El humor, la broma, la chanza, pueden ser altas expresiones de la inteligencia, excepto cuando ocurren de manera fallida, en busca de otro afán. Entonces se llaman ridículo.
En contraste con la mala comicidad del gobierno y sus “puntadas” –incluida doña Susana Distancia–, la enorme colección de memes espontáneos, refleja –en el fondo–, el optimismo dentro del hastío.
“Pavorreal que se aburre de luz en la tarde…” y también en la mañana, dijo el otro, don Agustín. El encierro y el desconocimiento ante el porvenir, pueden ser los padres del ingenio, así como la ociosidad de todos los vicios.
Un viejo humorista español, Enrique Jardiel Poncela, tiene un tomo para entretener a los convalecientes en el cual nos habla del “descubrimiento de una sustancia que no quitaba el hambre, pero quitaba las ganas de comer.”
Como el agua lo cura todo, a los ahogados se les quitan todas las enfermedades.
Parecido a aquello de nuestro secretario de Salud , el doctor Jorge Alcocer, a quien su mutismo no le quita el cargo, pero sí la carga, les dijo a los padres de los niños sin medicamentos contra el cáncer: no es necesario tomar las medicinas. Si no las toman, no pasa nada.
Algo parecido dijo el señor subsecretario, López Gatell, quien soltó dos profundidades hilarantes dignas de Capulina:
—…mejor si al Señor Presidente le diera coronavirus porque entonces pasaría el periodo de enfermedad y quedaría inmune.
En fin, en el caso del Señor Presidente y su contagio “controlado”,
¿cuáles fueron las pruebas de inmunidad o no recurrencia conocidas por el vocero viral? Ninguna, sólo ocurrencias anti científicas y profundamente lambisconas.
Y si esas memeces no fueran suficientes, pues hay otra perla suya de mal humor: el coronavirus como todas las infecciones respiratorias de ese tiempo, se cura porque el organismo activa su sistema defensivo y genera inmunidad.
Cuando los médicos nos dicen, lo mejor es enfermarse para inmunizarse gracias al poderoso sistema defensivo natural (el cual falló tanto como para enfermarse), nos debemos preguntar, ¿ entonces para qué queremos médicos en el mundo? Es un pésimo chistorete.
Es como si a la beata la consolaran por el embarazo de su quinceañera con el argumento de perder preocupación por la virginidad de la niña. O como aquel médico, cuyo consuelo a la familia del muerto por Coronavirus, fue decirles, pero si quieren les compro el aparato del oxígeno.
Hoy los “memes” sustituyen a los humoristas. O mejor dicho, nos permiten a todos ser humoristas.
Pero regresemos a esa extraña habilidad de los políticos para hacer humor involuntario o en contra de su manifiesta intención, lo cual es peor.
Las bromas pueden ser simples palabras de ingenio o el impulso disimulado para una situación equívoca, pero también actos humanos de consecuencias irreparables. Cuando alguien quiere hacer un chiste a fuerza, por fuerza se equivoca. El humor debe ser natural, sencillo, ingenioso; es decir, creativo, constructivo.
Hay cosas de apariencia seria pero de materia jocosa.
Un ejemplo lejano: aquella ceremonia de toma del poder (sin el poder) del Gobierno Legítimo del actual presidente de la República tras las elecciones del 2006, con todo y un gabinete de utilería, un escenario de cartón y una falsa banda presidencial.
Ni siquiera era jocoso, daba pena, no por el hecho en sí (bien podría haber pasado por un “happening” ingenioso), sino por la grave seriedad con la cual los convocados se tomaban su papel, como si de verdad le estuvieran cortando un gajo a la epopeya y posaran para los frisos de la eternidad broncínea.
Algunos de ellos –ya en la realidad–, ahora forman parte del gobierno constitucional, de un régimen instituido por la voluntad electoral de 30 millones de ciudadanos, no por un espectáculo de teatralidad fallida. Ni Jesusa.
Es la diferencia entre la farsa y la vida.
Pero ahora, en las condiciones de emergencia no declarada del todo, hay quienes se comportan como si la realidad fuera negociable. Dejemos todo al designio de la mano invisible del virus, como el mercado, según nos ha dicho –sobre la economía–, el Señor Presidente con un libro de Adam Smith bajo el brazo.
Vaya.
Y termino con dos frases de EJP:
“…para hacer una vida higiénica que beneficie a la salud, hay que tener una salud a prueba de bombas”.
Y esta:
“El médico de cabecera está siempre a los pies de la cama.”