Muchas deben ser las palabras dignas del olvido en el vasto repertorio declarativo del Señor Presidente.
Pero a la luz de los hechos recientes y el camino de regreso emprendido desde finales de octubre, tras la captura del general Salvador Cienfuegos en California, estas deben ser algunas de las principales:
“…“Esto es una muestra inequívoca de la descomposición del régimen de cómo se fue degradando la función pública en el país durante el periodo neoliberal.
“Yo siempre dije que no era sólo una crisis, que era una decadencia lo que se padecía, un proceso de degradación progresiva y estamos ahora constatando la profundidad de esta descomposición que se fue gestando de tiempo atrás.
“Tenemos que seguir insistiendo para comprender que el principal problema de México es la corrupción… como en el caso de García Luna, todos los que resulten involucrados en este caso, que estén actuando en el gobierno en la Defensa Nacional, van a ser suspendidos y retirados. Si es el caso puestos a disposición de autoridades competentes; no vamos a encubrir a nadie…”
No se sabe si estas palabras enfurecieron a muchos altos mandos militares tanto o más como la sorpresiva y alevosa captura de quien fue su apreciado secretario.
La sensación de abandono y prejuicio (perjuicio también), a la institución, obligó al gobierno y al presidente, a buscar, con una extraordinaria velocidad, un camino de reparación, especialmente cuando (bienaventurados los contradictorios, porque de ellos será el reino del arrepentimiento), muchos de los proyectos cimientos de la administración descansan en los hombros militares.
La notable labor diplomática desplegada hasta lograr en un mes casi exacto la repatriación del general y el retiro de las acusaciones en su contra, son muestra del talento y la habilidad de Marcelo Ebrard quien condujo todo el proceso.
Pero Ebrard no solo salvó a Cienfuegos; también al presidente a quien rescató de un embrollo verbal producido por su crónica compulsión declarativa, acuciada por la oportunidad de los primeros días útiles para el (innecesario) refrendo contra la corrupción; dogma y práctica de su ideario.
Por eso ayer , por segunda o tercera vez, se dieron estos significativos pasos hacia atrás.
“…Pero aquí, además, está de por medio el prestigio de una institución fundamental para el Estado mexicano, que es la Secretaría de la Defensa, las Fuerzas Armadas, y no es cualquier cosa, no podemos nosotros permitir, sin elementos, que se socaven nuestras instituciones fundamentales; además, México es un país, que no se olvide, libre, independiente, soberano.
“Eso lo han entendido muy bien en Estados Unidos, en el trato que llevamos, como también, si la fiscalía de México, al reponerse el procedimiento encuentra que hay culpabilidad, entonces se castiga.
“Y lo dije también desde el principio, no la conducta de un oficial, de un militar, por importante que sea, debe manchar a toda una institución”.
Como es obvio la carpeta proporcionada por la fiscalía americana para juzgar aquí a Cienfuegos, no vale ni como sustituto del papel higiénico de un cuartel. Si esas pruebas fueran reales (cosa poco probable), habrían sido ilegalmente obtenidas.
En esas condiciones, el tribunal militar al cual se someterá Cienfuegos, no tendrá problema alguno para desestimar todo ese mentiroso legajo fabricado por los mitómanos espías de la DEA.
Los supuestos delitos atribuidos a Don Salvador Cienfuegos (“cometidos“ durante su función como miembro activo del Ejército), cabrían para su castigo en estas previsiones del Código Militar:
“Artículo 275 Bis.- Al militar que se incorpore a la delincuencia organizada se le aplicará pena de prisión de treinta a sesenta años y baja de la Fuerza Armada.
Hoy solamente lo pueden considerar bajo este artículo del Código:
Artículo 102.- La inocencia de todo imputado se presumirá́ mientras no se declare su responsabilidad mediante sentencia firme, emitida por el juez de la causa y conforme a las reglas establecidas en este Código”.
HISTORIA
–Váyase a ver a Humberto Mariles a su casa. Acaba de salir del bote y nos ofrece denunciar el tráfico de drogas en Lecumberri.
Me recibió en su casa de Las Lomas, en bata de baño y sin sandalias.
Le dije mi encomienda.
“–No, debe haber un error, amigo. Hablamos de cualquier otra cosa, yo después me comunico al periódico.”
–Mariles se rajó, le dije a mi jefe.
–Sí, ya me habló. Ni modo.
Seis meses después lo detuvieron con 60 kilos de heroína. Al poco tiempo lo asesinaron en la prisión parisina de La Santé. La mafia.
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