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Me escribe un politólogo de mi confianza. Vive fuera de México y de cuando en cuando viene a este país. Se fue hace un par de días y como otros muchos esta escandalizado por la legislación de Arizona. Como ya sabemos de cual ley hablamos, y los adjetivos implacables e invariables a ella impuestos de manera eterna e indeleble, no tiene caso definir más el asunto.

Pero la sorpresa de mi amigo no tiene relación con la ley misma, sino con la forma como los políticos mexicanos la utilizan para construirse una plataforma efímera y oportunista; enrollarse en el paño tricolor y perorar sentenciosos en espera del mármol donde sus ideas queden grabadas para la eternidad. .

–Estos tipos, me dice escandalizado; hablan de todo a la menor provocación y hasta sin ella.

Y yo le digo, es parte de la cultura nacional. La tradición del “pronunciamiento” aunque se despliegue y desarrolle con mala pronunciación. Como sabemos los notables mexicanos viven de manera oscilante entre el “pronunciamiento” y el “deslinde”.

Si en algo les conviene meterse, emiten sentenciosos y cariacontecidos, un pronunciamiento. Mientras más vago, rimbombante, oratorio, ditirámbico y barroco sea, mejor. No importa la estatura del declarante o del pronunciador. Y si algo no les place, entonces se deslindan huidizos.

Cosas como esta, por ejemplo, son piezas maravillosas en el catálogo:

“La criminalización de los migrantes (Porfirio Muñoz Ledo en “El universal”) va a contrapelo de los avances mundiales en este campo. Abre la vía para que las autoridades locales asuman, al margen de toda responsabilidad, competencias migratorias que por definición son nacionales. Desata un “nativismo histérico” contrario a la globalización y promueve el delito de xenofobia por la persecución fundada en identificación étnica.

“Debiéramos sumarnos por entero a la lucha de nuestros compatriotas por su dignidad. Hemos propuesto que desde la Constitución quede estipulado que la nación mexicana trasciende sus fronteras territoriales, así como la obligación de proteger a los mexicanos en el extranjero. Tendríamos que consagrar cuanto antes el derecho universal a votar en elecciones nacionales para nuestros compatriotas del exterior y a ser votados en el marco de una sexta circunscripción”.

Confieso mi lerdez pero no hallo por dónde el derecho al voto (para elecciones mexicanas, obviamente) de los paisanos radicados así sea temporalmente en Estados Unidos va a abatir la monstruosa ley por la cual ser prieto, panzón y chaparro en un delito de lesa humanidad. Nomás no le entiendo.

Pero tampoco entiendo al Presidente Felipe Calderón quien desde Alemania y junto a Ángela Merkel, nos informa cómo ha emitido una alerta con los riesgos para quienes quisieran ir a ese sitio tan nefasto y la solicitud para abstenerse de hacer viajes más allá de lo indispensable, para no sufrir vejaciones, esas sí dispensables.

“Subrayamos la necesidad de que se actúe con precaución, se omita en lo posible la realización de viajes innecesarios hacia ese estado… para que los connacionales conozcan los alcances de la legislación y eviten sufrir un trato discriminatorio y de vejación”.

Pero de esto hablan todos aquí sin darse cuenta de dónde esta la verdadera voz importante. Allá.

Felipe Calderón estará pronto en Washington con Obama para una cena a la cual fue invitado por la presión de la violencia fronteriza por causa del narcotráfico. Los asuntos migratorios no eran tema de la reunión cuando más los habrían tocado, con la vieja agenda, quizá en los postres.

Hoy se tiene una oportunidad para hablar no de la ley sino de la migración, tema al cual rehúyen todos los políticos americanos cuando no hay elecciones.

Los simplones de la aritmética dicen: el voto latino (¿habrán votado muchos italianos?) le dio el triunfo a Obama. Otros pueden decir con la misma certeza, el voto negro le dio la victoria a Obama. Y los capitalistas dirían, nuestro dinero le dio la ganancia. Y el gringo medio también se colgará el mérito.

Pero la verdad es simple: a los mexicanos y los demás sureños, siempre nos han tratado con la bota o peor.

Cuando el presidente de México quiera cambiar los temas de la cena, le dirán, bueno, bueno, pero vamos a cosas más serias, como el “Plan México”; el control militar de la frontera y las fuerzas binacionales. No perdamos el tiempo hablando en Washington. D.C, de cosas relativas a Phoenix, Arizona.

TREGUA.

De acuerdo con los ordenamientos del IFE, en los estados donde hay elecciones debe haber una supresión de la propaganda oficial.

Eso impide muchas cosas, pero permite otras. Por ejemplo: “durante la emisión radiofónica denominada “La Hora Nacional” deberá suprimirse toda alusión a propaganda de poderes públicos o de cualquier ente público. Asimismo, no podrán difundirse en dicho espacio slogans o cualquier otro tipo de referencias al gobierno federal o a algún otro gobierno, ni difundirse elementos de propaganda personalizada de servidor público alguno”.

–¿Ni siquiera cuando se habla de la Selección Nacional y el jugador número doce? Pregunto, no hago otra cosa.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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