La desgracia de Tlahuelilpan, Hidalgo, compañera de muchas otras con las cuales México se viste de luto con frecuencia intolerable, ya sea por malas práctica en el manejo de explosivos, el robo de combustibles, la impreparación en las maniobras para alojar residuos tóxicos, la contaminación de ríos y suelos, nos ha traído además otro fenómeno altamente nocivo: la polarización en torno de las víctimas del accidente.

Víctimas propiciatorias, diría alguien si le diera a las palabras su peso exacto. Víctimas de un sistema injusto cuya pobreza los orilla a la temeridad excesiva a cambio de cualquier chisguete en el comercio negro.

Personas cuya vida se carbonizó por una codicia de poca rentabilidad (para acabarla), las cuales han sido señaladas como ladrones de hidrocarburos, cuando muchos de ellos no eran sino casuales beneficiarios de la rapazada, conducta incomparable con la de los grandes capos del “huachicol”, cuya actividad –dicen– le cuesta al país 65 o 70 mil millones de pesos anuales.

Pero mientras por una parte hay quienes suponen merecido el destino de quienes por su aventura (ni siquiera por su necesidad, como dicen otros); participaban en el baño peligroso del aprovechamiento ocasional de un bien derramado, considerado a partir de la ordeña dispersa, por ese sólo hecho, como un bien mostrenco, otros le achacan la culpa a un sistema injusto cuya mala distribución nos ha llenado de pobres hasta el extremo de la temeridad del desafío incendiario.

Si la pobreza fuera una muestra de la bondad, este país sería desde hace mucho el paraíso en la tierra, poblado por seres arcangélicos cuya condición de penuria les impediría pecar, robar, matar secuestrar o cometer cualquier delito. La sacralización de la pobreza, su consagración como condición para la bondad, manchada a veces por la disculpable falta de oportunidades, es un exceso demagógico.

En sentido contrario, negar la injusticia en casi todos los ámbitos de la sociedad, es cerrar los ojos a la realidad de un cuerpo social atrofiado por su disparidad, afectado por sus desniveles y condenado a cargar con masas de desposeídos cuyo mejor destino sería incorporarse actividades productivas, previo paso por instituciones educativas favorables para ellos y no para la continuidad de la élite.

Pero hoy las ponzoñosas redes sociales salpican mierda a diestra y siniestra. Es una vergüenza el uso de los más notables y avanzados medios de transmisión de información, usados para la repetición de estupideces en colmena. Pero es el signo de los tiempos.

Unos y otros, los de un bando y los del otro, se cruzan por el ciberespacio divulgan sus verdades a media s sus mentiras completas. La polarización nacional ya se expresa hasta en este campo cuya tétrica condición de cadáveres acumulados, nos debería mover más al respeto y menos a la polémica estéril sobre culpas y disculpas.

Y esa polarización, esa expresión de una sociedad bipolar y maniquea, se extiende al análisis sobre el comportamiento de las fuerzas armadas.

El Ejército ahora ha sido usado para todo. Para cuidar los petrolíferos y las instalaciones de PEMEX y los ductos y hasta las pipas del transporte carretero; para hacer un aeropuerto, formar a la Guardia Nacional; construir condominios y rescatar dinero de donde se pueda para compensar el dineral de los programas

socio-electorales.

Hoy se ha visto, a los ojos de todos, la enorme dificultad de controlar multitudes rapaces con el auxilio de policías y soldados. Simplemente no pudieron; se replegaron con prudencia y dejaron a los hidalguenses bañarse en el chorro y los charcos de gasolina.

Pero mientras se desarrollan las investigaciones y se fincan las responsabilidades (de las irresponsabilidades están llenos hospitales y panteones), lea esto:

“Hidalgo (20 de enero).- Con varios impactos de arma de fuego, fue ejecutado un sujeto quien –según autoridades – se encontraba identificado como uno de los líderes de huachicoleros de la región del Valle del Mezquital.

“El sujeto fue identificado como Julio Cesar Z. C., conocido por su sobrenombre como “La Parka”, quien fue baleado a las afueras de una tienda de conveniencia, ubicada en el municipio de Mixquiahuala.

“El crimen fue confirmado por el secretario de Seguridad de Hidalgo, Mauricio Delmar Saavedra…

“…el sujeto se dedicaba (según Delmar), a la extracción de hidrocarburos en la zona de Mixquiahuala, localidad donde si bien no atraviesan ductos de Pemex, sí se encuentra identificada como una zona de alto tráfico de hidrocarburo, que limita con localidades como Tlahuelilpan…”

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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