Pícaro sin igual en nuestra historia, presencia deslumbrante entre la realidad y la fantasía; hipnotista y embaucador del pueblo iletrado e irreflexivo; promotor de las dádivas y la falsa piedad, fullero de gallos y manipulador de la Hacienda pública, Antonio López de Santa Anna, a pesar de toda su negra imagen arrastrada por la historia como la exhumada pierna podrida, de su mutilación, nos dejó la herencia del gozo ante el hábito lacayuno de la adulación.

Festejos, arcos triunfales, lisonjas en cada esquina, lambiscones en competencia, serviles a más no poder. Nada de eso ha terminado.

Los caudillos siguieron su ejemplo y el pueblo se sintió gozoso de participar en festejos memorables en honor de quienes casi nunca lo merecían. 

¿Ocasiones? Todas y cualquiera

Cumpleaños, regocijo del santoral; aniversarios de batallas  gloriosas o triunfos electorales, plazas colmadas, matracas y serpentinas, veneración, cortesanía; bailes, banquetes, saraos porfiristas; fechas relumbrantes, efemérides memorables, todo en pos de la consagración meritoria a través de la lisonja. 

Dice Will Fowler en “Fiestas santanistas: la celebración de Santa Anna en la Villa de Xalapa 1821-1855”:

“…A las fiestas ocasionadas por las idas y venidas del general, los aniversarios de sus victorias militares y sus frecuentes posesiones de la presidencia, se sumaron tras su ascenso al poder en 1841, las celebraciones de su cumpleaños [su santo, en realidad], cada 13 de junio. 

“Este fue motivo de fiestas y bailes en 1842, 1843, 1844, 1853, 1854 y 1855 (más de doscientos en ese lapso). 

“Si en algo difirieron estas fiestas de las demás fue en la manera que vino a caracterizar la celebración del santo del caudillo la organización de un baile al que pudieran acudir las elites de Xalapa. 

“Sin embargo, no se trató de excluir a las masas de las celebraciones ya que se dispuso cada 13 de junio que “una orquesta tocara de ocho a diez de la misma noche” frente a las Casas Consistoriales, pidiéndose al vecindario que adornara “los frentes de las casas con cortinas y las iluminen de noche…”

La vida ahora ha cambiado y a cambio de los balcones  decorados y la música frente a las Casas Consistoriales, se le obsequian a los caros oídos del Señor Presidente las notas agudas de una trompeta mariachera, a pesar de su expresa petición (una excitativa disimulada) de no incurrir en esas conductas, sobre todo en los tiempos pandémicos de la soslayada emergencia actual. 

Pero esa negativa sonó como petición y las calles de Moneda se llenaron con sones y mañanitas, cuyas notas cruzaron los vidrios del recinto juarista y llegaron hasta el otro lado de los patios Mariano y de la Emperatriz, entre cactus y esculturas de acero, fuentes y un papayo recién sembrado, y subieron las escaleras y se colaron por debajo de las puertas hasta acariciar los sentidos del Señor Presidente en su cumpleaños número sesenta y siete.

–De veras, no se hubieran molestado, pudo decirles emocionado por el espontáneo estallido de gozo por su feliz aniversario. Muchos días de estos, señor, decía la Patria.

Así, como punto culminante de tan feliz ocasión y fecha memorable,  en lugar de un baile para la élite como le organizaban sus mayordomos a Don Antonio, los diputados del H. Congreso de la Unión, detuvieron sus discusiones sobre el presupuesto nacional —tan prolongadas como inútiles, pues la labor legislativa ya llegó hecha desde el Palacio Nacional–, y al filo de la medianoche, el mágico reloj legislativo se detuvo para las cosas fundamentales de la nación,  porque el coro de los “Niños Cantores de Morena”, se dispuso a saludar a la distancia a su líder, con la mejor frase de su credo “esunhonorestarconobrador”, 

y en ese mágico instante del cruce  de un día al otro día, la  asamblea de los padres conscriptos se volcó en un coro desentonado de hombres y mujeres con los ojos húmedos por la emoción de cantarle “Las mañanitas” al mejor presidente de la historia (con perdón de Don Benito, el General y “El nopalito”).

