El “scketch” matutino de ayer en la conferencia mañanera del Palacio Nacional –entretenimiento favorito de los niños y los papás de los papás de los niños, por su similitud con el Teatro Fantástico durante la pandemia–, corrió a cargo del señor secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien fue «piñateado» por el Señor “Presidente de la República tras su incursión en la polémica nacional, en favor del uso del cubrebocas, la cual supera la pugna entre liberales y conservadores.
Como todos sabemos el señor Herrera fue víctima del Covid. Los demás lo somos del Iva. Estuvo recluido en sus aposentos desde el 25 del mes pasado y durante un tiempo necesario para superar la infección observó el desarrollo de la precaria economía nacional. Si los demás practicaron el “home office”, él impuso el “tax office”.
Y no bien había reaparecido de sus quebrantos (así haya sido, primero, pálido en la virtualidad de su pantalla), tuvo una ocurrencia feliz: recomendar el uso del cubrebocas como favorable para la recuperación económica. Los enfermos no trabajan, pensó.
Quizá lo haya hecho con la autoridad de haber pasado por la infección sin manchar su plumaje, ni exponerse al “triaje” (muy mal viaje), en un pantano infestado de virus, pero el caso le fue desafortunado.
Asoció el señor secretario –con doctorado en la Universidad de Nueva York, lo cual agrega Corleone a su apellido– la precaución sanitaria del KN-95 con la recuperación de las actividades productivas y el mundo se le vino encima.
Estas fueron las declaraciones y estas las respuestas desde el Olimpo nacional.
“Arturo Herrera, titular de la SHCP, afirmó que el uso del cubrebocas permitirá relanzar con mayor éxito la economía, luego de considerar que la pandemia durará más de lo previsto originalmente.
“Éste va a ser no solamente uno de los elementos más importantes para protegernos, sino que va a ser uno de los elementos que permitan relanzar con mayor éxito a la economía”, sostuvo el funcionario durante su participación virtual en el Consejo Directivo Nacional de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra).
“Asimismo, felicitó a los industriales encabezados por Enoch Castellanos, presidente de la Canacintra, por usar cubrebocas y caretas durante sus reuniones de trabajo.
“En la reunión virtual, el funcionario mostró el cubrebocas que lleva con él y subrayó que en los escenarios hacia futuro se debe considerar que hay que convivir con la pandemia al menos siete meses más o, incluso, un año o más, hasta que haya un tratamiento o una vacuna”.
Pero como todos los hechos nacionales pasan forzosamente por el tamiz calificador del Señor Presidente en sus pláticas matutinas, una audaz reportera le inquirió, a sabiendas de la reticencia presidencial ante el uso de semejante adminículo (se pone en la cara, conste), y el Ejecutivo así le respondió:
“…Creo que está muy … desproporcionado, ojalá fuese eso, si fuese el cubrebocas una opción para la reactivación de la economía, me lo pongo de inmediato, pero no es así… yo sigo las recomendaciones de los médicos y científicos (…) no creo que Arturo haya dicho eso”…”
Pero Arturo, quien fue llamada al púlpito a explicar sus desmesuradas, subió a la tribuna en medio de pucheros y sonrisas nerviosas.
“…lo utilicé (fue) como una analogía para decir que en la reactivación económica vamos a tener medidas de cuidado y que la economía va a tener que estar en circunstancias distintas. Era en un contexto de Canacintra y se van a estar marcando distancias en las cadenas de producción utilización de caretas y cubrebocas.
“Era una analogía para decir que nos vamos a tener que cuidar a través de mecanismos distintos. El regreso a una normalidad ya comienza a recuperar empleo”.
De todo este enredo se rescatan algunas cosas.
Una de ellas es al desconocimiento de la palabra analogía. Nunca fue tal, fue una expresión consecutiva: si hacemos esto (medidas sanitarias), habrá menos contagios y por consecuencia más personas trabajando y por tanto mayor velocidad en la reactivación económica. Fue una sinécdoque o en todo caso, una metonimia (échate ese tropo a la uña).
Pero lo más evidente es –una vez más—el desorden en el gabinete y el involuntario humorismo de las mañaneras. Sin ellas y las quincenas, qué horror sería la vida.
Al rato López Gatell se va a meter con el Impuesto al Valor Agregado o los recursos a los Estados o cualquier otra de las atribuciones de Hacienda.
–0–