A fin de cuentas no tiene la menor importancia.
Total, si el Señor Presidente y su Señora Esposa (mayúsculas, por favor), están en la tranquila seguridad de su casa, alejados –por esos momentos, al menos– del peligroso ambiente de contagio acechante afuera, no tendrían por qué afanarse en la selección planeada de su vestimenta, por eso no vale la pena reparar en la corbata torcida y de dudoso gusto en la combinación del verde bandera y el gris indefinible del Ejecutivo, ni en la asamblea de arrugas de su camisa pálida en torno de la abultada cintura o en la falta de lustre de sus zapatos; mucho menos en la fúnebre condición del lazo-corbatín de la dama sentada junto a él con las manos en el regazo, mientras el líder nacional, el líder, el rayo de esperanza, junta sus manos a la altura del pecho, como si con ese gesto quisiera contener y ofrecer a un tiempo, la inmensidad de su corazón palpitante de amor por su pueblo.
En otras fotografías, tomadas en esa misma sesión, en la cual la Señora su esposa, llevó una falda larga negra y plisada (dicen los modistos) y una blusa marfil, escarolada de mangas flojas, con un negro lazo en el cuello, cuya factura recuerda a Charlize Terón en 2017, cuando Alessandro Michelle (Gucci), la vistió idéntica, con el mismo estilo victoriano cargada de volantes y con lazada de luto y falda negra. en la presentación madrileña de “Fast & furious ”.
Pero no es posible comparar lo incomparable.
Poner juntas las fotografías de dos mujeres tan distintas, es un absurdo. Una es una dama de ideas, intelectual, historiadora, con grados académicos y parte de un sistema nacional de investigación, con responsabilidades en la preservación de la memoria histórica nacional, comprometida con la causas de la regeneración de México.
La otra es una actriz y modelo encasillada en el estereotipo del atractivo visual derivado del sistema estético cultural y de antivalores, propio de la sociedad machista patriarcal, falocrática y opresora de la dignidad femenina. No es justo.
“Fast & furious” –además–, nos recuerda las intromisiones armamentistas de los Estados Unidos en nuestro territorio, durante el gobierno neoliberal y sangriento llamado el calderonato. Lo cual no tiene relación con la película de coches en persecución durante veinte horas.
Buscar esas pequeñeces indumentarias es terco afán de molestar a una pareja humanista y presidencial cuya conjunción de saberes y sentires guía al pueblo mexicano por la senda de la luminosa historia por venir; y eso les causa picor, escuece a los conservadores. Por eso se detienen hasta en los nimios detalles de una blusa o una falda.
No se vale.
Pero sigamos con la disección de ese mensaje en la parte no verbal del mismo.
En una parte del video, los personajes ya dichos, aparecen ambos con los brazos cruzados como si retuvieran algo y lo apretaran contra el cuerpo.
Como un abrazo al aire, sobre el corazón, como si quisieran con ese gesto de amor distante, pero amor constante, capturar y contener al pueblo entero.
Yo no se cuál ha sido el sentimiento de nadie al ver esa imagen de la pareja sentada en sendas sillas de brazos y altos respaldos, orientadas al norte en la galería de Presidentes del Palacio Nacional, en cuyo fondo se adivinan, en una pintura, los pantalones de alguien no visible por el tiro de la fotografía, pero de seguro no es ninguno de los neoliberales cuya ambición saqueó al país.
Lo único apreciable y bien claro es el enorme tibor junto al cuadro no identificado.
También se aprecian en ambos lados del gran pasillo, filas de macetones blancos sembrados de poinsetas, o flores de Nochebuena, con lo cual se decora el corredor escogido para emitir tan sentido mensaje, donde antes había una sillería con pedestales para candiles de muchos brazos y lámparas ahora desparecidas.
Hoy no tiene muebles, sólo las llamas vegetales en las hojas de esas bellas flores mexicanas, tan coloridas y nuestras, como el deslumbrante cempasúchil del día de los difuntos tan hermosamente pintado por Saturnino Herrán en su célebre cuadro, “La ofrenda”.
