En junio del año pasado la opinión pública conoció estos datos, ya olvidados para esta fecha. Los dio a conocer el entonces visitador de la CNDH, Mauricio Farah, experto en el tema: “México está manchado desde su frontera sur hasta la norte con la sangre de los centroamericanos que pretenden llegar a la unión americana de manera indocumentada. En seis meses, la CNDH documentó el secuestro de 9 mil 758 migrantes indocumentados en 198 eventos”.
Los secuestros se dan con gran frecuencia pues de manera mensual se reportan hasta 80 migrantes secuestrados al mismo tiempo. Esto representa, apuntó, que son mil 600 indocumentados secuestrados en un promedio de 33 eventos mensuales. La delincuencia secuestra a 50 migrantes por día. 200 mil centroamericanos cruzan México cada año para ir a Estados Unidos.
Pero estos datos y algunas historias con las cuales pienso amargar su vida al menos por unas horas, ya se nos borraron del cuaderno nacional. No nos importan. Hoy tenemos otros modos y otras modas. Hoy nos horroriza una ley de Arizona. Los llamados nazis, fascistas, racistas, xenófobos. Pero ellos humillan, detienen y deportan a nuestros emigrantes. Aquí nosotros secuestramos a los centroamericanos y a algunos los matamos o los tiramos en plena marcha de un tren cuyo único ojo perfora la noche en la selva chiapaneca, como ha relatado magistralmente Rafael Ramírez Heredia en su maravillosa novela “La mara”.
Extraño caso: los mexicanos culpamos a los estadunidenses por la demanda de drogas en su país, lo cual nos hace a nosotros víctimas de la codicia violenta y el delito en una zona de tránsito y pleito de mafias. La culpa es de ellos.
Los mexicanos permitimos el contrabando y el mercado negro de armas fabricadas en Estados Unidos y aquí les pedimos vergüenza por cómo las usan en muertes interminables los consumidores, no los fabricantes. La culpa es de ellos.
Los mexicanos sin trabajo, pobres, expulsados y sin oportunidades se van a Estados Unidos como pueden, víctimas de la trata ilegal. Los americanos endurecen la frontera y los “cazan” como conejos. Los detienen y los devuelven Nosotros los echamos del país como una especie de “refugiados económicos”. Los americanos también los maltratan y los echan. La culpa es de ellos.
Dichoso este bicentenario país: nunca tiene la culpa de nada.
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Pero yo le había prometido historias de horror, cosas para no festejar el 10 de mayo. Cosas de quienes no tiene madre.
Estos son fragmentos de un libro editado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y reportes de Amnistía Internacional sobre el tema. Además algunos extractos de la prensa extranjera en torno de un tema soslayado.
Es la viga en nuestro ojo cuando el otro lagrimea con la paja de los americanos inclementes y la terrible historia de la señora Brewer; la peor de Arizona.
“La persistente inacción de las autoridades (AI) para enfrentar los abusos cometidos contra migrantes irregulares ha hecho que su viaje a través de México sea uno de los más peligrosos del mundo.”
“Los secuestros de migrantes, principalmente para pedir rescate, alcanzaron nuevas cotas en 2009, año en el que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) informó de que casi 10.000 fueron secuestrados en un periodo de seis meses, y casi la mitad de las víctimas entrevistadas dijeron que funcionarios públicos estaban involucrados en su secuestro.
“Se calcula que 6 de cada 10 mujeres y niñas migrantes sufren violencia sexual, lo que presuntamente hace que algunos traficantes de personas apliquen a las mujeres una inyección anticonceptiva antes del viaje, para evitar que se queden embarazadas como consecuencia de una casi segura violación.
“El 23 de enero de 2010, policías armados hicieron detenerse a un tren de carga en el que viajaban más de 100 migrantes en el estado de Chiapas, en el sur de México.
“Verónica (por así llamarla) afirmó que la Policía Federal la obligó a bajar del tren junto a los demás migrantes y tumbarse boca abajo en el suelo, y luego les robaron sus pertenencias y los amenazaron con matarlos si no continuaban su viaje a pie a lo largo de las vías.
“Después de caminar durante horas, el grupo fue atacado por hombres armados que violaron a Verónica y mataron al menos a uno de los migrantes. Días más tarde se detuvo a dos sospechosos después de que un activista local ayudase a los migrantes a presentar una denuncia, pero no se emprendió acción alguna contra la Policía Federal, a pesar de que los migrantes identificaron a dos agentes presuntamente implicados”.
