Seguramente se trata de una mentira, pero una bella mentira por cuanto expresa de inocencia y deseo.
Yo conocí –me contó mi inolvidable amigo, Hugo L. del Río–, una pulquería llamada “El día que los aztecas conquistaron Nueva York.”
Es tan bella fantasía como si en el Capitolio de Washington o en la Casa Blanca, algún día recibieran con tapete carmesí a una delegación mexicana dispuesta a enmendarles la plana en su trabajo legislativo a los estadunidenses y les exigieran revisar, caso por caso, las consecuencias de una ley en las importantes empresas mexicanas en Estados Unidos.
Eso podría ocurrir cuando efectivamente los aztecas conquistaran Nueva York. Antes no.
Pero ese predominio sí sucede en sentido contrario.
Los mexicanos, casi con címbalos y atabales, agradecemos la visita de la “respetuosa” secretaria de Energía de los Estados Unidos, Jennifer Granholm, a quien le damos explicaciones sobre nuestra forma de conducir la Nación y, casi casi, le pedimos su parecer para después prometerle revisar –caso por caso– los efectos reformadores en las empresas americanas y sus contratos con el gobierno mexicano.
Obviamente lo más respetuoso habría sido no venir a demandar explicaciones y lograr excepciones. Así no habría sido necesario dárselas. Las cuentas, obviamente.
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Pero esto no es una interpretación de los resultados de la visita de Granholm al Palacio Nacional y otras oficinas públicas, en los días previos al cateterismo. Es información oficial contenida en el boletín de Comunicación Social de la IV-T y cuyo texto dice a la letra:
“…Explicó (el PEUM) que por parte del gobierno federal existe disposición al diálogo y se analizarán caso por caso las inversiones en el sector:
“…Subrayó (también el PEUM) que el gobierno de Estados Unidos ha sido muy respetuoso, no protege la corrupción y ha comprendido bien que se trata del problema más importante de nuestro país.
“Si consideran que hay una injusticia, se revisan los casos. Ellos tienen ya una lista, hay algunas empresas que están pidiendo que se les informe y lo estamos haciendo, tanto estadounidenses como de Canadá… Si ya una empresa tiene una inversión, ya hay una planta, pues hay que buscar la forma de resolver,dijo (una vez más) el PEUM…”
¿Resolver qué?
¿La aplicación de la ley o su excepción? ¿O ahora se hacen leyes de aplicación negociable?
Resolver, dice el comunicado.
Esa palabra recuerda un texto imprescindible sobre un mundo de excepciones y atajos llamado Cuba. Lo escribió el gran Leonardo Padura a quien tanto recordamos:
“…Los cubanos dicen que todos los secretos de la vida del país, se resumen con un verbo: “resolver”. En Cuba resolver es una filosofía, una actitud ante la vida, una realidad, una religión y una teleología. Todo se puede resolver, que es distinto a comprar, conseguir, obtener, merecer. Resolver es –en realidad–, el arte de vivir en Cuba…”
El boletín oficial informa líneas más adelante cómo el presidente le explicó a la señora Granholm el vínculo entre los modos de producción eléctrica elaborados por el neoliberalismo y la corrupción, monstruo del cual ella también abomina (casi tanto como Delfina, diría el Maestro Ripio).
Pero ya avanzada la carrera de las explicaciones y los ejemplos, el señor presidente le aportó a la secretaria de Energía un ejemplo nada energético: le habló de la nociva administración privada de los reclusorios, lo cual evidentemente guarda íntima relación con las fuentes energéticas limpias, renovables o contaminantes.
“También le habló (el PEUM) sobre el caso de privatización de los reclusorios, donde se llegó a un acuerdo mediante el diálogo que logró el ahorro de 10 mil millones de pesos; así como la negociación de contratos sobre mantenimiento de carreteras donde se pagaba hasta cuatro veces más que si lo hubiera ejecutado el Estado, por lo que el acuerdo generará ahorros por mil millones de pesos anuales”.
Esto último movió poderosamente el interés de la secretaria.