Hace ya varios años, muchos, quizá y de ello es testigo (si la memoria no falla), mi compañero Leopoldo Mendivil, durante un desayuno de tres o cuatro en el Club France, le dije a Cuauhtémoc Cárdenas; ingeniero usted es un hombre de prestigio familiar y yo diría hasta histórico, ¿qué hace con esos impresentables cuyo ocio y ambición han cooptado al PRD?
–Pues con ellos debo hacer política, si no me tendría que ir”.
Y se fue.
Se fue como se han ido todos quienes construyeron una opción policía y organizaron un partido de izquierda cuya conformación –iniciada por prestigiados mexicanos como Muñoz Ledo, o la maestra Ifigenia o Heberto Castillo y muchos más–, hoy es un hato de rufianes superados nada más por sus similares de Morena, quienes no son sino coyotes de la misma loma, como hubiera dicho un ex presidente del El Salvador.
Su desvanecimiento ha sido tal como el de esas parejas con problemas cuya conversación gira siempre en torno de cómo les irá la vida cuando se separen. El futuro no es una opción de crecimiento; se mira siempre como un funeral.
Hoy, uno de sus más recientes inventos, el ex candidato Juan Zepeda, quien a partir de una aparentemente exitosa campaña (una campaña en la cual no se gana no puede ser exitosa), se ha convertido en la carta más presentable de ese partido, dice con una enorme dosis de sabiduría o de puerilidad:
“Hoy el reto del PRD es renovarse o morir. El PRD hoy más que nunca es un partido que el pañis necesita; es el partido que sin lugar a dudas hoy representa a la izquierda”.
Pues a mi el señor Zepeda, con todo y su banda de rock, me parece fuera de foco. Habla por hablar sin darse cuenta del significado de sus palabras.
¿Cómo si un partido representa a la izquierda necesita renovación? Si tan alta encomienda histórica, representar a la izquierda estuviera tan cumplida como “hoy por hoy” asegura este caballero, no necesitaría nada, excepto llevar a la izquierda al sueño de toda la vida: un triunfo electoral no logrado ni por Cuauhtémoc, ni por Andrés Manuel.
Por otra parte la disyuntiva, renovarse o morir, me parece como aquella historia de un torero promisorio, cuya personalidad no le daba para encumbrarse al sitio de primera figura o de “mandón” en la fiesta, y tuvo una enorme oportunidad; mano a mano con el más grande de su época. Si resultaba airoso en la confrontación, si le pegaba un “jabón” al veterano amo de fiesta, se encumbraría para siempre.
–Ahora o nunca, le gritó un porrista de sol. Ahora o nunca, le repetía cada vez y cuando se abría de capa o manejaba la roja muleta.
Y así se fue la corrida. El aspirante a emperador no pudo. El veterano hizo dos faenas magistrales y una muy decorosa. Él, en cambio, malogró sus obras con la espada y se puso nervioso sin remedio. Falló. El otro abrió la puerta, salió en hombros de los entusiastas (pagados por él m ismo, obviamente) y al final el mismo afónico porrista, le gritó al frustrado aspirante:
–¡Pos ya nunca!, pendejo…
Y yo diría lo mismo. Es imposible “renovar” un partido en los pocos me4s4es restantes oara la elecci´pon ridencial y muchoi menos por la falta de cuadrfos y de simpatizantes. La izquiertda perredista se ha desdibujando y hoy no tiene a nadie capaz de arrastrar seguidores y aumentar los votos.
–¿Quién los va a renovar? ¿Silvano? Con sus aires de faraón y su actitud de priista? ¿Graco, metido hasta el cuello en los malos manejos de una administración fracasada, con una corte como de Lady Macbeth en Cuernavaca, incapaz hasta de ganarle un pleito a un futbolista?
Parece mentira pero el perredista más destacado no es del PRD; Miguel Ángel Mancera quien, no obstante tiene problemas por aquí y por allá, pero ha resuelto el principal de ellos, ese por el cual sufría insomnio en el principio de su gobierno: controlar al partido desde afuera. Y lo hizo tanto como para colocar, no se sabe si para bien o para mal, a Alejandra Barrales quien se quiere casar.
No en el Registro Civil claro, sino en el maridaje de una imposible alianza salvavidas para llevara a la presidencia a Ricardo Anaya, del Partido Acción Nacional.
Así pues la distintiva no se logra por una de las opciones. Rn ovarse o morir. Pues será más fácil el deceso.
CAMPA
Muy sonriente está Luis Castro, presidente del PANAL, en la fotografía con Enrique Ochoa, presidente del PRI, ahora cuando cualquier cosa puede acabar en una alianza.
Sólo tiene dos cosas en común estos señores: la certeza de no ganar nada aisladamente, y la común enemistad de Andrés Manuel quien ha firmado pactos políticos con la Coordinadora (CNTE) en contra de los intereses del sindicato magisterial, base de la fuerza del Partido turquesa.
¿Aliarse, no aliarse? No lo sabe ninguno de los dos, ¿Han firmado esponsales? No, de ninguna manera, como el Verde tampoco ha firmado el divorcio. Vivimos en la etapa de la reflexión especulativa.