El reputado diario “La Nación”, de Costa Rica publicó esta edificante historia mexicana:
Narra una salvadoreña que iba por vías del tren en Tierra Blanca (Veracruz) cuando ella y una compañera, también salvadoreña, fueron secuestradas por hombres armados quienes, en una camioneta, las llevaron a una casa de seguridad donde les robaron sus pertenencias, dinero y, entre otros maltratos, a ella la violaron y a su compañera la ejecutaron por no pagar el rescate.
“Nos pidieron el número de teléfono de nuestros familiares en Estados Unidos y amenazaron que si no dábamos nos matarían. Todo el tiempo nos insultaron, nos daban patadas en todo el cuerpo . . . a mi compañera la mataron porque no tenía quién la ayudara; entonces le dispararon dos veces en la cabeza y la dejaron desangrándose como tres horas frente a mí para intimidarme”; relató la mujer.
“Donde me tuvieron es una casa grande, oscura, sucia y que olía mal” dijo la mujer quien permaneció dos días cautiva. La banda pidió por ella $4.500 a un familiar en Estados Unidos quien pagó el rescate”.
EL PAÍS, dice:
“El número de personas secuestradas fue (2009) de 9 mil 758. Muchas de ellas fueron capturadas en grupos, bajadas de los vagones de tren y confinadas en casas de seguridad o en naves industriales. El rescate que se les exigía fluctuaba entre mil 100 y 3 mil 600 euros. La Comisión Nacional de Derechos Humanos calcula que la industria del secuestro obtuvo en ese corto espacio de tiempo más de 18 millones de euros.
“Para ello, no dudaron en utilizar una violencia extrema que incluye la tortura, la violación y el asesinato. Nueve de cada 10 víctimas recibieron amenazas de muerte dirigidas a ellas o a sus familiares. El 67% de los secuestrados era de Honduras, el 18% de El Salvador, el 13% de Guatemala y el resto de Nicaragua, Ecuador, Brasil, Chile, Costa Rica y Perú”.
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Pero no ocurren estas cosas nada más en México. El largo e infernal camino entre la miseria en casa, ya sea de centroamericanos o de mexicanos con rumbo a Estados Unidos.
Quienes se arriesgan a cruzar al paraíso americano por Arizona, se enfrentan al siguiente cuadro, aprovechado (antes de la ley y los “Minute man”) como una política pública. Obligar a los migrantes a ir por el desierto, para evitarse la construcción de un muro. Un insalvable obstáculo natural.
“La muerte fue insertada en la estrategia de seguridad fronteriza con la iniciación de la Operación Bloqueo, en 1993, y su expansión por la región fronteriza (“Políticas letales; muros mortales. CNDH, ACLU. American Civil Liberties Union) .
“Esta operación cambió los esfuerzos de protección regional a lo largo de la frontera Estados Unidos-México en los noventas y sigue siendo el pilar de la estrategia post 11 de septiembre”. En 1994, El Plan Nacional de Estrategia Fronteriza incorporó la fórmula de “prevención a través de disuasión” para evitar cruces no autorizados de la frontera en áreas urbanas con presencia visible de agentes de la Patrulla Fronteriza, para redirigir a migrantes hacia áreas inhóspitas y remotas.
“El Plan Nacional de Estrategia Fronteriza de 1994 sirvió de modelo a otras operaciones de control: “Operación Guardián”, en San Diego (1994); “Operation Salvaguarda”, en Tucson (1994, 1999), y operación “Río Grande”, en el sur de Texas (1997). El despliegue de personal, equipo, tecnología e infraestructura fronteriza a áreas pobladas con la intención de canalizar los flujos migratorios a áreas remotas y peligrosas se volvió el método usual de tratar con indocumentados que cruzan la frontera”.
Esto es muy simple, para no matarlos nosotros, los dejamos morir en el desierto.
“Las detenciones por parte de la Patrulla Fronteriza en los sectores de Tucson y Yuma aumentaron de 160,684 en 1994 a 725,093 en el año 2000. De 2000 a 2008, los sectores de Arizona se volvieron la puerta más transitada hacia Estados Unidos para el cruce no autorizado, el epicentro de “los campos que matan”. Todos los espacios de la vida fronteriza en Arizona comenzaron a ser impactados por la muerte de migrantes que buscaban ingresar bajo las condiciones extremas del desierto. Un corredor de 18 metros de ancho en la nación Tohono O’odham fue calificado como “la ruta migrante más mortal en los Estados Unidos”. En siete años ese corredor acabó con 229 vidas”.
