Implacable, tremendo en la potencia de sus haberes políticos y económicos, dueño de todo y al parecer de todos, activo en los campos judiciales, legislativos y no se diga de anticipada operación ejecutiva, exultante en su interminable victoria, el Movimiento de Regeneración Nacional marcha rumbo al diciembre de su consagración constitucional en el poder, entre tropezones y atropellos, con la fuerza de un ejército incontenible, pero colmado de contradicciones y tensiones internas.
Afuera, todo es materia litigiosa, todo va al tribunal electoral cuya docilidad asombra.
No importa si el botín es el gobierno del estado de Puebla o la alcaldía de Coyoacán, donde amanecen con la noticia de una anulación por el más baladí de los pretextos: hubo violencia de “género” y como alguien habló mal o amenazó o atacó a la señora María Rojo, dentro y fuera de los mítines de propaganda y acarreo, eso es suficiente para repetir la elección. De una decisión judicial de esa naturaleza no hay antecedente.
Pero con doña María, quien ya ha ocupado ese cargo cuando existían las delegaciones y la Ciudad de México era pero no estaba constituida, la merced le es concedida y en el nombre del Rojo amanecer (ahora cuando se avizoran los actos conmemorativos del “2 de octubre”, y se pone en grafiti de oro el movimiento estudiantil del 68 en los muros de honor del Palacio Legislativo), venga otra elección, hasta lograr el resultado necesario.
Y ya la señora Claudia Sheinbaum, cuyo grupo se apresta a tomar el control absoluto del gobierno de la ciudad para beneplácito de constructores, “desarrolladores” y hombres de negocios, además —claro está—, del pueblo beneficiado con amplitud de programas sociales y dádivas diversas, se congratula por el fallo de Janine Otálora y sus muchachos, quienes colocan este caso como promisorio antecedente en la lucha de las mujeres contra la violencia política, la violencia de género y la violencia en general.
¿Si esa conducta hubiera sido ejercida contra un señor cualquiera, también habrían hecho lo mismo?
Obviamente no. El “género” femenino (no lo confunda con el sexo), es altamente rentable como frase de apoyo para toda política del buen comportamiento.
Pero el tribunal electoral ha estado recientemente —previsores sus integrantes— en apoyo de todas las opciones favorables a Morena. Lo mismo para abatir la multa multimillonaria por la operación del Fideicomiso para los afectados por el sismo, como para ordenar el recuento de todos los votos en todas las casillas, en Puebla; exonerar a Nestora Salgado (hasta de los señalamientos de la CNDH) y retirar los obstáculos de nacionalidad de Napoleón Gómez Urrutia, el único senador cuyo séquito no pasa por el camino de la honesta y decorosa medianía de la austeridad republicana. Él sigue con el acarreo de sus mineros.
La victoria tiene sabor único, un aroma incomparable; nada es como ella, las alas doradas de Nike vuelan tan alto como el sol y quizá ni siquiera se fundan como la cera en el plumaje inútil de Ícaro, quien de las alturas se vino al suelo, víctima de su propio vuelo ambicioso.
Y así Morena se lleva en la carreta el santo y la limosna, lo mismo en las reducidas comisiones de la Cámara de Diputados o en el reparto de los espacios de oficinas, salas de junta, espacios de trabajo, y altaneros, suficientes, prepotentes y poderosos, como se quiera ver, marchan por pasillos y edificios con un aire de perdonar vidas, insufrible para muchos.
—Es muy difícil trabajar aquí, dice un viejo empleado del edificio de San Lázaro.
Pero no son nada más los empleados de base quienes sufren los atropellos y empellones. También los legisladores y no se diga en el Senado, donde Martí Batres impone la ley del segundero. Sesenta segundos a quien quiera hablar desde su escaño. Tres minutos para hacerlo desde la tribuna y eso, si se le concede la gracia de ocupar el sitio jamás conocido por Belisario Domínguez.
