Quizá alguien lo atribuya a un arrebato. Todos sabemos lo contrario, ha sido fruto de una incomprensible idea largamente enquistada en los rencores hasta de la conquista del siglo XVI.

Otros podrían decir, fue un pronto, lo cual es casi lo mismo. Quien lo llame punto culminante de una obsesión, quizá yerre poco. También acertará quien lo califique como una de las peores imprudencias diplomáticas en la accidentada historia de la reciente e irremediable “antidiplomacia”. 

Se le llame como se quiera, la suspensión (pausa) unilateral de las relaciones con España es producto de una equivocación  propia de quien mira el Peñón de Gibraltar y lo confunde con el cerro de la Malinche.


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El antecedente más cercano de una interrupción parecida, fue Luis Echeverría durante el franquismo. No había relaciones diplomáticas ni políticas, pero si se mantenían otras; comerciales, de intercambio cultural y algunas más. 

El Caudillo metió vil garrote a cinco activistas vascos y el mundo entero se enardeció por la bárbara ejecución tras un proceso plagado de irregularidades. México expulsó los últimos residuos de la relación. Fuera  Iberia; a la calle la agencia de noticias EFE y otras presencias más.

El presidente expuso su protesta y las rupturas en una conferencia de prensa cuyo contenido memorable corrió a cargo de Miguel Higueras, un andaluz festivo quien al saberse expulsado de este país, hizo su última pregunta:

–Señor presidente ¿cuando se podrán. establecer relaciones diplomáticas y comerciales plenas con España?  

–¡Cuando haya democracia!, respondió Echeverría con gran velocidad y sin reflexionar.

–¿Cuándo haya democracia en España o en México? De todos    modos, ya lo habían echado.

Hoy en este incomprensible exabrupto del presidente López Obrador, en abierta confusión entre un Estado, un gobierno y la conducta empresarial de quienes buscan “hacer la América”, no se advierte el motivo. Solamente se advierte el exceso. 

Como resulte el futuro, estas palabras quedan para quien quiera escribir el anecdotario de las equivocaciones en la historia de un país cuyo gobierno ha sustituido la diplomacia por los caprichos. Una pena, para nosotros; no para los españoles.

“…Es el caso de las empresas españolas. Si ahora no es buena relación… 

“Y a mí me gustaría que hasta nos tardáramos en que se normalizara (la relación) para hacer una pausa, que yo creo que nos va a convenir a los mexicanos y a los españoles, desde luego al pueblo de México y al pueblo de España, hacer una pausa en las relaciones, porque era un contubernio arriba, una promiscuidad económica-política en la cúpula de los gobiernos de México y de España, pero como tres sexenios seguidos, y México llevaba la peor parte, lo saqueaban.

“Entonces, vale más darnos un tiempo, una pausa. A lo mejor ya cuando cambie el gobierno ya se restablecen las relaciones y yo desearía, ya cuando no esté yo aquí, que no fuesen igual como eran antes…”

Dicho así, sería interesante saber cómo define el señor presidente cuál es la conveniencia del “pueblo de España” del cual se siente intérprete hasta para saber cuáles actitudes de su gobierno son en su provecho. Ahora resulta, trabajamos por el beneficio del pueblo español.

–¿Quién hablará en nombre de ese pueblo para agradecer la preocupación?

Nadie lo sabe, como tampoco podemos adivinar cual es el verdadero significado de esta frase relacionada con la pausa anunciada:

“…A lo mejor ya cuando cambie el gobierno ya se restablecen las relaciones y yo desearía, ya cuando no esté yo aquí, que no fuesen igual como eran antes…”

Por lo pronto se ignora si este deseo de restablecimiento es parte del testamento político cuyo anuncio nos ha tenido en ascuas.

Pero mientras, sólo queda reflexionar en la primera reacción hispana en demanda de una aclaración sobre el alcance de esta pausa mexicana. No hemos realizado acción alguna que las justifique.

Rafael Cardona | El Cristalazo

Author: Rafael Cardona

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