Para un gobierno cuya principal herramienta política, administrativa y de legitimación cotidiana es la palabra, el interminable y recurrente discurso de tres o cuatro ideas fijas, expuestas cíclicamente, con el inevitable monocordio de la discordia, el recurrente mal humor presidencial expresado en diatribas, amenazas, pendencias y bravatas en sentido opuesto al deseable talante conciliador de quien  a cada paso acrecienta su  poder en todos sentidos, debería ser objeto de atención general. 

La queja (denuncia, anatema, condena, crítica, censura, etc) presidencial ante las circunstancias, lo abarca todo: empresas, periodistas, partidos (hasta el suyo) y gobiernos estatales, sin posibilidad alguna para ocultar la más grave de todas sus advertencias: su capacidad de manipular la Constitución para el cumplimiento de sus tesis, como ya lo ha hecho en varias ocasiones. 

La Guardia Nacional es un ejemplo. La nueva clasificación de los delitos sobre corrupción (como si la Carta Magna fuera un enorme Código Penal) y la perpetuidad de sus programas 

socio-electorales, son otros.  

Fiel a su antigua vocación de agitador político (luchador social le dicen los correctos), cuyo verbo de fuego mandaba al demonio a “sus” instituciones, el Señor Presidente ha arremetido en días recientes (y también en los pretéritos), contra medio mundo.

Vemos una actitud incongruente en quien ha logrado tanto en tan poco tiempo. 

Hoy el Presidente tiene en sus manos al país entero; es el señor de la historia, del proyecto, del futuro, del cambio, de la fuga hacia adelante, del progreso, de la siembra y la cosecha; es el amo de las voluntades de miles y millones, tiene bajo su control a los demás poderes (sin poder) de la República. Domina a los legisladores porque tiene mayorías en ambas Cámaras. Somete a la Corte, como ya se ha visto y no se requiere más abundamiento… 

Acapara industrias enteras, como se ha visto con los farmacéuticos; impune condiciones a los hospitales privados, busca el monopolio de la energía y aun cuando mañana nos muestre un pacto de colaboración con el sector privado para actividades infraestructurales, quizá este empeño como los anteriores, también naufrague.

Y ni hablar del Poder Político: sin oposición, sin partidos antagónicos, la vida nacional se desliza por una peligrosa pendiente: mientras más aumenta el poder, más extraño se mira el porvenir, como bien dice Leonardo Padura:

 “…una gigantesca incertidumbre ahora lo cubría todo, mientras un mundo conocido y estricto se deshacía. El presente los asfixiaba con sus carencias y dilemas dolorosos, y el futuro se fue difuminando en una bruma impenetrable.”

Hoy el SP  controla los medios de comunicación de manera plena porque todos se dedican a propagar y propalar sus ideas. Él es la fuente y la materia de toda la información en el país. Es la noticia y el editorial. Controlar los medios es muy fácil: se domina su materia prima, la información. Las opiniones, en favor o en contra, no pesan tanto.

–¿Entonces?

Si en los días finales del “peñanietismo”, si tal cosa existió bajo tan difusa denominación se  hablaba del mal humor social, hoy puede hablarse del mal humor presidencial.

Recordemos algunas de esas muestras de acrimonia. Y revisemos algunas más. 

…de inmediato estaría enviando una reforma, una iniciativa de reforma al 35 (artículo de la Constitución) para que no se cancele esta posibilidad…”, dijo cuando aun la Corte no se doblaba.

Aquí hay algo sobre cuyo significado bien podrían hurgar los teóricos del Estado. La Constitución queda al arbitrio de los deseos de un hombre; se convierte en una herramienta, no en una  norma. El texto de juramentado cumplimento, se vuelve plastilina en los dedos del escultor político. 

Juro cumplir y hacer cumplir… y si no lo cumplo, lo cambio y luego lo cumplo, y si no, lo vuelvo a cambiar y lo vuelvo a incumplir, y así hasta el infinito. 

Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Los presidentes de México diosecillos sexenales todos ellos, reescriben cada periodo una constitución a su imagen y semejanza. Y no es nuevo, todos han sido iguales. La Constitución se convierte en un manual de operaciones del gobierno o el partido. O en un mazacote.

Si en el año 68 del siglo pasado, bajo cuya sombra viven y sobreviven tantas de las leyendas de la izquierda ahora empoderada; se reclamaba la desaparición del delito de “disolución social”, ahora vemos la “disolución constitucional. 

Cuando la corte dobló la cerviz y para tapar el ojo del macho repuso la pregunta tendenciosa por un galimatías vago y jurídicamente insostenible (“…ya se va a ir descifrando porque es un poco genérica…”, dijo el SP), el mal humor siguió:

“…Están muy enojados los intelectuales orgánicos, pero entonces, ¿en qué quedamos?, ¿somos demócratas o no?, ¿la política es asunto de todos o es nada más asunto de los políticos y de los expertos y de los del llamado círculo rojo?, ¿no cuenta la opinión de los campesinos, de los obreros, de la mayoría de los mexicanos? Yo creo que fue un avance importantísimo lo de ayer…”

“…que nadie se preocupe más de la cuenta. Nuestro pueblo es inteligente, es un pueblo sabio, es un pueblo que sabe tomar decisiones y va a votar por lo que considere más importante para el país, para la nación, son ciudadanos de verdad, no ciudadanos imaginarios, como era antes…”

Este entusiasmo por la nueva era de la “consultivitis” (ni tan nueva), no tiene mucho sentido. La fórmula de preguntar ya está instituida y nada nuevo erigieron los comprometidos ministros de la subordinada corte. No se debería confundir el derecho con la forma como el derecho se aplica. Son dos cosas distintas. 

En ese sentido el malhumor siguió. 

La crítica de la Barra Mexicana-Colegio de Abogados (“al adoptar una decisión sin argumentos, (la Corte) no sólo se dio la espalda a sí misma y a sus decisiones precedentes en la materia, sino que le dio la espalda a la imparcialidad con el ánimo de evitar confrontación con el poder político, perdiendo en ello su independencia”) , fue censurada por el Señor Presidente de esta hacer manera:

“–Es esto que está pasando también con lo de la consulta. Imagínense, para un abogado conservador que no alcanza a aceptar que el pueblo manda, ¿cómo una consulta? Hasta hace poco había abogados que decían: ‘¿Cómo se va a tomar en cuenta al pueblo, si no sabe?, esto es un asunto de los abogados’.

Pero no es solo con picapleitos rejegos o periodistas incómodos o industriales corruptos o ex presidentes bandidos contra quienes día con día se endereza la filípica inclemente. También es contra algunos gobiernos estatales insumisos, hasta llegar al punto del congelamiento, como sucedió el viernes en Chihuahua. 

En los primeros días de la 4ªT, en los mítines y reuniones casi siempre con pretextos baladíes (inaugurar una llave de agua, un metro de tubería o una clínica pueblerina o un tramo carretero), se acarreaba a los seguidores morenista para amotinarse e injuriar a voz en cuello al gobernador en turno, tras lo cual el Señor Presidente, como un bondadoso ángel de la paz, invitaba al pueblo– antes estimulado por los suyos–,  a la civilidad y el respeto a las autoridades.

Ahora ya ni siquiera es eso, ahora se les niega hasta el saludo:

“…Vengo a decirles que, independientemente de las diferencias que tenemos, que no se pueden ocultar, porque ya basta de hipocresía y hay que llamar a las cosas por su nombre, independientemente de las diferencias que tenemos con las autoridades de Chihuahua, nosotros vamos siempre a seguir apoyando al pueblo de Chihuahua, que no se malinterprete… ” 

Pero de esto no se salva ni Morena: 

“ (Crónica).- López Obrador advirtió a los líderes de su partido que no son indispensables y que ojalá entiendan que deben estar a la altura del pueblo.

“¡Ya al carajo con el oportunismo!”, exclamó el jefe del Ejecutivo y llamó a los dirigentes a no confundirse, porque es el pueblo el que manda…”

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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