Entre sobresaltos, anuncios promisorios y amenazas diversas; foros, perdones en puerta, preguntas en el aire, con planes y proyectos de toda condición, cuyas súbita sorpresa y proliferación recuerdan la chistera de un mago enfebrecido, han trascurrido los meses entre la elección y la protesta del cargo del futuro presidente de México, cuya bandera política no se arriará del Palacio Nacional seguramente en los próximos 24 años, por lo menos.

Si los autonombrados herederos de la Revolución Mexicana se quedaron con el poder hasta gastarlo como una piedra convertida en polvo durante casi 80 años, los gestores y constructores de esta llamada Regeneración Nacional tienen para rato pues más allá de un plan de gobierno, Andrés Manuel López Obrador ha trazado un sistema interno de control del poder inflexible y pertinaz.

Si Porfirio Díaz quiso gobernar hacia fuera con el lema de mucha administración y poca política, ahora la receta ha variado completamente: todos los quehaceres del gobierno, todos sus planes, todas sus modificaciones hacia dentro de la burocracia, todos los cambios de secretarías y organismos púbicos hasta los territoriales fallidamente propuestos —pues no se podrán cumplir cabalmente los traslados completos—, la orientación del gasto, el control de los estados, la maquinaria de organización; todo, no tiene los fines dichos en el anuncio, sino darle todo el poder a los soviets. Los suyos.

Así, con la consigna de todo el poder a Morena, estamos frente a una inspiración de lograr el absoluto, sin dejar de lado el invisible manto de lo diverso.

Por eso los legisladores de Morena interpretan cada uno con su estilo los proyectos del líder. Por eso Ricardo Monreal sacude, imprudente, bolsas y mercados; por eso se anuncian leyes mineras suficientes para lograr la parálisis de las inversiones, por eso Félix Salgado Macedonio se salta la cerca y amaga con la senatorial desaparición de poderes contra aquel gobernador cuya audacia lo hiciere desafiar los poderes de los “superdelegados”; verdaderos comisarios o jefes políticos una vez más al estilo prerrevolucionario. Ninguno quiere quedarse fuera de la competencia.

Y cuando lo hacen, al estilo de Mario Delgado en la Cámara de los Diputados, las consecuencias lo hacen ver a veces aislado, a veces desentonado, del coro.

Pero todo esto requiere de un ropaje, de una apariencia.

Y para ellos se acude al invisible manto del poder popular, el cual barrió en las urnas con toda posibilidad de poderes compartidos, divididos o siquiera separados, como podría haber sido en el Legislativo, y ahora es consultado para cualquier cosa, especialmente aquello en lo cual ya se ha tomado una decisión. Acudir a votar no implica una opción, es cuando más un refrendo, no del proyecto, sino de la convicción.

Los votantes de las consultas no lo hacen por una proyecto, una idea o una opción: votan para comprobar que desde siempre estuvieron en lo correcto. Cuando votan por la afirmativa, como se dice en la jerga legislativa, lo hacen por sí mismos, pues el líder se ha impregnado en sus conciencias y se ha vuelto una segunda piel en sus devotos, como me dijo hace unos días una seguidora suya desde hace muchos años:

— Ya ganamos.

— ¿Y cuál fue tu ganancia? —le dije.

Transida de emoción, como Santa Teresa en trance místico, me respondió: la esperanza.

Pero en este caso la esperanza tiene una fecha de inicio: la semana entrante. Cuando esta columna vuelva a aparecer en su versión dominical, México ya habrá iniciado la formalización del cambio prometido.

El Presidente Electo habrá recibido las herramientas del gobierno y los poderes ahora casi absolutos para hacer cuanto le plazca o le convenga; así sea formalizar una oficina de historiadores para aplicación profesional de su señora esposa. Ella desempeñará ese puesto a título honorario, pero no serán simbólicos los gastos de oficina y personal a su cargo.

No importa si además existe un Instituto Nacional de Antropología e Historia. No. La tarea enorme de buscar y recuperar archivos nacionales, documentos y hasta bibliotecas enteras, es titánica tarea encomendada al talento de la señora Beatriz, quien hace poco –—esta columna lo dijo—, fue reconocida (entre otros méritos), por una academia costarricense de alta importancia internacional.

Los meses de la llamada transición de terciopelo se han ­dividido en dos: una parte tersa y educada entre el presidente saliente Enrique Peña Nieto, quien al momento llevó a Andrés Manuel a conocer las oficinas y galerías del Palacio Nacional y realizar así, en dos visitas, el rito de cederle los trastos, como dicen los toreros en la tarde de una confirmación de alternativa.

Y la otra, con los legisladores y algunos grupos de poder.

Pero en el manejo de las capacidades políticas, Andrés Manuel ha sembrado estos meses de señales contradictorias, y aun excluyentes unas de otras.

El perdón, la amnistía, la justicia, los muchos foros en cuyo desarrollo sólo ganaron la estridencia y la concurrencia desordenada; la militarización disfrazada, la legalización (o despenalización cuyo fin es el mismo) de la mariguana, la posibilidad del legítimo cultivo amapolero, el desastre de los aeropuertos, y hasta los colores de la banda presidencial.

El sacudimiento ha sido brutal. La confusión plena, pero quien hace el rompecabezas conoce la solución.

Nadie le podría enseñar a Erno Rubick cómo se resuelve el cubo de colores y piezas en movimiento. Y nadie le podrá enseñar a Andrés Manuel —a partir de la semana entrante, EL SEÑOR PRESIDENTE, así con mayúsculas—, las artes de la ganancia en el río revuelto. También en esto biografía es destino.

Una nueva etapa comienza en la vida mexicana.

Y como alguien dijo, todavía no comienza la película y ya me quiero salir del cine.

Pero no lo haga, esto se va a poner bueno.

CAMPECHE

La última gira.

Enrique Peña Nieto va a Campeche donde el gobernador Alejandro Moreno le reconoce ampliamente el respaldo a su estado. El derrumbe petrolero hizo necesario buscar otras formas de subsistencia. Y en eso Peña fue de gran ayuda.

“En presencia de cerca de mil invitados, entre representantes del sector empresarial, político y social, exgobernadores y funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno, (Moreno) mencionó que a días de que concluya su mandato, Peña Nieto entrega un México más fuerte que hace seis años, con realidades y avances claros y contundentes, ya que durante su sexenio el PIB nacional creció, no hubo crisis y se registró estabilidad económica y crecimiento permanente.

“Ése es el México que nos entrega el presidente Enrique Peña Nieto; un estadista que no trabajó para las elecciones sino para las próximas generaciones. No son monumentos con un nombre ni medallas lo que usted recibe de los campechanos, nosotros le otorgamos nuestro reconocimiento, amistad y gratitud”, citó.

Pero el mundo gira en sentido del futuro. Y Moreno habla también de los días por llegar y le ofrece al presidente entrante, una relación de respeto, colaboración, entendimiento y armonía, para lograr el bien de las familias campechanas.

MINUCIAS

— ¿Quién le colocó la Banda Presidencial a Andrés Manuel cuando se “autoinvistió” en el Zócalo, como “Presidente Legítimo”?

— Rosario Ibarra de Piedra.

— ¿Y quién la auxilió cuando la seda resbalaba?

— Claudia Sheinbaum.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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