La crónica debilidad internacional de México (en América es un apéndice incómodo de Estados Unidos; en el mundo una economía del subdesarrollo, apenas una oportunidad disponible), ayudó a construir un sistema diplomático defensivo con base en valores inatacables, como la solución pacífica de las controversias y la no intervención en asuntos internos.
Someter a la calificación externa la calidad moral del gobierno en turno (ahora ya es una idea de uso frecuente), nos colocaba en una circunstancia final de tutelaje e intervencionismo, como le sucedió a Venustiano Carranza cuando la orgullosa soberanía nacional bajó la vista como virgen violada (por ejemplo), mientras Pershing marchaba con más de 10 mil soldados por el territorio nacional en busca de Francisco Villa. El reconocimiento americano (y la venta de armas), exigía, a cambio, eso y más.
Para evitar eso Don Genaro Estrada, a quien bajaron de su pedestal precisamente los seguidores del sistema gringo, especialmente Jorge Castañeda, cuando fue canciller del ignorante Vicente Fox, prefirió imponer como tesis: antes de calificar elecciones o reconocer gobiernos, México tiene suficiente capacidad soberana, para sostener o no relaciones diplomáticas con ellos.
Hoy los mexicanos nos entrometemos en los asuntos electorales de otro país y como si fuéramos la Janine Otálora, de América (presidenta del TEPJF) descalificamos el proceso electoral venezolano al cual titulamos, farsa mayor. Y debe serlo, nadie lo duda.
“… (Crónica).- Ayer, un día después de unas elecciones a las que no hizo caso más de la mitad de los venezolanos censados, seis países del G-20 y el Grupo de Lima, que conjunta a las principales naciones latinoamericanas y a Canadá, confirmó que desconocía los resultados por no cumplir con los “estándares internacionales”, y decidió “reducir al mínimo el nivel de sus relaciones diplomáticas” con Venezuela.
“Los integrantes del grupo —Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía—, detallaron que “llamarán a consultas a los embajadores en Caracas y convocarán a los embajadores de Venezuela para expresar” su protesta por un proceso electoral que tacharon de “farsa”.
La pregunta ahora es si nos debe importar aquella situación fraudulenta a todas luces, en vez de abrir los ojos y remediar de alguna manera nuestro propio camino, en el cual ya hay deserciones masivas de potenciales candidatos, por miedo a la violencia y casi mil personas asesinadas en crímenes relacionados con dicha circunstancia.
Para limpieza electoral, nosotros, les podemos decir a los discípulos de ese orangután llamado Nicolás Maduro.
Pero en el colmo de la incongruencia descalificamos el circo de Nicolás Maduro y aplaudimos como pinnípedos las elecciones recientes en Cuba, cuyo método es muy parecido al de Caracas.
Una elección sin opciones, como la cubana, mediante un método dirigido, interno y burocrático, en el cual nadie participa en serio, nos merece respeto y aplauso, mientras (empujados por la correcta OEA, de la cual Cuba no forma parte) no sumamos al coro condenatorio de la mojiganga venezolana.
“(Granma).- El presidente ruso, Vladímir Putin, se unió a los mensajes de felicitación a Miguel Díaz-Canel y confirmó la disposición de Moscú de seguir apoyando el desarrollo económico y social de la isla, informó el servicio de prensa del Kremlin…
“…También a través de la red social Twitter, los presidentes de México y Panamá felicitaron a Miguel Díaz-Canel por su elección como nuevo Jefe de Estado cubano.
«México felicita a Miguel Díaz-Canel por su elección como Presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba 2018-2023», escribió el dignatario azteca Enrique Peña Nieto”.
¿Por qué México felicita a Díaz Canel, un notable títere de Raúl Castro y se suma a la condena contra Nicolás Maduro, quien es el mismo patán de toda la vida, con quien hemos llevado a tirones una relación durante todo el prolongado tiempo de su mandato y sus maniobras electorales.
Durante la reunión de G-20 en Hamburgo, Alemania, esta columna habló con el canciller Luis Videgaray.
–¿Por qué no rompemos relaciones con Maduro o de menos vaciamos la embajada y dejamos sólo a choferes y jardineros?
–Dañaríamos las inversiones mexicanas en Venezuela. Son muchas y muy importantes. Por eso, respondió Don Luis.
Hoy eso ya n o parece tan importante. Alguien ha decidido por nosotros y hemos obedecido:
“La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) informó que el proceso electoral desarrollado en Venezuela, el cual concluyó el pasado 20 de mayo, y en el que se reeligió el presidente de aquel país Nicolás Maduro, carece de legitimidad “por no cumplir con los estándares internacionales de un proceso democrático, libre, justo y transparente”.
“… con base en la situación en Venezuela, el Gobierno de México decidió adoptar una serie de medidas entre la que destacan: emitir una alerta al sector financiero y bancario mexicanos sobre el riesgo en el que podrían incurrir si realizan operaciones con el gobierno de Venezuela que no cuenten con el aval de la Asamblea Nacional, incluyendo convenios de pagos y créditos recíprocos por operaciones de comercio exterior (incluidos bienes militares y de seguridad)”.
¿Por fin?