Pero el estilo indumentario y la actitud a un tiempo de augurio bienhechor, dentro del espacio del recogimiento y la sencilla severidad –casi puritana– de la pareja presidencial me hizo recordar algunas obras de arte.
Una, muy singular; perteneciente al periodo americano de la depresión cuando Grant Wood hizo en Iowa el retrato de dos ficticios granjeros (posaron su hermana y su dentista, a quien le puso un bieldo en las manos), severos y de aspecto calvinista, con reminiscencia de cuáqueros peregrinos o pioneros, dándole la espalda a un granero.
Un hombre de parco gabán con camisa sin cuello, y la mujer de blusa apretada hasta la barbilla, desafían los pésimos augurios del futuro. “Gótico americano” se llama esa pintura y está –si no la han vendido–, en el Museo de Arte de Chicago.
La otra imagen sugerida por esa fotografía (o por el video entero, si alguien lo miró), es “Whistler´s mother” (en realidad la modelo fue su hermana Anne; no su madre), de James Abbott Mc Neil Whistler.
Una mujer sentada de perfil, en una silla de alto respaldo, con los pies en un taburete, y la insinuación de una blusa escarolada corrida hasta la oreja y la falda bajada hasta el huesito. Ese cuadro lo podemos ver en el museo de Orsay, en París.
Pero lo importante –si algo fue importante en el mensaje navideño–, no es, insisto, la indumentaria. Dedicarle tiempo a ese asunto, es pura frivolidad.
Tampoco debería ser tema el corredor de las poinsetas; mucho menos la galería de los retratos presidenciales o la oblicua luz en los ventanales. Lo importante del mensaje debería ser —como dijo Pero Grullo–, el mensaje mismo.
Y en él, hay una muy interesante interpretación evangélica, porque en su personal cristianismo, el Señor Presidente, metido de lleno en su propia apologética –la cual, como todos sabemos, es la defensa de los dogmas de la fe–, interpreta la figura de Jesucristo no como la encarnación divina, sino como el luchador social.
Dios hecho hombre para redimir a los hombres del pecado, es la base de la fe cristiana. Si Cristo no es el hijo de Dios, entonces no es nada; porque no tendría mayor sentido la comunión eucarística.
Pero, en fin, cada quien interpreta las cosas a su modo. Eso- -dudar de la dualidad humano divina del Señor— fue calificado hace siglos como una herejía. Tomar partido por una o por otra de sus cualidades, también.
En otros tiempos, se llamó arrianismo ( por Arrio, quien a pesar de haber sido condenado a la muerte por sus heréticos pensamientos, murió por un intempestivo estallamiento intestinal), y para combatirlo se dedicaron horas y semanas en el lejano Concilio de Nicea, convocado por Constantino, en el año 325.
Pero XXI siglos después del arrianismo seguimos con lo mismo: seguimos en las mismas
“… recordó –refiere “La jornada”–, que la festividad recuerda el nacimiento de Jesucristo, “un hombre que encarnaba el amor y la fe”, e independientemente de si cada persona es creyente, la enseñanza y obra de Jesucristo es de transformación y tiene que ver con “la defensa de los pobres, de los desposeídos, de los que sufren, de los enfermos…”
“—Hoy es 24 de diciembre, es Nochebuena y nosotros deseamos que eso sea para ustedes también”, indicó Gutiérrez Müller.
“Indistintamente (¿?) de religiones y creencias, agregó, “es una noche en la que millones de familias se reúnen para celebrar, aunque “estamos en condiciones distintas esta vez, nos han pedido quedarnos en casa, no visitar familiares, pero eso no puede ser un motivo para no celebrar y no dejar de tener fe. Nosotros, los que somos creyentes pensamos que el porvenir viene mejor, y seguramente así será…”
No se sabe si en ese “nosotros, los que somos creyentes”, quede envuelta también la fe presidencial, pero ya no son los tiempos de Manuel Ávila Camacho, cuando fresca la herida cristera en el país declaró simple y llano:
–“Soy creyente”
En fin…
Este es el último CRISTALAZO SEMANAL del año. Le deseo un venturoso 2022, porque el 2021, también será tan horrible, como este.
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