Con precisión de cirugía Alfonso Ramírez Cuellar, el presidente provisional (no providencial) de Morena, suave en los modos e implacable en el cumplimiento de la encomienda, aprieta el cerco contra Yeidkol Polenvsky, la secretaría general en funciones (pronto en defunciones), depuesta y exiliada a los confines del desprecio partidario, esa tierra seca donde no florece nada, ni siquiera las llamadas de auxilio al fundador, promotor, organizador y patriarca del movimiento regenerador, quien como los marinos de Ulises, tiene cera en los oídos y no escucha los lamentos de quien en un tiempo fue su fidelísima colaboradora, hasta para llevarle a la casa de Copilco, el portaviandas con sopita y la agenda del retorno al gobierno del DF de donde lo habían desaforado.
Pero no se salvan de los escándalos inmobiliarios ni los morenos de siempre ni los advenedizos, ni los heredados del pasado. Las casas y las cosas.
A las revelaciones de la Inmobiliaria Bartlett, ahora se ve el real estate Ackerman, Sandoval & etc., en un ámbito donde nadie hurga por las posesiones materiales de “Napito” ni mucho menos en los condominios estadunidenses de la secretaria de Gobernación o la familia del señor de las Comunicaciones, porque el concepto de bienes inmuebles es cada vez más cierto: nada es tan real como el suelo el predio donde se finca o lo fincado en el piso firme o la tierra pródiga, aunque haya caminos de disimulo para encubrirlos, disimularlos, disfrazarlos, ponerles actas de nacimiento falsas, escrituras apócrifas o desvíos notariales. Siempre hay modo.
Aunque muchos no tengan testa siempre tiene testaferro, hombres de paja, simuladores dispuestos a cargar con algo ajeno, como si fueran Atlas auxiliares sobre cuyas espaldas de notaría cómplice, llevan la losa de una propiedad ajena como quien se presta a un matrimonio “por poder”.
Poderdantes y apoderados, y en esa ensalada se mezclan las ambiciones frente a cuya denuncia no prevalecerán las puertas del infierno, porque el “dream team” de los artilleros sincronizados, los Felipe Ángeles de la reivindicación tuitera del honor contralor; simultáneos en la defensa del prestigio de la cándida Eréndira y Mr. Johnny, ya se encarga y se seguirá ocupando en lanzar al fuego de las redes sociales a los réprobos neoliberales y herejes conservadores, cuya intención no es exhibir inmoralidades o riquezas repentinamente habidas, sino hacer de estas falsedades, herramientas para desprestigiar al movimiento de un solo hombre, en el futuro país del mismo hombre.
Y así vamos mientras Yeidkol sufre el mismo destino de otra mujer alguna vez amiga de quienes hoy no la quieren, doña maestra Robles, a quien comenzaron por culpar de otro lío inmobiliario cuando le dio al Partido de la Revolución Democrática una sede en la Escandón, de antigua alcurnia porfiriana ¿Recuerdan ustedes el follón?, vaya tiempos, señor don Simón.
Las casas y los ranchos; las propiedades, las herencias oportunamente recibidas, las daciones en pago; los obsequios, las cesiones, las concesiones y los disfraces inmobiliarios cuya realidad de pronto se aparece para exhibir con elocuencia las habilidades crematísticas de quienes se han hecho de finca en Malinalco o de Casa Blanca en las Lomas, la cual –por cierto—no llega en valor ni siquiera a lo ahora demandado a la señora Polenvsky, a quien le atribuyen malas maniobras por el elevado monto de los 395 millones de pesos, con lo cual se compra uno un feudo en Coyoacán, como si se apellidara Barbosa y quisiera presumir de “nouveau riche” en mole poblano o esconder bajo la manga el relojote de las Relaciones Exteriores.
Todos tienen su tierrita, todos saben de sus haberes bien o mal disimulados tras las faldas de la compañera, la concubina o la suegra, porque en esta labor de disimulo valen esposas o hermanas y hasta las madres, pero nunca nos olvidemos; no toda las madres son iguales, porque a la mamá del señor Marro la enchiqueran en los separos, mientras a la genitora del Chapo la saluda diligente YSQ, faltaba más y sobraba menos, porque todos somos iguales pero hay de delincuentes a delincuentes y de madres a madres.
A fin de cuentas los favoritos pueden hacer y deshacer siempre y cuando sigan fieles al evangelio, no importa si pecan de simonía o de cuando en cuando se deslizan por incumplir los mandamientos séptimo y décimo y codician lo ajeno y cometen indebida apropiación y caigan en avaricia, codicia o ambición indecorosa, alejada de la austeridad republicana.
Austeridad franciscana, si señor.