Como si en verdad fuera cierto el Señor Presidente nos ha dicho sobre la condición humana: todos somos iguales. ¿Ser o estar?
Él por delante.
A fin de cuentas ser el primero no implica ser esencialmente distinto del último. Es un asunto de orden, de posición. Sí, somos iguales jurídicamente y porque somos mortales. Lo desigual es el trato, la colocación en la pirámide, la importancia política. En eso hay clases y jerarquías.
El tres de febrero, todos leímos esta noticia cuya densidad estremecía:
“…Un hombre de 48 años falleció afuera del hospital Magdalena de las Salinas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), luego de que, al parecer, familiares de la víctima denunciaron a través de redes sociales que les negaron el servicio médico.
“En el video se observa al paciente afuera del centro de salud.
“Durante el momento en el que solicitan el servicio, sus familiares gritan desesperados y buscando reanimarlo.
Reportaron que el hombre no logró salvarse, además que no se observa a nadie del personal médico.
“…Decidimos ir a ese hospital ahí nos iban a recibir, mi hermano cuando íbamos llegando le empezó a faltar el aire o sufrir un infarto, la verdad no puedo describir qué era. Me bajé para pedir auxilio y la vigilante nos cerró la puerta, nos dijo que lo lleváramos a la Clínica 24”, precisan medios locales.
“Al parecer, la familia solicitó la atención en cinco distintos hospitales de la zona y en ninguno se les dio atención”.
Ese hombre, seguramente, era igual a nuestro Señor Presidente.
Pero su vida, seguramente nunca lo fue. Y mientras él moría en el abandono, la indiferencia y la inexistente atención del Instituto Mexicano del Seguro Social, el Palacio Nacional se convertía en espacio para siete médicos especialistas de alta graduación, para atender a un solo paciente: el titular del Poder Ejecutivo nacional.
Ahí comienza la desigualdad de los iguales.
Esto narró el Señor Presidente sobre la forma como fue atendido. Obviamente sin “colas”, sin filas, sin registros previos, sin documentos exigibles, sin “hoja rosa”, sin documentos de afiliación. En su casa y en su comodidad palaciega.
“…Agradezco al doctor Jorge Alcocer, que fue el que coordinó a los médicos; a Alejandro Svarch, que es internista; al doctor José Rogelio Pérez Padilla, él es del INER, especialista en enfermedades pulmonares, porque esta enfermedad, este virus, afecta los pulmones.
“El domingo, que me hicieron una radiografía, ya estaba el virus en los pulmones y había que frenarlo, por eso el tratamiento antiviral del día siguiente, del lunes.
“…Estuvo pendiente quien me ha atendido de mi problema de hipertensión, que me atendió cuando me dio un infarto, el doctor Patricio Ortiz, él es de Cardiología; intervino también el doctor José Ricardo Sánchez Santana, de la Secretaría de la Defensa, médico militar; y las dos personas, dos médicos del Instituto de Nutrición que llevan a cabo esta investigación a la que hice referencia, son el doctor Guillermo Ruiz Palacios, que es infectólogo del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición ‘Salvador Zubirán’; y la doctora Sandra Raimé López, ellos llevan a cabo este protocolo de investigación…”
Pero estas atenciones, dispensadas al jefe del Estado, marcan una diferencia con el resto de los mexicanos. Tantos diplomas en la junta de médicos ni los tenía ni Obama. Ni Slim.
Por eso esta declaración (como otras), choca con la evidencia:
“…No es posible que por ser presidente o tener el cargo más importante de la República se actúe en una circunstancia como esta, con influyentismo, dando el mal ejemplo de que, como soy el presidente, a mí me tienen que vacunar primero.
“¡No!; tenemos que pensar en la igualdad, todos somos iguales y la autoridad es la más obligada a actuar de manera consecuente. No se puede estar diciendo una cosa y haciendo otra.
“Entonces, cuando me corresponda.
“Además, ahora que ya tengo anticuerpos (¿?) tengo que consultar cuándo sería conveniente vacunarme, porque todo indica que cuando uno padece de COVID ya tiene uno durante algún tiempo, -que todavía no se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo- se tiene una protección, se tiene (n) anticuerpos. Entonces, voy a esperar cuando me corresponda…”
Pues sí, la verdad es esa: todos somos iguales, pero (otra vez Orwell) : hay unos más iguales que otros.
Cuando Don Andrés dice: no es posible que por ser presidente se actúe distinto, parece olvidar cómo lo atendieron, precisamente por ser Presidente.
Como digo una cosa…