Ya nos lo había dicho el Señor Presidente cuando no ocupaba el alto sitial del Poder Ejecutivo: no se debe tocar a la mujer ni con el pétalo de una rosa.
Pero si él pone tan florales límites personales a su tacto, no lo hacen así cientos de criminales cuya sevicia se satisface en asesinatos de indefensas a quienes apuñalan, tirotean, despellejan –como Cirilo, quien desolló a Hipatia de Alejandría en el año 415–, queman con ácidos corrosivos; patean, secuestran, lastiman, marcan como reses, prostituyen, acosan, violan y mantienen en el sometimiento patriarcal de cuyos efectos se deriva todo lo demás.
No; ser mujer resulta a veces muy difícil muy complicado para las cosas más simples, para caminar por las calles, para usar los transportes públicos, lograr trabajo sin someterse a los rigores comúnmente aceptados del “casting coach”, ya sea en las producciones del cine o la TV o en la caja del banco, el escritorio de la oficina.
Por eso, por la sucesión de abusos y riesgos, las mujeres han adoptado el himno chileno de señalar a los violadores, para dejar en claro de quien es la culpa de la violencia; si de la víctima o del victimario, porque no es posible culpar a la oveja y perdonar al lobo.
Y en México, donde todo llega tarde, pero de todos modos se adapta, el movimiento de pañuelos verdes , rostros cubiertos y pinturas de aerosol –cuya nube de colores deja la huella de la protesta, mancha con el apresurado testimonio de grafitis y manchones burdos– sirve para exhibir otras cicatrices, otras omisiones, otros desprecios desde el poder.
Las marcas de las piedras, los portones de madera en el Palacio Nacional, la nobles canteras de la historia, el mármol de Bellas Artes y la toga de Don Benito Juárez, así el gran Marcelo, emperador de la Alameda, diga, socarrón, cómo todo quedó restaurado y las furias le han hecho apenas una caricia de viento al benemérito.
Pero esos vientos tienen efectos posteriores. La enorme popularidad del Señor Presidente, piedra angular cuya firmeza sostiene hoy al edificio de la Cuarta Transformación, no tiene entre el electorado femenino de hoy la misma dimensión de hace unos meses. Y de seguir así las mujeres ofendidas serán una poderosa fuerza electoral.
Su imprudente declaración en torno del temario matutino de su comparecencia cotidiana ante los medios (para manipularlos, no para otra cosa), fue suficiente para detonar la ira con magnitud tan extendida como para no exagerar si se dice: le prendieron fuego a las puertas de su casa.
Si el viernes no lograron el incendio pleno de las jambas y hojas de la puerta por donde caminaba Don Mariano Arista (por eso se llama Mariana; no por la Virgen), fue simplemente por un matiz de la violencia. La madera estaba mojada.
Para quien lo haya olvidado, este fue el detonante de la ira del viernes:
“…no quiero que el tema sea nada más lo del feminicidio, ya está. ¡Muy claro!
“…Se ha manipulado mucho sobre este asunto en los medios, no en todos desde luego, los que no nos ven con buenos ojos aprovechan cualquier circunstancia para generar campañas de difamación, así de claro, de distorsión, información falsa. Este es el caso… Entonces, la verdad, ofrezco disculpas por decir…
“Sí es importante lo del feminicidio, o sea, pero ya estoy viendo cómo esa va a ser la nota, el feminicidio. Y no… porque fue una manipulación…”
Y volvió a su tema personal, ese por cuya imposición los empresarios admitieron el pago de piso por mil 500 millones de pesos para la rifa sin rifa de un avión condenado a la palabrería.
“…Entonces estoy muy contento. Si vengo a decirles que empieza la semana que recibimos dos mil millones para la gente que lo necesita y me van a voltear el sentido de esta conferencia, sí, no me gusta eso…”
Momentos antes de tan desafortunada pieza oratoria, insuficiente para mudar el criterio de las mujeres ofendidas, las cuales tomaron una vez más la ciudad de México y la emprendieron contra todo aquello cercano a la denigración de su causa justiciera –los medios cómplices, el Estado patriarcal machista, el gobierno incapaz, el presidente insensible–, el fiscal Alejandro Gertz Manero, cuya autonomía se comprobó con la teatralidad de un cheque de dos mil millones de pesos al Instituto para la devolución del robo, se había metido en un berenjenal sin salida: defender la tipificación del feminicidio, desapareciendo la categoría y aplicando a la muerte violenta de mujeres una condición de homicidio agravado.
Y al cerrar los ojos ante la llamada “perspectiva de género”, se hundió en un pantano de tecnicismos insuficientes ante la exigencia de las mujeres quienes nada más piden tres cosas: igualdad, seguridad y justicia.
Pero si el caso de Gertz era para dar risa, no lo era menos la severidad del 14 de febrero, con la cual el señor secretario de la Defensa Nacional cumplía con el guión ordenado por el Comandante Supremo y explicaba con muy doctos pizarrones, el comportamiento, alcances y organización de la Guardia Nacional, mientras afuera las mujeres de la ira querían meterle candela al Palacio Nacional.
El surrealismo no alcanza para tanto.
Como no alcanzó cuando el Señor Presidente, presionado por las asistentes a la “mañanera”, se sacó del bombín los diez puntos de la felicidad justiciera de las mexicanas.
Con la divina inspiración de Moisés al bajar del Sinaí, les dijo:
“…¡a ver, a ver!, el mensaje para el feminicidio:
“Uno, estoy en contra de la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones.
“Dos, se debe proteger la vida de hombres y de mujeres, de todos los seres humanos.
“Tres, es una cobardía agredir a la mujer.
“Cuatro, es un anacronismo, un acto de brutalidad el machismo.
“Cinco, se tiene que respetar a las mujeres.
“Seis, no agresiones a mujeres.
“Siete, no a crímenes de odio contra mujeres.
“Ocho, castigo a los responsables de violencia contra mujeres.
“Nueve, el gobierno que represento se va a ocupar siempre de garantizar la seguridad de las mujeres.
“Diez, vamos a garantizar la paz y la tranquilidad en México.
“¡Ya!”
Pues sí, todo cabe en el pétalo de una rosa.
DECÚBITO PRONO
Cuando el gobernador de Hidalgo Omar Fayad se proclama orgulloso tapete del Señor Presidente, ¿tendrá posibilidad de explicar la posición necesaria para tan extravagante uso? ¿Boca arriba, boca abajo? O cómo.
“(La silla rota).- Algunos cacicazgos delincuenciales se han empeñado en decir que si me he vuelto tapete del Presidente de la República, pero de ser tapete del Presidente de la República, que me ha tratado extraordinariamente bien, a ser tapete de grupos caciquiles y delincuenciales, cuenten que estoy más de acuerdo en volverme tapete del presidente».
En estas condiciones ya las cosas quedan claras en Hidalgo. Fayad será el último gobernador priista en el estado.
En estas condiciones el poderoso grupo político agrupado en torno de Javier Rojo Gómez y su descendencia familiar y política, se ha extinguido por la vía de la alfombrita. Otro tanto ocurrió con otra de las granes instituciones estatales: el Grupo Atlacomulco, hoy desaparecido.
La fuerzas estatales se desvanecieron. Ya no hay bloque sonorense, ya no hay sino ecos de un pasado cuya arena se ha llevado el viento.
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