Casi siempre las preguntas molestan. Nos zumban en los oídos como impertinentes moscardones. Sobre todo, cuando nos preguntan imprudencias o idioteces.
En los últimos días hay una pregunta tan innecesaria como recurrente:
–¿Ya te vacunaste?, nos interroga alguien cuya verdadera intención es ufanarse de su propia vacuna, la cual ya blasona como si fuera una prenda heráldica.
Uno le contesta, pues sí, ya me vacuné. Y entonces viene la culminación de la ufanía:
—-¿Y cual te pusieron?
–Con la resignación de un atenido, incapaz de decidir entre los biológicos disponibles el preferido, en un país donde hay hasta vacunas invisibles, responde timorato:
–Aztra Zéneca…
–¡Uy!, a mi me pusieron la de Pfizer, porque me fui a Falfurrias, Texas y tengo un amigo boticario. También tengo conocidos en Amarillo por si se te ofrece. Y allá me tardaron sólo quince minutos.
Obviamente el viajero sanitario no tomó en cuenta ni los tiempos de espera en los aeropuertos, ni mucho menos la carretera por la cual circuló con una escala en San Luis Potosí para evitar el riesgo de contagio aeronáutico.
Pero cuando uno explica resignado su condición de vacunado del Tercer Mundo, como si fuera un simple ex presidente casi centenario, viene la tercera pregunta, ya francamente idiota:
–¿Y te hizo reacción?
-A mi nada.
Hoy los mexicanos nos dividimos en clases sociales: quienes se vacuna en las carpas de la IV-T, “ad majorem gloria” de ya sabes quien, cuyos servidores, siervos y cuervos de la nación promueven una eficacia de dispensario danés, y quienes ajenos a esos afanes redentores se van a San Diego, Houston, San Antonio o Miami para disfrutar la seguridad de una vacuna exactamente igual a las de aquí
–No te creas, las de aquí no sirven porque no están bien refrigeradas, dice el siempre enterado sabelotodo cuya información proviene de las emisiones radiofónicas femeninas del mediodía.
REGALOS
Se llama Carmina Regalado y es diputada por Morena en Nayarit. Aspira a la alcaldía de Bahía de Banderas y ahí hace honor a su apellido, porque vaya si le han regalado dinero por debajo (y a veces por encima) de la mesa.
El Diario de Nayarit divulgó hace unos cuantos días (15 de abril), dos videos en los cuales Carmina y su hermano, Raúl se sientan en una mesa redonda en la cual un donante no identificado (no se vaya a pensar en David León, este es otro), les entrega dinero en efectivo, les pide un número de cuenta para depositar el “extra” y les pide coordinarse en lo futuro, nada más con el señor Raúl Regalado.
La diputada hace profesión de cumplir su palabra. Les dice cómo cual bolígrafo de a peso, no sabe fallar y etc, etc.
El dinero viaja a una valija rectangular y a partir de ese momento (o de otros sin registro videograbado), se sella el compromiso democrático para llevar la Cuarta Transformación también a las tierras del Nayar.
Cosa linda y hechicera. Toda la escuela de René Bejarano, Carlos Imaz, Leona Vicario y el pío hermano Pío.
ZALDIVAR
Esta semana el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia y coordinador del Consejo de la Judicatura Federal tiene una oportunidad de oro. Si el oro fuera mineral de su gusto:
Poner por encima de sus ambiciones y sus instrucciones, una rotunda prueba de su compromiso constitucional y desde el tribunal tutelar de la ley superior en México, alejar de un papirotazo la descabellada idea de los obedientes senadores.
Aquí es un. problema de paternidad. El dicho artículo transitorio, todos lo vimos, no tiene madre. Pro por desgracia, tiene padre.
Y si los senadores se han exhibido como sumisos empleados, cosa en la cual incurrirán los desvergonzados diputados de Morena y sus aliados, junto con algunos anhelantes de favores y recompensas, Arturo Zaldívar puede ponerse en
un pedestal o tirarse de cabeza al barranco del desprestigio (vaya frase, como si se la hubiera copiado a un orgánico de la IV-T) y digo eso porque el basurero de la historia (otra frase medio mamila), ya esta repleto y rebalsado.
Si por el contario le hace al Capulina y puede ser, yo no se, quien sabe, “pueque”” sí, “pueque” no, le probará este país algo por muchos sospechado: su sumisión.
68
–¿Dónde estaban los profesionales del 68 cuando Echeverría regresó a la Ciudad Universitaria? ¿No que no?, habrá pensado el cazurro demonio de San Jerónimo.
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