Ya ha pasado un cuarto de siglo y la oratoria sostiene aquello denominado con clarividencia por varios extranjeros como “la genial impostura”: el levantamiento indígena y campesino del “Ejército Zapatista de Liberación Nacional”, reconocido internacionalmente con la misma sorpresa de los hispanos medievales, cuando miraban a Moctezuma y sus papagayos multicolores.

El zapatismo enquistado en tierras chiapanecas, donde aun controlan amplias zonas denominadas “Caracoles”, ha permitido un enclave de relativa autonomía y la casi obligatoria presencia de los asuntos indígenas en planes y programas de gobierno, tanto de una tendencia ideológica como de otra.

Pero hoy, a veinticinco años de aquel súbito estallido de la Selva Lacandona, de la toma de San Cristóbal y la batalla de Ocosingo, con sus saldos fatales y su sangre derramada, otro indigenismo se instituye: más caricaturizado, si se pudiera, con mayor impostura, si fuera posible; el indigenismo de Morena; por el cual el presidente de la República toma posesión de su cargo dos veces: una frente al Congreso de la Unión, en el Palacio Legislativo, y otra en el Zócalo de la Ciudad de México, con ritos de sahumerio y copal, para recibir el bastón de mando de los pueblos indios; todos menos los zapatistas, los únicos cuya movilización ha logrado (a medias), aquello de nunca más un México sin nosotros.

Hábil como es para la magia mediática, “Galeano” (antes Marcos), ha enviado a su personero, el subcomandante “Moisés”, a lanzar el desafío de las comunidades libres y auto gestionadas, del “buen gobierno” y desde el Caracol “La realidad”, le disparan a bocajarro al gobierno cuyo impostado ritual de solicitarle permiso a la “madre tierra” para iniciar la obra de un tren turístico en la zona maya de la República, no los convence.

Quienes vieron en esa puesta en escena una expresión respetuosa hacia los usos y costumbres de los pueblos originarios, hoy escuchan la voz de “Moisés “ quien dice:

“aunque consulten a miles y millones, no nos vamos a rendir. Aunque le pidan permiso a su chingada madre, no nos van a doblegar”.

La comandante Everilda fue aun más incisiva: “…no permitiremos ningún proyecto que destruya la vida de la humanidad y la muerte de nuestra madre tierra, porque detrás de todo esto están los intereses de los grandes capitalistas nacionales y transnacionales”.

Y luego estas palabras, como si fueran tomadas de un manual cuyos dictados se repiten fervorosa, cansinamente, desee hace años y años:

“…Por más que intenten humillarnos con las fuerzas represivas como es la Guardia Nacional, no descansaremos en defender nuestra madre tierra porque en ella nacimos ; en ella viviremos y en ella moriremos. No nos rendiremos, no nos venderemos ni claudicaremos y mucho menos traicionaremos la sangre de nuestros compañeros caídos en la lucha…”

Sin piedad alguna, los zapatistas, ha descalificado la raíz indígena del gobierno actual y le niegan valor a la “Cuarta Transformación” y anuncian una “red de resistencia” en contra del nuevo régimen.

Aquí destacan dos cosas: el indigenismo militante ha sido monopolizado por el EZLN, al menos en los medios, y el indigenismo “oficial” de la Cuarta Transformación tiene un obstáculo enfrente.

Real, significativo, aparente, publicitario o fantasioso, pero lo tiene. Y eso complica la imagen. Y las apariencias son parte sustantiva de este planteamiento transformador.,

Este es el tono:

“… (Milenio).- el “Comandante Galeano”, comentó que la decisión de oponerse a los proyectos de Obrador fue resultado de una votación interna.

“Consultamos, y dijimos:

–“Bueno, si nosotros decimos esto ¿qué va a pasar?

Nos vamos a quedar solos, nos van a decir que somos marginales, que estamos quedándonos fuera de la gran revolución… de la Cuarta Transformación o de la nueva religión (o como quieran llamarla), y vamos a tener que remar contra corriente otra vez’.

“Pero no es nada nuevo para nosotros y nosotras eso de quedarnos solos. No tenemos miedo de ser zapatistas y lo vamos a seguir siendo”.

Los zapatistas se oponen a todos los proyectos; el Transistmico, el Tren Maya y hasta la siembre de los árboles en el millón de hectáreas anunciada por el Presidente.

Rechazan todo, o casi todo, como, por ejemplo, la “leva” de 50 mil jóvenes para la guardia nacional y la actualización del Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos, el cual entró en vigencia el día de su alzamiento.

Todo esto, en verdad, no impedirá los proyectos. Quizá alguien lo tome en serio, pero por lo pronto es una piedra zapatista en el zapato.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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