La explicación del doctor Hugo López Gatell sobre la abundancia de difuntos soltada así nomás, con la ligereza de una contabilidad rezagada, no modifica el panorama en conjunto.
Si hemos pasado ampliamente los diez mil decesos (podrían llegar en algunas semanas a 30 mil), y no teníamos constancia de los difuntos pasados, todo hace suponer una mortandad posterior, cuando los responsables de “domar” la epidemia, sean al menos capaces de usar correctamente un ábaco.
Mientras tanto, entre estas discusiones bizantinas sobre si fue primero o el muerto o su registro, si se están sumando bien los casos, si ya sabemos las dimensiones reales de los contagios y toda una larga fila de “síes” condicionales, las cosas no parecen ir mejor. Como diría Bartlett, chu,chu,chu…
Por ahora solamente sabemos una cosa: la crisis “ecososa” (económica-social-sanitaria), como la recurrente cresta de las infecciones, está muy lejos del control, hasta en el manejo de los datos.
Los médicos acumulan cansancio y fatiga; los insumos de atención hospitalaria no son suficientes ni de buena calidad y el país sigue jugando a los volados, a veces con la vida, a veces con la muerte.
Eso recuerda esta declaración de Andrés Manuel López Obrador durante la epidemia del H1N1:
“…Yo creo que tenían que haber definido una estrategia primero; lo que se hace en estos caso es localizar el problema; es evidente la improvisación en todo… hay que verlo en el manejo de las cifras…”
Hoy el manejo de las cifras es una desorganización total.
–No hay muchos muertos, jefe, simplemente, se nos amontonaron, dijo el “tal Hugo”.
SUAREZ
Hoy, cuando todos se quieren apropiar de Héctor Suárez y hasta quien lo insultaba en público lo llora en entrevistas tan falsas como un billete de tres pesos (como suelen ser todas en la prensa “especializada”), vale la pena recordar estas líneas, publicadas aquí en el 2013.
“…A nadie le sorprende hasta dónde puede llegar a ser imbécil la caja idiota. ¿Cuál puede ser la frontera más allá del leperismo de la peor carpa, más allá de la zafiedad, la brutalidad y la grosería extrema a los cuales se ha rebasado?
“Quizás en México el peor extremo lo haya presentado el “Roast” de Héctor Suárez (Comedy central) y un equipo de lamentables patiños, quienes la noche del domingo se injuriaron, insultaron; describieron sus peores condiciones personales y profesionales a través del viaje por un lodazal de majaderías insensatas, fuera de toda gracia o comicidad.
“Baja estofa, perversidad sin límites, retahíla coprológica interminable para darle pie, finalmente a una especie de catarsis del señor Suárez cuyo pasado histriónico es demasiado remoto como para seguirse ocupando de sus rencores, desviaciones; confesiones y búsquedas espirituales, en la peor hedentina posible.
“El “programa” se inscribe en las líneas de los “talk show” y no tiene finalidad más allá de un entretenimiento soez sin pausa y una hilaridad de pena ajena.
“Es degradante, humillante e innecesario y a veces resulta grotesco ver cómo en el nombre de la santa pantalla los agredidos reaccionan con sonrisas pasmadas ante las injurias del otro, ya sea para decirle marrana gorda a Martha Figueroa o puto, puto, puto a cualquiera de los actores de medianito pelo cuya oportunidad de aparición compensa su falta de contratos, tal es el caso de una decadente Anabel Ferreira.
—Me han querido rostizar, advirtió Suárez en esta especie de “tírenle al negro”, y la emprendió contra su hijo, un señor cuyo mayor mérito es la calvicie y una sonrisa permanente propia de quien ignora los motivos de su risa, quien a su vez se había cebado en las agresiones montoneras contra su padre a quien le recordaban su pasado de adicciones varias y le querían ofender por su edad, sus cirugías y su actual vida familiar.
“Horrible, pues.
“En contraste con ese estercolero ¿todavía existirá la Ley Federal de Radio y TV? ¿Alguien sabe quién dirige, si dirige, RTC?”
Hoy, difunto el personaje, duele ver cómo alguien cuyo talento histriónico fue evidente e innegable, haya perdido sus últimos años envuelto en una manta de corajes, furias y rencores.
Su última serie de entrevistas, al menos las registradas por este redactor, fue con Carlos Marín, en “Milenio”. También recuerdo su crítica a las conferencias presidenciales, en la cual censuraba los métodos evasivos del Ejecutivo, quien jamás responde si no le conviene la pregunta, frente a un batallón de periodistas “sin huevos” para revirarle. Para Suárez todo era cosa de “huevos”. En su caso le sirvieron sólo para machucárselos.
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Que duro comentario final, pero en general, tendemos a solo ver las cosas buenas del difunto. Descanse en paz