Hace no muchos años en este país, al menos en el severo lenguaje de la amenaza, la ley era una cosa seria. Al parricida, al salteador de camino y al traidor a la patria, se les aplicaba la misma pena: el fusil.
No eran los tiempos del “Bronco mochamanos” ni tampoco los de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre quien en una fracasada campaña del PRI pedía la castración química contra violadores, antes de ser señalado (quizá alevosamente), como beneficiario de una cadena de prostitución operada desde el Comité Ejecutivo en el DF, con fondos provenientes de las prerrogativas del INE. IFE, entonces.
Pero la pena de muerta, jamás aplicada, pero al menos invocada, equiparaba en gravedad la muerte de los padres con los asaltos en camiones, ya fueran férreos o de carretera; vecinales o en autopistas.
Pero ahora a nadie se amenaza con nada y en el nombre de quien sabe cuál de las muchas nuevas libertades en el catálogo de la corrección política, se les disculpa a quienes descarrilan ferrocarriles con el catalogado vandalismo de robo famélico.
Lo único famélico es decir, hambriento en extremo y por tanto mal nutrido y descompuesto, es el Estado de Derecho cuyo anhelo no terminamos de ver cumplido en este país de ocurrencias, chistoretes y debates sin sentido. Y no me refiero sólo a los presidenciales como el reciente Circo de Tijuana. No.
El problema de los robos mayores, digámosle así a la ordeña de ductos de combustible es el mismo: no hay policías ni soldados suficientes para cubrir los miles de kilómetros ni de vías ni de tuberías. Los ferrocarriles, por muy rigurosamente vigilados como estuvieran en la ruta, no disponen de personal suficiente para hacerlo: Se elevarían los costos de transporte de una manera impagable. La otra opción, más simple, es cuidarlos a bordo.
Si la empresa contratara pistoleros a su servicio (le podrían pedir guardias comunitarios a Nestora la (denunciada) Secuestradora, al menos podría defender las cargas ahora “apropiadas” por la necesidad del populacho rapaz.
Pero en el fondo queda una pregunta: ¿Cómo impedir mil 700 robos, como le ha ocurrido a Ferromex (propiedad de integrante de la del poder, diría alguien; el Grupo México y por tanto merecedora de estas “expropiaciones revolucionarias”). Pedir el auxilio del Ejército sería impensable.
Si el grupo ferroviario contara con guardias privados y armados hasta los colmillos, de inmediato los bien portados protestarían como no lo hacen cuando los saboteadores sacan de la vía convoyes enteros.
Y en el colmo del no hacer nada, excepto papeleo burocrático, tenemos la firme intención, sépanlo bien, señores asaltantes, de hacer una prolija y exhaustiva investigación y se la hemos encargado a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (¿no les da miedo?)
Está bien investigar cómo se han dado los muchos descarrilamientos, pero mejor sería una investigación verdaderamente eficaz de la PGR con la cual se pudiera capturar a los bandidos de “Riel Frío”) y meterlos a la cárcel. Y de pasadita a algunos de los saqueadores beneficiados con la rapiña.
Lo más seguro ahora será pedirle al futuro congreso una comisión para investigar estos y otros robos y después una ley para castigar el asalto ferroviario como en el extremo del ridículo se hizo para prevenir (con un a ley; no con un fusil), el robo de combustibles, el cual se logra precisamente cuando se violan otras diez leyes, por lo menos.
Si usted quiere reír, después del debate y de “riqui riquín”, lea esto y dele gracias al creador por haberlo traído a este, el país cumbre del humorismo involuntario en el mundo. Aquí nada es en serio:
“La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) , señaló que será a través de la Agencia Reguladora del Transporte Ferroviario como se hará la investigación sobre el accidente o posible sabotaje al tren de carga ocurrido el pasado fin de semana en Orizaba, Veracruz y que dejó 17 vagones descarrilados y siete personas heridas.
“Jorge Peralta, director de Relaciones Institucionales de Ferromex, comentó que el accidente se debió a un sabotaje ocasionado por personas ajenas que dividieron el tren y, al ocasionar que los vagones se separaran, parte del tren se regresó a Orizaba impactándose finalmente en otra máquina.
“Sí, fue un sabotaje, intentaron descarrilar las unidades para robarse la mercancía; para ello separan el tren, pero no lo pueden frenar y los vagones se vinieron con la gravedad de la pendiente de la montaña”, detalló, al tiempo que atribuyó esta acción a un grupo delictivo.
“Peralta comentó que el gobierno de Veracruz no tiene las herramientas que le permitan saber si fue o no un sabotaje, por ello el caso pasó a la SCT. Por su parte, la SCT señaló que será la investigación la que arroje resultados sobre si fue o no sabotaje”.