Urrutia, se apellidaba el médico infame cuyo bisturí tajó la lengua al prócer chiapaneco en el cementerio de Xoco. Batres se apellida quien desde la Presidencia de la Cámara y tras un supuesto acuerdo pluripartista, les reduce la expresión a los senadores de esta legislatura durante cuyo periodo se verá el fastuoso arranque de la “Cuarta Transformación”, frase cuya sonoridad mágica nos hace pensar en labores de alquimia y artes de flogisto o búsqueda de la piedra filosofal, cuyo alto contenido político mutará la materia ruin de la política en espacio de redención para los mexicanos siempre pobres, siempre ignorantes a lo largo del camino de la vida.
Pero por lo pronto a callar o hablar poquito porque el verbo, como el pan bendito, es mejor en pocas cantidades.
Josefina Vásquez Mota, a quien nunca se le ha reconocido su papel como precursora de la reforma educativa, cuyos cimientos ahora se piensan demoler, acusa este intento de disminuir el tiempo de las intervenciones como un ataque frontal a la libertad de expresión, lo cual es inadmisible en un Parlamento cuya naturaleza, esencialmente, es hablar, exponer, discutir, orar y exponer con el arte de la palabra.
Pero cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde, y no se habla más de tan conocido refrán porque alguien puede sentirse ofendido, pero todos en Madrid caminan con los ojos en la espalda, porque el irrespirable aire se corta con cuchillo mientras la otra frivolidad, la de los tupper , los termos y las bicicletas, se convierte en una circense forma de llamar la atención.
Nunca se comparó antes la calidad parlamentaria con las semillitas y papayitas de los recipientes de plástico en los escaños. Los senadores juegan a la comidita y se hacen grabar con su almuerzo magro de quesadillas y dobladas, incólumes ante tanta manifestación de ridículo.
Pero detrás de eso se mueven los hilos de las ambiciones internas, pues los ganadores se disputan la supremacía en el ejército vencedor y los derechos de guerra quieren ser aplicados, dentro y fuera. Y se tiran con todo y se meten zancadillas y se rompen las tibias en el camino.
La guerra es hábito de los guerreros; la pendencia de los pendencieros y la traición de los traidores. Hubo quien soñó con la silla presidencial y terminó en la silla de ruedas. Y aun así le ponen piedras en la ruta.
Y por ese camino marchan, mientras la rama ejecutiva de los Poderes de la Unión (sometidos los otros dos), avanza incontenible a su certera cita con la historia nacional.
Pero mientras…
En el momento de los grandes espacios de transformación, o al menos de las grandes promesas de cambio, nos encontramos con un fenómeno imposible para cualquier gobierno: ¿cómo evitar la mortandad violenta?
Los diagnósticos ya conocidos no sirven para mucho, pues entre las dos visiones hay un abismo: una nos dice, la delincuencia es obra de los delincuentes; la otra, los delincuentes son producto de la injusticia y la pobreza. Eso es confundir el canibalismo con la dieta.
Si se logra la justicia (antes de cometerse los delitos), entonces viviremos en paz. Eso es hermoso, pero falso.
Y pueden todos los expertos (expertos en decirse expertos, cuyo genio nos ha llevado a ninguna parte), convocar a foros, mesas de análisis, seminarios y conferencias, sin lograrse absolutamente ningún avance.
El único avance visible en estos días es el de un tráiler por varios municipios de Guadalajara, cargado de cadáveres podridos.
La situación actual es como si alguien detuviera ese cajón mal refrigerado, por el grave delito de pasarse un alto entre Zapopan y Tlaquepaque.
Aun cuando la presencia de Enrique Peña Nieto en el primer informe del gobernador Alfredo Del Mazo opacó el acto constitucional de entrega de cuentas, el gobernador logró en pocos días un puente como nadie lo había hecho en estos días de la cada vez menos tersa transición.
En las fiestas de septiembre invitó al Presidente Electo a la ceremonia del Monte de las Cruces, con la oportunidad de ver, por primera vez, a la señora Beatriz Gutiérrez como oradora en un acto cívico y después, en su primer informe, al presidente Peña quien usó la plataforma para despedirse de sus paisanos.
Del Mazo reiteró su leal amistad y respeto hacia Peña, pero también miró institucionalmente hacia el futuro y abrió una puerta con el Presidente Electo. Fue un tejido fino.