Para quien los recientes días de secas en los agotados y gorjeantes tubos vacíos del agua potable (¿?) en la Ciudad de México, no sea sino un episodio aislado y desaproveche la advertencia ante lo inminente y desatienda la necesidad de frenar de una vez por todas el crecimiento desmesurado de una ciudad cuyos límites ya han excedido la lógica, valga esta historia tomada de La Vanguardia de Barcelona, con base en la prestigiada revista científica, Science.
Seguramente cuando los tiempos aquí descritos estaban nuevos y frescos como una manzana recién cortada, nadie advirtió la realidad y ni siquiera soñaron posible cuanto más tarde ocurrió de todos modos. Así como con el agua en la Ciudad de México.
Leamos este trozo de historia. Quizá sea verdad, quizá no, pero nos podría ayudar a pensar en los días del porvenir, antes de salir en caravana rumbo a Honduras, cuando la “Cuarta Transformación” se convierta en la “Primera Desecación”, si no hacemos algo pronto.
“Una estalagmita de 56 centímetros de altura preservada en una cueva de Belice y analizada por un equipo internacional de científicos, ha aportado la respuesta a uno de los grandes enigmas de la civilización maya: ¿cómo una cultura esplendorosa, capaz de construir ciudades-estado, de levantar pirámides y de desarrollar la lengua escrita, las matemáticas y la astronomía, que fue una de las civilizaciones más avanzadas del mundo en el primer milenio, pudo entrar en declive y desintegrarse?
“La explicación, según los investigadores que han analizado la estalagmita, está en el clima. Fueron las lluvias generosas que cayeron entre los años 440 y 660 en territorio maya las que propiciaron el auge demográfico y la prosperidad de la civilización mesoamericana, según resultados presentados en la revista Science.
“Y fue el largo periodo de aridez que se prolongó desde el año 660 al año 1.000 el que provocó la reducción de las cosechas, el declive de la población, las guerras entre ciudades-estado y la decadencia. Ocho décadas de sequía extrema y continuada entre los años 1020 y 1100, una sequía más larga y rigurosa que cualquiera de los siglos anteriores, acabó de hundir a los mayas.
“Estudios anteriores sobre la historia del clima en América Central ya habían apuntado que la sequía pudo tener un papel importante en su decadencia. Sin embargo, los resultados de estos estudios eran cuestionados por algunos especialistas. Los cuestionaban por el origen de las muestras analizadas, que procedían de lugares alejados de los principales centros de poder de la civilización maya.
Y también por las incertezas en las dataciones, que impedían relacionar con precisión los periodos de humedad y aridez con acontecimientos históricos concretos.
“Frente a estas críticas, la nueva investigación aporta una datación de alta precisión basada en una estalagmita de la cueva de Yok Balum, a menos de 200 kilómetros de importantes ciudades-estado mayas como Tikal, Caracol y Calakmul.
“A partir de la desintegración radioactiva del uranio-234 presente en el mineral, los investigadores han datado las capas de la estalagmita con un margen de error máximo de 17 años. Esto les ha permitido establecer que la estalagmita está formada por minerales acumulados a lo largo de 2,000 años.
“Después, a partir de la abundancia de un isótopo del oxígeno (una variante del átomo de oxígeno), han podido calcular la cantidad de lluvia que cayó en cada momento de estos 2,000 años, lo que supone la reconstrucción más precisa realizada hasta la fecha de la historia del clima en Centroamérica.
“Finalmente, a partir de los textos que escribieron los mayas sobre su propia historia y gracias a la precisión del calendario maya, han podido relacionar el régimen de lluvias con acontecimientos históricos.
“Las precipitaciones anormalmente abundantes favorecieron un aumento de la producción de alimentos y una explosión demográfica entre los años 450 y 660”, afirma en un comunicado Douglas Kennett, antropólogo de la Universidad del Estado de Pennsylvania (EE.UU.) y primer autor de la investigación.
“Tras este periodo, vino una tendencia hacia más aridez que duró cuatro siglos, con episodios puntuales de fuertes sequías, lo que provocó un descenso de la producción agrícola y contribuyó a la fragmentación social y al hundimiento político”. Esta época de aridez prolongada, constata Kennett, coincidió con “la balcanización de los gobiernos mayas y por las guerras crecientes entre las ciudades-estado”.
“Los cambios climáticos relacionados con la historia de los mayas se debieron a oscilaciones naturales del fenómeno de El Niño y de la llamada Zona de Convergencia Intertropical, que regula el clima en latitudes ecuatoriales.
“Aunque aquellos cambios climáticos no fueron globales como el actual sino locales, y aunque no se vieron magnificados por actividades humanas sino que tuvieron una causa natural, el destino de la civilización maya es aleccionador, destacan los investigadores.
“Según James Baldini, coautor de la investigación de la Universidad de Durham (Reino Unido), “el auge y la caída de los mayas es un ejemplo de cómo una civilización sofisticada no fue capaz de adaptarse con éxito al cambio climático”.
—¿Y usted, hoy pudo bañarse?
ENIGMA
¿Cómo se hace para derribar 45 mil empleos? De un plumazo, como quien cancela una obra pública millonaria.
¿Cómo se recuperan?
No se recuperan con otro plumazo. Eso es cierto.