La designación de René Juárez Cisneros como presidente provisional del Partido Revolucionario Institucional significa un tardío y quizá insuficiente, reconocimiento de un error sin remedio.
–¿Cuál error?
–Presentar la negación vergonzante del priismo como una opción electoral con los colores del partido. Creer en la utilidad de un cepillo sin cerdas, ni mango, para peinar a un calvo, o como decía André Bretón: un cuchillo sin empuñadura, ni hoja.
Si el candidato tiene como mejor timbre de orgullo no haber nunca militado en el PRI y haberle servido en varias secretarías de Estado a un presiente panista, el ex presidente del CEN no le iba a la zaga: su pertenencia (la credencial 003), no fue sino una majadera falsificación, un insulto a las bases y un intento burdo y no logrado de mentirle a los ciudadanos. Priistas y no priistas.
Enrique Ochoa fue, en todos sentidos, un esperpento.
Hoy la contradicción básica, disfrazada de estrategia, se expresa, dramáticamente en las primeras declaraciones de René Juárez (frente a un candidato “lampareado”): vengo (orgullosamente) de la entraña misma del priismo.
–¿Cual, fue el sentido de esa declaración de pura cepa, de entraña, de probada militancia frente a un candidato ayuno de ella en todos sentidos?
¿Cuál es la utilidad de proclamar un linaje cuando no es tal sino un estigma a los ojos de quienes buscaron “ciudadanizar” inútilmente al partido contra su raigambre, significado, historia y peso natural? Ninguna.
Una vez más se prueba la eficacia de la disciplina: sirve hasta para la inmolación.
Cuando en la Asamblea más reciente del PRI se rompieron los candados y se abrió todo para darle posiciones de mérito a quien méritos no tuviera, todos se disciplinaron porque así lo había determinado el Presidente. Imposible para los lemmings no avanzar hacia el cantil.
¿Quién le aconsejó a Peña, como a Saturno, devorar a sus hijos? No hay certeza.
Algunos le adjudican la paternidad de ese error (traición, le llaman los tradicionalistas) a otro, cuyo beneficio también era posible: Aurelio Nuño, el actual coordinador de la campaña, quien en lógica estricta debería también dejar el cargo y dárselo a otro capaz de patalear en este nado de náufragos.
Hoy el PRI llega a condiciones muy similares a las de hace años, cuando Francisco Labastida, un candidato sin el arrastre y el apoyo necesarios (a pesar de sus muchos méritos), frente a Vicente Fox, vio salir a José Antonio González Fernández y entrar a Dulce María Sauri, quien no tuvo otra opción sino entregar las banderas de la primera derrota presidencial en la historia del PRI.
Esta –si un milagro no ocurre–, será la segunda y quizá la última.
José Antonio Meade está herido de muerte. Nadie lo deja hablar de su futuro gobierno o sus posibilidades de triunfo: el dardo ponzoñoso se le ha hundido hondo y todos le preguntan lo mismo: ¿Va a declinar?, ¿Va a renunciar?, ¿Va a abandonar?
Y cuando la campaña se reduce a explicar cómo se persistirá en ella, cómo no se va a tirar la toalla, en la mente del público sólo queda la idea sembrada del caballo verde.
–Por favor, dice uno, le suplico, no se imagine un caballo verde.
Y en la mente de quien escucha, aparece brioso un corcel de esmeralda a pleno galope.
–¿Usted va a declinar?
Y en todos los oídos reina la palabra declinación o renuncia o derrota anticipada.
Hoy se podría reflexionar en estas palabras de José Antonio Meade. Las pronunció ante la CROC, junto con otro candidato no militante, Mikel Arriola. Revisemos:
“…Enrique Ochoa Reza sabe muy bien qué es lo que tiene que hacer el presidente de un partido, y lo primero que tiene que hacer, y aquí hay una gran empatía con la CROC, es asegurar que el partido esté unido.
“Y ¿qué es lo contrario de un partido unido?
“¡Un partido dividido!
Más allá del lenguaje críptico interno hacia esa organización, y su significado en el peso del “movimiento obrero”; queda la idea de una división interna.
Por eso René Juárez dijo antenoche:
“…Que nadie se equivoque, cuenta con todo el respaldo del PRI, creemos en usted, señor candidato.”
Hace años, Fidel Velásquez dijo una mentira. Una de tantas, quizá la más significativa de todas… a balazos tomamos el poder; sólo a balazos nos lo podrán quitar.”
RUTA
Desvirtuada la declaración del presidente Enrique Peña sobre apoyos y declinaciones; pactos y maniobras. Yo soy presidente y conmigo no se negocian cuestiones electorales. Cada asunto en su ruta.
Eso es lo malo de los “banquetazos”.
INFONAVIT
Todo fue alegría en la fiesta de los 46 años del INFONAVIT. La familia de Jorge Eduardo Bonilla, beneficiada con el crédito 10 millones, llegó desde San Luis Potosí, pero sobre el niño de la casa, Iván, de apenas tres años de edad, se cernía una desgracia: él quería su traje de “hombre araña” para ir a la ceremonia con el Presidente y a cambio de eso le pusieron un minúsculo disfraz de adulto, con todo y corbata roja.
Saludos
Me parece muy acertada su columna, creo que en política no es suficiente el amplio currículum, es, ademas, indispensable la sensibilidad hacia las necesidades del pueblo. Creo que eso ha hecho falta a los jóvenes «políticos», les faltan baños de pueblo, el país no es una empresa privada.