología, un compendio de ocurrencias, como sucede con esa amorfa invocación publicitaria denominada Cuarta Transformación.
La filosofía política de este anhelo incumplido (e incumplible), tiene entre otros de sus febles asideros intelectuales, el ejemplo de los anarquistas del siglo XX.
No hablo de Malatesta; hablo de Ricardo Flores Magón, quien dictaba furibundas diatribas, por ejemplo, en contra de los revolucionarios de otros bandos (Villa y Carranza, para no ir más lejos), por su cercanía con los Estados Unidos.
A reserva de darles a los historiadores la tarea de confirmar las acusaciones Floresmagonistas en torno del entreguismo del Barón de Cuatro Ciénegas y el jefe de la División del Norte, vale la pena recordar cómo escribía Don Ricardo en relación con los Estados Unidos:
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(191 “…Los enemigos de la libertad del pueblo mexicano aseguraban al principio de la crisis entre México y los Estados Unidos que en menos de una semana habrían tomado la ciudad de México las fuerzas de los Estados Unidos.
“Han pasado cerca de dos meses y las fuerzas americanas estacionadas en Veracruz no han avanzado más de tres millas hacia el interior del país, lo que prueba lo que tantas veces hemos dicho: que los Estados Unidos no estaban preparados para una guerra con México; que los Estados Unidos quisieron pulsar el estado de ánimo de los mexicanos a quienes creían estar en su mayor parte en simpatía con Carranza y Villa, y por lo mismo en simpatía con la invasión americana ya que la invasión era solicitada por todos los actos políticos de esos dos bandidos en sus relaciones con Wilson.
“Wilson vio que el pueblo mexicano se disponía a resistir la invasión y entonces recurrió a la estratagema de las Conferencias de Paz para no verse forzado a continuar desde luego una guerra para la cual no estaba preparado, y así fue como, según declaración del Embajador en Brasil, los representantes en Washington de Argentina, Brasil y Chile fueron invitados por el mismo Wilson a representar la comedia de la mediación para ganar tiempo durante el armisticio y poder preparar mejor la invasión, o, si era posible, llegar a una solución pacífica del conflicto, que él mismo había precipitado, retirar sus fuerzas de Veracruz de una manera plausible…”
Uno podría creer, hasta por la consagración de este año a la memoria de Flores Magón cuyo retrato aparece en la papelería oficial, una respuesta de esa índole frente a los amagos estadunidenses de frenar el desarrollo de las empresas energéticas nacionales con los ruines pretextos de un tratado comercial (leonino, como pronto le dirán quienes lo negociaron con torpeza y lo firmaron con descuido) entre los americanos y los canadienses con nosotros. Pero no es así. Sí hay una sólida formación intelectual y política, por debajo del desparpajo.
La filosofía revelada ha sido exhibida en su armónica profundidad cultural: la música de Chico Che (sí a eso se le puede llamar música). ¡Uy qué miedo!
“Que vienes de otro planeta solo para vigilarnos
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Y que vienen en platillos, a más de cuatro a llevarnos
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Que el dólar va para arriba, y el peso sigue bajando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
La canasta va pa’ arriba y mi peligro que bajando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy-uy-uy qué miedo, uy-uy-uy qué miedo
Mira como tiemblo, que bailar casi no puedo
Uy-uy-uy qué miedo, uy-uy-uy qué miedo
Mira como tiemblo, que bailar casi no puedo
Que el sol ya se va acercando nada más para quemarnos
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Y ya no habrá más diluvios que vengan para salvarnos
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy-uy-uy qué miedo, uy-uy-uy qué miedo
Mira como tiemblo, que bailar casi no puedo
Uy-uy-uy qué miedo, uy-uy-uy qué miedo
Mira como tiemblo, que bailar casi no puedo
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando
Uy qué miedo, mira como estoy temblando”.
La selección musical va un poco más allá de la “puntada” mañanera en un escenario donde con cierta frecuencia se alternan los regeneradores pronunciamientos políticos con las canciones. El repertorio muestra el elevado gusto del señor presidente, quien tiene todo el derecho de estrujarse las entretelas del corazón con tan sentidas interpretaciones tropicales o sacudirse la emoción cuando Serrat musicaliza a Miguel Hernández. Ya cuando se instala en devoto de Silvio Rodríguez, pues las cosas amenazan con desbarrancarse por el precipicio de la cursilería revolucionaria. Pero cada uno.
Lo extraño, en todo caso, es la mezcla.
Porque si por un lado se responden las notas diplomáticas con un esfuerzo de la cancillería y la secretaría de Economía, por el otro se le dan palmaditas en la espalda a la claque devota con las frivolidades del estribillo tabasqueño, como cuando fustiga a sus enemigos electorales, carentes de Píos aportantes, y les pregunta sobre sus haberes con aquello de ¿quién pompó, campañita quién pompó…?
No es necesario en este país, al menos no en la parte del país representada por el gobierno, leer a Zea ni a Gaos. Podemos mandar al tacho de la basura a Samuel Ramos y a Ricardo Guerra. Los filósofos nacionales o los politólogos y sociólogos, como Pablo González Casanova, por ejemplo, nada nos dicen en este tiempo.
Todo se arregla con las frases del almanaque y las selecciones de la sinfonola patriótica.