Bill Clinton ha sido un presidente rodeado por varios esplendores. En sus períodos presidenciales los Estados Unidos lograron un éxito económico altamente considerable y hasta ahora nadie lo ha culpado del fracaso posterior con el cual se inauguró la década crítica.
Si bien el apellido Clinton no logró el establecimiento de una dinastía, como si lo hicieron los republicanos Bush, la presencia de su socia en la firma (y a pesar de todo su esposa formal) la secretaria de Estado, la señora Hillary, le da a su nombre una vigencia notable.
Por eso Clinton es una especie de asesor histórico en la etapa reciente de la vida americana. Hasta los tropiezos de George W. Bush (su lerdez tras el 11S, por ejemplo) se veían disminuidos por la oportuna intervención de este hombre en cuyo retrato se mezclan Thomas Jefferson y Hugh Hefner; un maduro “playboy” con alta calificación financiera y una infatigable capacidad para andar por el mundo echando rollos casi siempre del gusto de quien lo contrata por 100 o 150 mil dólares la hora.
Lo mismo sirve para coordinar la ayuda a Haití o consolar niños enfermos en Etiopía; elevar el tono de una campaña política o darle recetas a los mexicanos, siempre apabullados por el rescate del tiempo zedillista cuando vino en oportuno rescate de la maltrecha economía tras los errores decembrinos cuya paternidad hasta la fecha se atribuyen en mutuas acusaciones, Salinas y su malévolo sucesor a quien por cierto el propio Clinton ha erigido en símbolo de la democracia mexicana.
Su más reciente aportación ha sido hablar a trasmano sobre los proyectos de su país en relación con México: controlar el mercado de las drogas mediante el control del sendero de su consumo, el cual viene siendo, por lógica geográfica, México.
Llama la atención la facilidad con la cual Mr. Bill llega a sencillas recetas para vencer la desconfianza mexicana en el establecimiento de un programa de tutoría americana a ver si así podemos con el problema. Obviamente pasa su educada mano por el lomo del gato y nos reconoce el derecho de sabernos desconfiados y exigir el control de la intervención americana, lo cual se parece mucho a las cosas con cuya habilidad se hizo famosa la Lewinsky en la Oficina Oval.
La prensa ha informado sobre su diagnóstico de la situación del narcotráfico en México en términos no sólo imprácticos sino superficiales:
“…virtualmente es imposible, en cualquier parte del mundo, que acabemos con todos los enemigos; es algo dificilísimo de hacer. Necesitamos un plan integral que vaya más allá de la ayuda a México para que se defienda mejor”.
Lo importante no es la idea ni quien la presenta sino quién la puede aplicar. Obviamente Clinton no hablaba por sí mismo sino como vocero extraoficial del gobierno de Obama, pues en su conferencia confirmó el origen del plan. La secretaria de Estado (su socia) ya se lo propuso a Calderón y ya saben de esta iniciativa (la transformación de la iniciativa Mérida en un esquema de intervención directa como en Colombia, pero con las peculiaridades necesarias) los señores del Capitolio.
Obviamente a esa iniciativa hubo una respuesta del gobierno mexicano a través del secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont pero fue nada más para meter el dedo en el atole del nacionalismo. La verdadera respuesta la conoceremos cuando pasen las cosas, especialmente después de la cena de Obama y Calderón el próximo mes, donde México será llamado a cuentas.
No importa la engañifa organizada de las fotografías y los abrazos y las condenas a la Ley Arizona, cuya vida –por cierto— será efímera, sino lo oculto en la presión. Los medios dirán nada más lo posible y lo autorizado. Los resultados se mantendrán como siempre en secreto y poco a poco veremos el viraje de nuestro barco hacia donde los americanos quieran.
México, ha dicho Clinton, tiene un “feroz sentido de independencia”, por lo que un plan de trabajo conjunto para acabar con la inseguridad debe ser creado por los mexicanos. Dijo que nadie debe pensar que Estados Unidos interviene en asuntos internos del país o que quiere determinar su futuro.
Eso nos dice cuánto ha aprendido Mr. Bill. ¿De cuando a acá México tiene un feroz sentido de independencia” si todos sus funcionarios se educan (o dicen) en universidades gringas?
El “Plan México” –dijo– debe ser diferente al Plan Colombia, donde las Fuerzas Armadas de Estados Unidos intervinieron directamente “y, por cierto, con éxito” (digo nomás para medirle el agua al camote).
Pues aquí intervendrán, como ya lo hace la DEA y medio mundo más, indirectamente, pero se van a meter. De eso no debe quedarnos ni un asomo de duda.
SINALOA
Ahora es Parametría la empresa de mediciones sociales quien le otorga avances a Jesús Vizcarra en Sinaloa por encima del senador con licencia Mario López Valdés, por cierto patrocinador del “Travieso” Arce (llevaba el logo de “Malova” en los calzoncillos) quien perdió la noche del sábado por nocaut técnico frente al armenio «Toro Salvaje» Darchinyan, en el pleito por los títulos mundiales supermosca del CMB-AMB-FIB en el Honda Center de Anaheim.