El 28 de febrero de este año, con la celeridad de todos conocida y el veloz cumplimiento de las tareas encomendadas, características siempre visibles en las labores políticas de Marcelo Ebrard, nuestro diligente secretario de Relaciones Exteriores, fueron dados a conocer diez puntos para la atención consular de los mexicanos especialmente en Estados Unidos, pero vigentes para el resto de las representaciones.
Ese decálogo, presentado para cumplir con las instrucciones del Señor Presidente, es un sueño de primavera. Le falta –como vera usted líneas abajo–, un grado para darles a los mexicanos en el extranjero, el paraíso prohibido en su patria por la realidad y la pobreza.
Sin embargo al más grande éxito consular de México no ha sido evitar la muerte de un connacional condenado en Huntsville, gracias a la intervención del ex cónsul Ricardo Ampudia, hace ya algunos años, sino reunir, en un esfuerzo de paz superior al de Rabin y Arafat (1993); más allá de la anhelada unificación de las Coreas, a los hijos rejegos y pendencieros de José José.
Los puntos de la atención consular mexicana contenidos en el decálogo ebrardiano, son todos estos. Se debería agregar un punto décimo primero: poner paz en las disputas familiares por la velación de un cadáver en Miami, Florida.
–¿Cadáver?, dijo aquel. Cadáver el de Benito Juárez… lo demás., me lo evito.
En fin, revisemos las labores consulares en la IV-T:
1. El Gobierno de México adoptará como eje transversal la atención a los mexicanos en el exterior. Se contará con la participación de gobiernos estatales y municipales, tanto en México como Estados Unidos.
2. Capacitación en atención al público de grupos vulnerables, así como profesionalización en la atención consular con mayor incorporación de cuadros experimentados del Servicio Exterior Mexicano.
3. Ampliar la red de abogados y organizaciones especializadas en la defensa de los derechos de los migrantes mexicanos.
4. Promoción activa de las identidades culturales mexicanas entre las comunidades de primera y subsecuentes generaciones.
5. Ampliación de los programas de educación, salud y deporte para elevar la calidad de vida.
6. Desarrollo de mecanismos financieros para la participación de la comunidad migrante en los grandes proyectos de desarrollo en México.
7. Consulados móviles integrales enfocados en las comunidades más vulnerables y desplegados en nuevos sitios.
8. Empoderamiento de la comunidad mexicana y mexicoamericana mediante el reconocimiento y promoción de sus contribuciones.
9. Modernizar la normatividad de la SRE para homologar las acciones consulares con el marco actual de derechos humanos, como la inclusión de lenguas indígenas y el matrimonio igualitario en procedimientos consulares.
10. Desarrollo de una cultura de consulta periódica a la comunidad para escuchar y conocer sus necesidades y opiniones, comenzando con el Plan Nacional de Desarrollo.
11. Convencer a Sarita para la reunión familiar con Marisol y Pepito.
Evidentemente el esfuerzo consular ha sido motivo del agradecimiento del pueblo mexicano. Al menos de la parte cuyos desvelos y llanto aumentaron con la muerte del inigualable cantante.
Johnathan Chait, el notable diplomático cuya suavidad y estilo hicieron el milagro de la concordia en una familia cuyas flechas envenenadas volaban de una a otra páginas de TV y Novelas, TV Notas o cualquiera de esos pasquines escandalosos, no es asunto menor ni frívolo. De ninguna manera. Es la aplicación de las potencias de la diplomacia en la solución de una congoja nacional, más allá de las furias de Trump, los amagos de aranceles a nuestro comercio o la tembleque condición del Temec y sus funestas consecuencias.
Si en México se han registrado (aparentemente) 40 mil desapariciones forzadas o misteriosas, el cadáver más intrigante para el gran público es el del genio musical de Clavería, el ruiseñor de Azcapotzalco, el torbellino del Patio; a quien el escándalo ha perseguido hasta más allá de los confines de la vida.
Vista la celeridad con la cual el cónsul Chait ha operado en favor e la paz familiar y la concordia, bien se le podrían encomendar otras difíciles tarea de pacificación: Cuauhtémoc Blanco y Graco Ramírez; Cuitláhuac García y Jorge Winkler y otros casos.
Quizá no se haya cerrado la convocatoria para la presea Belisario Domínguez, pero ya hay otro candidato. Y si Vicente Fox se ofreció resolver Chiapas en 15 minutos y unificar a las dos Coreas, ya tenemos un hombre capaz de hacerlo, y quizá se merezca hasta el Premio Nobel de la Paz.
Pido un aplauso para el amor… y la paz del mundo.