Uno hubiera querido estar ahí para compartir tan intensa y patriótica epopeya coral; pero como el confinamiento no recomienda acudir al salón de plenos de San Lázaro, ni mucho menos sumergirse en los rumbos mefíticos de La Merced o la Candelaria de los Gansos,  Balbuena o la Morelos, la columna se resigna a repetir las palabras de otros (Iván E. Saldaña y Nayeli Cortés en “El Heraldo”):

“…Al filo de la medianoche de ayer, diputados de Morena y sus aliados del PT y PESinterrumpieron la discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF2021 para cantar “Las Mañanitas”  al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien cumplió 67 años el 13 de noviembre.

“Sin respetar la sana distancia por el COVID-19, los legisladores de la 4T bajaron a la tribuna con pancartas en mano con mensajes que decían :

“Al mejor presidente de México; AMLO Feliz Cumpleaños”; otras con el retrato en caricatura (Hernández), del mandatario e incluso un peluche con su figura. 

“También corearon repetidamente “Es un honor, estar con Obrador”.

“En respuesta, la diputada panista Saraí Núñez pidió desde su curul a la presidenta de la Mesa Directiva, Dulce María Sauri, una moción de orden, la cual retiró antes de ser sometida a votación.

“Tenemos tres días discutiendo el presupuesto y no podemos soportar esto, es un insulto a los mexicanos”, dijo”.

Así pues para la lambisconería lo mismo da un 13 de junio o un13 de noviembre. 

Pero fuera de los palacios (el Nacional y el Legislativo), la vida lleva otro ritmo y se vive bajo otras condiciones y circunstancias, dominadas todas ellas por la impresionante dimensión del poder presidencial sin cuya voluntad no se mueven la hoja del 

árbol ni la nube del cielo; suyos son el poder y la gloria, la cotidianeidad y la vida. 

Por su decisión –o con su conocimiento–, bramó el agua y se inundó Tabasco porque ya la presa Peñitas amenazaba con romperse, y por su sano ejercicio de reflexión frente a un error de cálculo en el derramado volumen hídrico cuyos millones de litros convirtieron varias ciudades tabasqueñas en albercas de agua sucia; escasez, falta de alimentos, pillaje y colchones ensopados flotando sobre el Grijalva, él mismo –frente a 200 mil damnificados por las grandes aguas–, se sometió a los dictados insobornables del tribunal de su propia conciencia.

“–Yo tengo un tribunal que es el que me juzga, y ese tribunal es mi conciencia”

Dicho de modo kantiano, una ley moral:

 “…Pues en el tribunal de la conciencia, el sujeto moral no sólo es, además de «reo», «juez», sino también «legislador» o autolegislador. Con otras palabras, lo característico del sujeto moral no es ya, o no es sólo, el atributo de la autoconciencia, sino el más decisivo de la autonomía. Naturalmente, el sujeto moral no siempre se halla en situación de «inventarse» los contenidos…” 

En la plena conciencia o en la plenitud de la inconciencia, todos somos inocentes, felices, nobles, puros, desinteresados. La conciencia es así el espejo del egoísmo. El yo ante el yo, la axiología del capricho. Yo soy mi circunstancia; no ella conmigo. 

En esas condiciones recordaríamos a otro revolucionario contemporáneo, Fidel Castro quien auguró cómo la historia lo absolvería. Y ese impreciso tribunal podría resultar más exigente. La conciencia propia no espera nada de los actos propios, los impulsa  y los perdona o ni siquiera los juzga. Es el edén, la vida sin pecado, sin culpa, sin dolor. 

He escrito acerca del presidente López de Santa Anna y del Presidente López Obrador. Leo ahora a López Portillo en sus incompresibles disquisiciones seudo filosóficas sobre el ser, el tiempo y la conciencia. Así decía en “Don Q”:

“…Qué terrible ha de ser, si es, el ser juez de los méritos. ¿En dónde esta el mérito? ¿en la total renunciación?”

Quizá, por eso nos ha dicho el presidente actual sobre su disolución en el universo del pueblo: yo ya no me pertenezco. 

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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