Más allá de la simpatía o antipatía hacia el Partido Acción Nacional (jamás le he dado un voto), es preciso reconocer la naturaleza de su grupo de gobernadores inconformes: son, hoy por hoy, la única fuerza opositora más o menos estructurada frente a la presencia dominante del Movimiento Regeneración Nacional llamado Morena y su gobierno de pleno dominio nacional.
Su documento, en defensa del federalismo, la democracia, las libertades sociales, políticas y económicas, es una forma analítica y política de enfrentar a la moto conformadora Morena, sí hay de otra.
Quizá por eso, por haber aparecido abiertamente, con planteamientos precisos después de la fantasmal construcción de una falsedad llamada BOA, como decíamos antes, desde los sótanos del gobierno, en oscuro trabajo de alquimistas chambones, el presidente los ha recibido con una sonora cuchufleta sintetizada en la palabra “politiquería”.
Ellos dicen:
“…Tenemos esta certeza y reiteramos este ofrecimiento. Sí hay de otra. Se puede vivir en libertad y en prosperidad. Propiciemos la unidad de todas y todos. Llevemos salud a cada uno de los hogares. Recuperemos la tranquilidad en nuestras calles. Defendamos la democracia y sus instituciones. Hagamos de México un país de leyes. ¡Sí hay de otra!”
Y el Señor Presidente responde:
“…¿por qué lo hacen?, es propaganda pero pues también no es para mortificarnos, nosotros tenemos que seguir haciendo nuestro trabajo el pueblo nos eligió para transformar.
“Es un asunto político y estrictamente llamando a las cosas por su nombre, politiquero, pero somos libres prohibido prohibir, todos tenemos derecho a manifestarnos y se tiene que garantizar el derecho a disentir y no incomodarnos ni tener la piel así muy delgadita para no resistir insultos”
Es verdad, todo mundo tiene derecho a disentir y hacer política, a buscar el poder, a organizarse a reunirse y agruparse (a pesar del Covid 19), pero no parece haber en el documento panista ni un rastro de insulto cuya resistencia requiera piel de elegante o rinoceronte.
Proponer acciones para “evitar que este escenario (de la epidemia y la estrategia gubernamental frente a ella) se convierta en las próximas semanas en una emergencia humanitaria donde emerjan la violencia y la ingobernabilidad”, como adivinan precavidos los gobernadores de Aguascalientes, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Querétaro, Quintana Roo, Tamaulipas y Yucatán, ni parece politiquería; más bien parece política, sobre todo porque entre todos estos señores gobiernan a millones de mexicanos.
No se trata en este grupo de fantasmas o documentos misteriosos cuyo origen no comparte ni quien los ha escrito e intentado divulgar en la prensa nacional antes de hacer el montaje en el Palacio Nacional con todo y el ritual mañanero de acarreados y sumisos, (antes los montajes los preparaba García Luna), sino de políticos en ejercicio de funciones (iba a decir responsabilidades, ero quizá no en todos los casos) públicas.
La respuesta del presidente no va a al fondo de la materia sino a las motivaciones para producir la queja y también tiene razón,, pero a medias. Ya se saben las limitaciones legislativas de los gobernadores en estas materias, ya se conoce la inutilidad crónica del Senado de la República en materia de federalismo, y ahora peor, pero el fondo del asunto merecería discusión.
Claro, discutir desde la descalificación mutua es un afán más allá de lo bizantino, pero eso no impide una cierta validez en el ejercicio opositor.
La verdadera discusión sobre éstos puntos del federalismo fiscal o de otra naturaleza –todo es una distribución del poder; eso es la política–, debería darse en el Senado de la República si este fuera algo similar a su origen, y no el amasijo de representatividad estatal y ciudadana con cuyas fórmulas plurinominales lo convirtieron hace años, hasta dejarlo inútil para muchas cosas, excepto para el juego político de contención.
Como sea el grupo panista significa algo. Tanto como para recibir el rapapolvos presidencial y la acusación de separatismo golpista:
“…Sinceramente me parece hasta una intención de agruparse como golpista, perdón pero lo veo de esta manera; separatista, sería mejor la palabra, el hacer grupos para diferir de una estrategia que debe ser nacional. Frente a la pandemia no podemos separarnos, al contrario, tenemos que unirnos…”
La expresión golpista es errónea. Quizá por eso el Señor Presidente la matizó con “separatista”. El golpismo nunca anuncia sus intenciones, actúa desde las sombras y traiciona al Estado del cual forma parte.
Quizá una revisión del pacto fiscal sea ilusoria, pero hacer política no es golpismo. Es competencia.
–0–