Puede ser explicada o desautorizada de muchas formas, pero la andanada ruin de insultos y amenazas contra la familia Le Barón por las actitudes quejosas de Adrián y Julián frente al gobierno de los Estados Unidos (a fin de cuentas ellos como ciudadanos de ese país pueden invocar su protección dentro y fuera de las fronteras), es uno de los peores momentos en la inducción perversa sobre las redes sociales (benditas, ha dicho alguien).
La maledicencia anónima y quizá hasta robotizada (alguien programa los robots, además), llegó a un momento no conocido de repudio público. Hasta el Señor Presidente, quien como ha dicho tantas veces tanto les debe a esas mismas redes, fue claro en la orden, cuya naturaleza no faltará quien interprete como contraorden.
“…decir que nos respetemos, que no haya confrontación, que no haya insultos, que haya tolerancia, que podamos todos exponer nuestras ideas sin faltarle el respeto al adversario. Nada más eso, respeto. Y ya mañana hablamos, mañana hablamos sobre el tema…”
Obviamente la circunstancia habría merecido una respuesta más precisa, sobre todo por el tono de la pregunta en la conferencia, pero el Señor Presidente prefirió salir por petenera de la mañanera con el pretexto o motivo del día de acción de Gracias lo cual del Río Bravo para abajo, nos importa un… carambas (aunque no rime).
El cobarde linchamiento de los LeBaron, tuvo su origen en una carta enviada a gobierno americano. A partir de ahí se inicio una cascada de dicterios en su contra, de cuyo mefítico caudal, ni siquiera el clero político fue ajeno:
“…El padre Alejandro Solalinde consideró lamentable que integrantes de la familia LeBarón hayan acudido a pedir ayuda al gobierno de Estados Unidos mediante la designación de los cárteles del narcotráfico mexicanos como organizaciones terroristas.
“Se están equivocando, señalé que en el caso de los LeBarón, que son México-norteamericanos, pues acudir a una autoridad diferente a la nuestra era lamentable”. De qué lado están, llegó a preguntar”.
Curiosa manera de practicar una de las virtudes tiene el señor cura (“curita de cuarta”, le dice Calderón), pues no parece ser esa una forma solidaria de practicar la fraternidad en Cristo.
Pero las censuras a los LeBaron, cuya tragedia sin límites o debería reservarse en los terrenos de estas mezquindades grilleras, ha tenido la participación de notables politólogos , como un señor cuyo nombre profesional (es monero, él), nos advierte de su gran curiosidad intelectual: “El fisgón”.
“…La carta de los Le Barón a Trump es una invitación a que EU intervenga en México. Tiene un antecedente en las gestiones de los conservadores del XIX ante Napoleón III. Nos solidarizamos con la tragedia de los Le Barón. Repudiamos su carta. Terrorista, el Ejército yanqui”.
¡Ándale!. Eso le debe haber dolido a los fantasmas de Sam Houston y Winfield Scott y hasta el Mariscal Bazaine.
Pero la estupidez humana, como el infinito (le atribuyen a Einstein), es lo único infinito e ilimitado. Una señora de nombre Pilar Sicilia Montes de Oca, quien dirigía una revista llamada “Algarabía”, escribió esto, entre otras cosas. Ya la corrieron:
«…ni tantita tristeza me dan los #LeBaronFamily…Pues les tocaba un destino peor que la muerte». Sus demás mensajes son igualmente repugnantes e idiotas.
En medio de todo este estercolero, alguien debería tomar seriamente este punto de vista. Fue publicado por La Jornada:
“…El ex agente de la DEA Jack Riley –identificado como uno de captores de Joaquín El Chapo Guzmán– declaró que esa medida es justo por la que ha abogado durante años.
“Sería un jonrón, dijo a Fox News. Esto es exactamente lo necesario, al señalar que la designación liberaría fondos adicionales y la ayuda de las agencias de inteligencia y militares de Estados Unidos.
“Aunque es controvertido, y se afirmará que viola la soberanía mexicana y que “no podemos usar nuestros militares ahí… vean lo que hemos hecho en Irak y Afganistán en combatir a terroristas y lo que hemos logrado contra ISIS”.
El mensaje es preocupante por dos razones. Una porque ofrece una crisis como las generadas en Irak o Afganistán, no por el terrorismo sino por las presencia de tropas americanas y la otra; por la evidencia de cómo nos preocupan los hechos por venir cuando ya han ocurrido:
Con declaratoria de terrorismo o sin ella, en México operan agencias extranjeras (y hasta una Comisión Binacional, nodriza de la “Iniciativa Mérida”), todos los días, con la abierta colaboración sumisa y hasta orgullosa del gobierno mexicano. Este y todos los demás.
La CIA, la DEA; los vuelos de inspección, los drones, los agentes migratorios, los espías cubiertos y sin descubrir. Frente a ellos todos somos Álvarez Machain.
–¿O no eran las exigencias estadounidenses el acicate para “capturar” a Ovidio en Culiacán?
–O–