El seis de septiembre de 2006; en el Zócalo de la ciudad de México, furioso por el invocado fraude electoral del cual había sido víctima, Andrés Manuel López Obrador pronunció una memorable frase en el país de las frases memorables:
“Al diablo con sus instituciones”.
Pero ese destino (¿desatino?) infernal fue durante mucho tiempo mal citado. Sus críticos lo acusaban de haber mandado al averno a LAS instituciones, cuando él se refirió a los organismos creados para tener respaldos teóricos a favor de actos políticos, o para expandir el techo de la protección burocrática de quienes sostenían al antiguo régimen: SUS instituciones.
Sin embargo, una vez con el poder en las manos, aquella frase se convirtió en una de las líneas centrales de la política de gobierno y en una redefinición de las instituciones del Estado.
Una vez más el Señor Presidente ha cumplido su palabra: ha mandado al diablo, ahora de verdad, no en el volandero discurso de la plaza, a las instituciones cuya existencia le resulta estorbosa en su afán infinito de acumular dinero para regalar a cambio de los votos de la siguiente elección, con el disfraz de sus nuevas instituciones: los programas sociales, ahora programas constitucionales.
“vamos a ser un ajuste administrativo, ya no son las mismas condiciones, ahora necesitamos que el presupuesto le llegue a la gente. El gobierno estaba ensimismado, se robaban una buena cantidad del presupuesto y otra cantidad del presupuesto importante se destinaba a mantener un aparato burocrático oneroso, con sueldos elevadísimos, 600, 700 mil pesos mensuales, asesores, direcciones generales, viajes al extranjero. Ahí se quedaba el presupuesto…
“..Vamos a analizarlos, pero sí son cientos, sin duda pasan de 100 organismos de estos, independientes, autónomos…”
El Señor Presidente ha dicho cómo la Conapred, podría ser absorbida por la subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación al frente de la cual está Alejandro Encinas quien compite por el puesto del florero sexenal.
Simplemente no sirve para nada. Y no por ineptitud, sino por un error de diseño: los Derechos Humanos son violentados por los gobiernos quienes poco hacen por investigarse a sí mismos. Por eso en algún tiempo se crearon comisiones autónomas, como la desaparecida CNDH.
La principal labor, encomendada a Encinas, junto con la solución del caso Ayotzinapa, ha sido la búsqueda de desaparecidos, ha sido cedida a la Comisión Nacional de Búsqueda de personas ,a lo cual se ha distinguido por su trabajo en encontrar huesos desperdigados por todo el pañis en cientos de fosas clandestinas.
Si los gobierno anteriores creaban comisiones para esto y para aquello, este gobierno también sigue el mismo camino de la obesidad burocrática. Pero las suyas, como la dicha líneas arriba, son buenitas y justicieras.
Y cuando no pueden con el paquete, entonces acuden a comisiones del extranjero, como en el Caso Iguala, cuya solución ha sido encargada –una vez más—a quienes en dos ocasiones nada hicieron aparte de cobrar varios millones de dólares por repetir como papagayos los mismos rollos de toda la vida.
Pero los señores del GIEI, trabajan para otra comisión.
Si uno busca en la red las comisiones existentes en este país, se le acaba la hoja. Desde las muy grandes como la Federal de Electricidad hasta las menores como esa contra las adicciones o las de vivienda, protección al salario, de riesgos sanitarios, de Salubridad General y hasta las relacionadas con los pueblos indígenas y la defensa de las lenguas originarias.
Mucho se ha hablado de aquella frase de Napoleón atribuida a Porfirio Díaz : “Si quieres solucionar un problema, nombra un responsable; si quieres que el problema perdure, nombra una comisión”.
Y si necesitas dinero extingue las comisiones (habría dicho el Gran Corso) y dispersa ese dinero entre la gleba para asegurarte su lealtad absoluta. A final de cuentas todo es un asunto de poder.
Pero la única realidad es esta: no ha mentido en ese afán el presidente de la República. Cuando su ira desbordaba los confines nacionales por el despojo de su victoria electoral (según él), mandó al diablo a las instituciones de aquel gobierno perverso cuya complicidad lo privó del triunfo.
Hoy, cuando el gozo por el poder aplazado rebasa las dimensiones de la euforia cotidiana, las instituciones –sean de quien sean–, se van al infierno.
PENA
Si Conapred será dirigida ahora desde Bucareli por una mujer indígena, yo lamento como nunca la muerte de “La india María”. Ella hubiera sido mi candidata.