En esas condiciones Luis Spota habría escrito de otro modo “Murieron a mitad del río”. Esta descripción podría estar en alguno de los capítulos nunca escritos:
“Los migrantes que se quedan rezagados son los que sufren las consecuencias de los elementos o la muerte. En estas circunstancias “una ampolla es una herida mortal”. Los migrantes que no pueden mantener el paso son abandonados a su propio riesgo. En ocasiones, migrantes en el grupo confrontan al contrabandista y esperan hasta que el lesionado o exhausto esté listo para continuar el viaje. Otras veces el grupo entero pierde el camino. Éste fue el caso de los 14 migrantes que murieron en el sureste de Yuma, Arizona, en 2001.
“Aquellos que subestiman lo peligroso del camino, el desafío físico, la falta de agua y comida, o bien, incidentes no previstos, como incendios, mordeduras de serpientes, o el abandono de los contrabandistas, se pierden por días, nunca son encontrados o son abandonados a la muerte. Algunos serán rescatados e intentarán cruzar de nuevo, y la gran mayoría lograrán llegar a su destino en
Estados Unidos.
“No obstante, muchos no pasarán más allá de los desiertos, montañas y vías fluviales al encontrarse con la muerte. Con frecuencia, la muerte llega de manera gradual. En los ambientes extremos de las montañas, desiertos y terrenos con matorrales, los migrantes no están consientes de los efectos graduales de cambios en la temperatura de sus cuerpos, mismos que eventualmente llevan a la falla de órganos y a la muerte. Las manifestaciones físicas de temperaturas bajas o altas son torpeza, problemas en el habla, calambres musculares, dolores de cabeza, vómito, dificultad al respirar, dolores abdominales o de pecho, visión nublada y hemorragias.
“Estas condiciones pueden ser agravadas por la confusión, baja energía, cansancio extremo y paulatina pérdida de conciencia.55 Para algunos, el deterioro físico llega rápido debido al estrés de las condiciones hostiles que encuentran o a problemas ya existentes, como enfermedades cardiovasculares o diabetes…. Con frecuencia se encuentran cuerpos cuyo estado indica que en medio de seria confusión los migrantes se quitaron la ropa en temperaturas congelantes o intentaron tomar arena del desierto para satisfacer su enorme sed en temperaturas extremas…
“…Los migrantes se ahogan en canales, presas, zanjas de irrigación, pantanos e incluso en el mar. Los ahogamientos ocurren en el Canal Todo Americano, en California; canales de irrigación en Arizona, y diferentes puntos del Río Bravo en Texas. Debido a la manera en que las barreras físicas en tierra han sido erigidas para prevenir la migración indocumentada, hay migrantes que cruzan la frontera por el Océano Pacífico y el Golfo de México. En todos estos lugares con agua, la muerte de los migrantes ocurre en una serie de eventos denominada la secuencia del ahogamiento: la persona entra en pánico, intenta mantenerse a flote y se sumerge aguantando la respiración.
“Tres minutos después de estar bajo el agua, la falta de oxígeno al corazón y al cerebro lleva a paros cardiacos, daños cerebrales y pérdida de la conciencia. En cuestión de seis minutos, el cerebro se muere. Los cuerpos son llevados por las corrientes, son removidos por autoridades del canal o propietarios, se descomponen a la orilla del río, o son arrastrados hasta el mar.
“En Texas a estos cadáveres se les conoce como “flotantes”.
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Pero usted no piense en esas cosas. “Póngase la verde”.
Disfrute de la vida, goce sus caprichos, póngase frivolón; cante con Joaquín Sabina, váyase a Sudáfrica. Y si tiene la sospecha de una envidiosa acusación por el irresponsable abandono del empleo, haga una encuesta justificante.
Lea las obras completas de Enrique Bermúdez y sea dichoso. Los problemas pueden esperar, total por ahora nada más han galopado nuestra pradera cinco jinetes apocalípticos. Espere usted al sexto y al séptimo. Para entonces (¡uf!) el sexenio se habrá acabado.
Mientras, le regalo estas líneas de José Cárdenas publicadas ayer en “El universal”:
“Ir o no ir al mundial es el dilema presidencial. ¿Será lo más importante? La crisis del 2009 fue devastadora; recrudeció la violencia; padecimos el brote del A/H1N1; la segunda peor sequía en 70 años; la caída en la producción petrolera. El Presidente lo dijo en Alemania. Habló de cinco jinetes del Apocalipsis. Se quedó corto. Son más. Pero lo cómico reemplaza a lo trágico. Calderón ordena preguntar al pueblo si debe o no viajar al mundial. O mejor aún, justificar su anhelo de ir a Sudáfrica. Para eso tiene estrategas en Los Pinos. ¿O que no?”