Obviamente el mensaje presidencial sobre cuyo análisis abundará esta columna en ediciones por venir, debe ser apoyado sin reservas por todos los mexicanos. Es tiempo de unidad. Y en ella confiamos.
Ahora cuando las campañas son tiempo propicio para bordar en aire, alzar castillos celestiales de promesas, abundar en los temas recurrentes sin ninguna idea innovadora más allá de hablar de innovación, cuando los problemas no se han resuelto y ya se quiere inventar instituciones, sin corregir lo existente, bien valdría revisar –como lo ha hecho Miguel Ángel Correa Jasso, ex director general del IPN–, la realidad de la educación superior.
Hay datos escalofriantes.
En una obra de próxima publicación, Correa Jasso explica entre otras cosas:
“El sistema de educación superior nacional creció en el periodo que va de 1949 a 2015 a una tasa pro medio anual de 8.4 por ciento, en el que se distinguen claramente dos sub periodos. El primero de 49 a 85, con un crecimiento promedio del 12.7 por ciento y el segundo de 1985 a 2015, con sólo 3.4 por ciento.
“Es clara la política educativa del gobierno federal. La primera etapa expansiva y la segunda muy débil.
“El IPN y la UNAM, en todo el periodo señalado crecieron en 3.5 y 4.2 por ciento respetivamente. Lo que significa que crecían, las dos instituciones a un buen ritmo comparándolo con el crecimiento demográfico.
“En el primer sub-periodo, el IPN creció a un ritmo de 5.4 por ciento; la UNAM a 7.1 gracias a la política expansiva del gobierno federal, amén de que el resto del sistema avanzaba a pasos agigantados como consecuencia del papel asignado a la educación pública en el marco del modelo sustitutivo de importaciones industrializador (el cual es de toda la admiración de AML, por cierto. Nota mía).
“En el segundo sub-periodo, no sólo se debilita la fuerza del crecimiento de todo el sistema educativo superior público, el IPN reproduce esa influencia al avanzar 1.4 por ciento su tasa de crecimiento y la UNAM todavía un poco más lento con una tasa de 08 por ciento.
“Esto no es obra de la casualidad. El nuevo modelo de desarrollo liberal mexicano, implementado de los años 80 hasta la fecha, deliberadamente disminuyó el presupuesto y la creación de nuevas IES.
“El cuestionamiento de la baja calidad del sistema de educación superior, provocó bajas en el presupuesto, crecimiento expansivo de la educación privada y mecanismos de evaluación para haber depender el financiamiento de las IES de los resultados de la calidad.
“El IPN ha pasado de representar a principios de los años 50 de un 40 por ciento de atención a la demanda nacional, a solo un 2 por ciento en la actualidad. Ha perdido el protagonismo que tuvo en el pasado en que junto con la UNAM llegaron a absorber casi la totalidad de la matrícula nacional superior. Hoy el IPN es sólo una institución más del gobierno federal…
Y hay más todavía en este diagnóstico frío y preciso:
“…En sus orígenes el IPN era una institución que atendía en su mayoría a jóvenes de secundaria y vocacional. Es a fines de los años setenta cuando el componente de la educación superior es mayor que el componente al nivel medio superior. El posgrado aparece hasta los años setenta de manera muy lenta y poco significativa, hasta el día de hoy que representa un porcentaje muy pequeño de la matrícula total del IPN y se constituye en todo un problema y un desafío.
“…la calidad educativa del IPN en los últimos años, ha sido más cuestionada que nunca, al igual que toda la educación pública. Sin embargo en las evaluaciones de organismos internacionales, como el QS University Rankings reporta que la UNAM se destaca avanzando en los últimos años varios peldaños en el ranking mundial, de estar el lugar 175 en el año 2014 al 160 en 2016. Mientras que el IPN estaba en 2014 entre el grupo de las 551 a 600, para 2015, se ubicó en el grupo de las 601 al 650.
“En América Latina, el IPN ocupaba el lugar 16 para 2013, cayó en el año 2015 al sitio 35. El IPN va de mal en peor, según esta institución evaluadora.”
Pero además de los factores de reorientación del modelo económico financiero del país, hay asuntos internos cuya persistencia también incide en la prolongada crisis politécnica.
Veamos unos cuantos presentes en el análisis de Correa Jasso:
“La ley orgánica vigente del IPN (1982), es un híbrido que mezcla características descentralizadas y autónomas con elementos de órganos desconcentrados”.
Esto, en apariencia un trabalenguas es en verdad un galimatías.
“…Los profesores politécnicos, constituyen la piedra angular de avance y prestigio institucional, su condición de expertos frente a las condiciones de trabajo vigentes (escalafón burocrático), enfrentan una contradicción no fácil de resolver y mejorar… el Director General está subordinado jerárquicamente al Secretario de Educación Pública…las decisiones finales quedan en manos de los presidentes de los consejos, tanto en las escuelas como a nivel central.”
Y en tono de todo esto la siempre presente amenaza de la revuelta, el motín y la interrupción de la paz social con el manipulable alumnado como carne de cañón. Esto no lo dice Correa Jasso, eso lo dice cualquier observador atento.