A pesar de su sonoridad de palabra arcaica, clasificar el tráfico de drogas y las diversas formas de producir estimulantes enervantes, estupefacientes y llevarlos a los consumidores (a veces enfermos a veces delincuentes adictos, como dijo el Señor Presidente de los criminales de Bavispe), la base jurídica para sancionar estas conductas es la salud.
Por eso se llaman delitos contra la salud. Por eso han sido tradicionalmente punibles. Por el daño a los consumidores.
Como el trafico de drogas (de todas las drogas, blandas, duras sintéticas o de origen natural) es dañino, la ley lo condena. O lo condenaba por dos causas. La primera: abatir los precios al eliminar la prohibición, como en el caso de la mariguana libre y empobrecer a los delincuentes porque al dejar de serlo ya no tendrán las ganancias producidas por la veda.
Además, el argumento, poco sanitario, de la Suprema Corte de Justicia ha determinado (como si la ley lo conformara todo, hasta los efectos de las drogas, el camino de la plena libertad la felicidad plena: cada quien es libre de ingerir, fumar, aspirar o inyectarse cuanto le quepa o le plazca. Como botes de basura donde todo cabe.
Sin embargo eso no limita ni transforma la acción de los químicos en el organismo. Lo dañino dala igual, legal o ilegalmente. Por eso llaman la atención estas dos visiones gubernamentales. La primera está contenida en las palabras presidenciales de ayer, contenidas en un video de promoción de la seguridad y su relación con el consumo de drogas. Un plausible afán, sin duda alguna. La segunda en el Plan Nacional de Desarrollo.
A ver si alguien entiende:
campaña informativa nacional sobre las adicciones, enfocada básicamente a los jóvenes para orientar sobre el tremendo daño que causan las drogas.
–“Me van a ayudar todos en esta campaña, porque nada más se difunde, se conoce lo frívolo, las series.
“Desde luego que siempre van a tener libertad los medios, los productores de esas series de televisión, pero ¿qué se refleja? Que es como un paraíso el participar en esas actividades ilícitas: mansiones, carros de lujo, poder, muchachas, muchachos guapos, ropa de marca.
“Sí, puede ser que eso suceda, pero también hay otra realidad que tenemos que mostrar en los medios de comunicación y que todos ayudemos.
“La realidad que con esas drogas químicas, con el ‘cristal’, con el fentanilo, el que se atreve a consumir esos productos, esas drogas, puede morir en un año.
“Y eso es tristeza, es dolor, es sufrimiento para los jóvenes, para sus familias, ese no es el camino para conseguir la felicidad. La verdadera felicidad como lo hemos dicho muchas veces desde el Zócalo corazón político, social, cultural de México, la verdadera felicidad es estar bien…”
Y durante la conferencia:
“…Sintética, cristal, veneno.
“Pero sí vamos a volvernos expertos, porque es buena tu pregunta, porque vamos a informar cómo es un laboratorio, cuáles son las sustancias, de dónde llegan las sustancias, cómo se elaboran, cuánto cuesta comprar la materia prima, cuánto cuesta vender las pastillas, qué daño hacen, qué parte del cerebro destruyen, por qué son de alto riesgo, peligrosidad, por qué matan….”
“Y todos tenemos que ayudar en esto. Y desde luego informar a los jóvenes. Hay Jóvenes Construyendo el Futuro, hay becas, hay Sembrando Vida, hay becas para el deporte, escuelas para futbol, escuelas para béisbol…”
Este elogio de la vida sana y la verdadera felicidad, podría chocar con otras visiones, por ejemplo la liberalización de los mercados con lo cual se perjudicaría financieramente a los traficantes, pero se pondría en oferta abierta, sin límites de consumo (como sucede con el alcohol, por ejemplo), un amplio surtido de drogas de todo tipo, tan dañinas como siempre.
Si no fueran suficientes los problemas de salud pública ocasionados por la comida “chatarra”, ahora se propone legalizar la “metida chatarra”.
Esto dice el Plan Nacional de Desarrollo:
“…En materia de estupefacientes, la estrategia prohibicionista es ya insostenible, no sólo por la violencia que ha generado sino por sus malos resultados en materia de salud pública: en la mayoría de los países en los que ha sido aplicada, esa estrategia no se ha traducido en una reducción del consumo.
“Peor aún, el modelo prohibicionista criminaliza de manera inevitable a los consumidores y reduce sus probabilidades de reinserción social y rehabilitación.
“La «guerra contra las drogas» ha escalado el problema de salud pública que representan las sustancias actualmente prohibidas hasta convertirlo en una crisis de seguridad pública…”
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