200510-1c

David Johnson le exige a México una mayor transparencia con relación a la legislación castrense, siempre bajo el cómodo recurso de invocar los derechos humanos, cosa frecuente en la industria paraestatal de las medias verdades y las verdades a medias. De acuerdo con la tradición de los medios de Estados Unidos, el presidente Felipe Calderón llegó a la reunión con Barack Obama golpeado, amenazado; bajo sospecha y posiblemente hasta calumniado.

A través de la radio pública de ese país, una cadena de tendencia supuestamente de izquierda (hasta donde la izquierda puede existir en ese país sin opciones reales fuera de los demócratas o los republicanos), a los crédulos americanos ya les endilgaron una “verdad sembrada”: Felipe Calderón protege al Chapo Guzmán y para hacerlo simula una guerra generalizada contra el narcotráfico y la delincuencia organizada.

Como sería muy grosero suministrarle con disimulo purgantes en la enchilada al invitado a la Casa Blanca, el gobierno de Estados Unidos le ha suministrado el extremo laxante al Presidente antes de la cena.

Primero, el infundio del cártel de su preferencia y después, como cereza en el pastel, en una audiencia especial en el Capitolio, el subsecretario de Estado para Asuntos Internacionales sobre Narcóticos y la Aplicación de la Ley, David Johnson, le exige a México una mayor transparencia con relación a la legislación castrense, siempre bajo el cómodo recurso de invocar los derechos humanos, cosa frecuente en la industria paraestatal de las medias verdades y las verdades a medias.

Ante esta petición de David Johnson, sería bueno pedirle a los americanos sus manuales de tratamiento de reos, tan exitosamente aplicados en Guantánamo (la cárcel todavía en operación abierta a pesar de las promesas de Obama) o en Abu Grahib. Pero cada quien comulga con la rueda de molino de su preferencia y se cree las patrañas de moda.

Frente a eso, el Presidente mexicano inicia su visita con una carrerita matutina (más de un kilómetro ya es maratón) y después con un bien ensayado discurso, del cual el embajador Arturo Sarukhán ya nos había dado un adelanto:

“Estos desafíos monumentales —dijo— nos plantean una disyuntiva: volvemos a la recriminación mutua que ha sido tan inútil y que en otros tiempos tanto nos ha dañado, o enfrentamos y superamos juntos estos retos y a partir de ellos empezar un nuevo capítulo de prosperidad común… esta es la opción, mirar al futuro y comenzar una nueva era en la asociación estratégica entre Estados Unidos y México, sustentada en la corresponsabilidad”.

Y fue más allá:

“Divididos no podemos superar estos desafíos (…) sólo es posible si trabajamos codo con codo y si enfrentamos con decisión y valentía todos estos retos”. Como diría El Negro González Iñárritu; Biutiful.

El embajador mexicano había anticipado hace unos días: debemos dejar muy claro; decirle a Estados Unidos o nos salvamos juntos o nos hundimos juntos, frase similar a una memorable de hace ya muchos años, cuando el gobierno mexicano intentaba disminuir el poderío del sindicato petrolero.

El secretario sindical José Sosa, un mero títere de La Quina, le dijo a Miguel de la Madrid: si se hunde Pemex, se hunde usted. El resto de la historia lo conocemos todos.

FANTASÍAS

Una de las muchas fantasías colectivas a partir del secuestro del Jefe Diego ha sido la propalada por los ingenuos: se trata de cambiarlo por Ignacio Nacho Coronel, capo del Cártel de Sinaloa.

Supongamos por un momento la viabilidad de tan descabellado trato. Diego regresaría a su casa ¿y Coronel, a dónde? ¿Lo abandonan en despoblado, cuentan hasta cien y luego lo siguen buscando?

En tiempos anteriores cuando se soltaban presos a cambio de la vida de rehenes, había refugios seguros donde se alojaban hasta en tanto cambiaran los vientos, pero ¿esos narcos dónde se pueden esconder si los persiguen en todas partes?

MEDIOS

El caso DFC nos ha puesto ante varias evidencias. Una de las más preocupantes es la irresponsabilidad en la información o la forma tan sencilla como el chismorreo, el anecdotario, la cháchara sin sentido ni utilidad, sustituyen a la información confirmada y válida.

Las redes sociales se han convertido en un riesgo para la información institucional, con anhelos de profesionalismo y con visibilidad pública. La murmuración electrónica, dispersada a través de las redes, diluye el origen de las versiones y siembra pánico en ocasiones (el caso Cuernavaca) o suple a quienes voluntariamente se retiran del panorama informativo en el nombre de la seguridad del afectado.

CHOPO

En la reinauguración del Museo del Chopo nadie preguntaba ¿Dónde está Diego? Todos inquirían, ¿dónde está el dinosaurio?

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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