Sin ninguna apariencia de mareo por las insistentes vueltas en los carruseles radiofónicos en cuyos programas informativos y propagandísticos –sin contar las múltiples entrevistas para la prensa y la variedad de foros donde se presenta para explicar y reitera las bondades del nuevo modelo y la reforma educativos o lo útil de hablar en inglés, Aurelio Nuño, el secretario de Educación Pública, parece recibir un segundo y decidido impulso para lanzarse como candidato a  la presidencia de la República.

En el lenguaje de los viejos tiempos se le reconocería su condición de “tapado”, aun cuando, si la tiene, su capucha está con tantos agujeros como la camisa de un mendigo.

Pero Nuño tiene varios defectos en su haber. Y si no son tales, son al menos obstáculos. Uno de ellos es su lejanía con las bases del Partido Revolucionario Institucional; su nula militancia, su desconocimiento de la operación desde abajo. En el mejor de los casos es un hombre ubicado en la cúpula de Los Pinos desde donde ha hecho todo de la mano de su amigo y jefe, el actual presidente Don Enrique Peña Nieto.

Dicho de otro,  modo, sería el candidato del Presidente; no del partido. Y eso, en los tiempos actuales ya no es un contrasentido. Hoy el Presidente no tiene la fuerza absoluta, ni dentro ni fuera del PRI para prolongar las imposiciones y las decisiones como lo pudo hacer en el caso de Alfredo del Mazo, con altos costos hacia el futuro, por cierto.

Las actuales condiciones política nacionales, más que nunca antes, obligan al Ejecutivo a ser “el fiel de la balanza”, como dijo Pepe López Portillo, y no el hombre cuyo dedo inclina la balanza y luego canta el resultado en el balanceo premeditado de los platillos.

Aurelio Nuño, por decirlo así, es un  desconocido en los corredores de la política priista. Tal como le sucedió en su momento a Enrique Ochoa, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional.

Y posiblemente los movimientos internos no sean sino la expresión de grupos en busca de acomodo, pero sin  piedras en la corriente del río y no se escucharía ruido ninguno, si el arroyo no llevara el agua de muchas inconformidades.

En el PRI de hoy se mezclan dos ingredientes peligrosos para cualquier institución: las ambiciones y los rencores, la sensación de ingratitud hacia los de abajo, hacia quienes sostienen la maquinaria, hacia los sembradores del voto duro, cuya blandengue circunstancia ya se vio cuando, los arrastraron en las elecciones intermedias y les quitaron, entre otros, el importante estadio de Veracruz para dejarlos en condiciones de anemia perniciosa.

Y falta resolver el caso de Coahuila, con toda su dosis de desprestigio en caso de una repetición  de los comicios y una derrota clara. Sería muy mal presagio. Además de perdedores, tramposos sin botín.

En esas condiciones Nuño enfrenta dos posibilidades: una futura asamblea hostil  en la cual se impongan los candados cuya exigencia de cargos de elección  popular en el currículo lo dejaría fuera, así se tratara de una intentona de imposición  presidencial o la simple militancia de diez años mínimamente, lo cual, vendría a ser junto con pegado, no importa si nos exhibe una credencial con el número cero, cero, uno y nos quiere convencer cómo militó en el PRI antes de Luis L. León.

Y además debe enfrentar desde una secretaría donde algunos de sus directores (no de escuela) mantienen pleito por falta de pago a sus trabajadores, ataques como este (Proceso).- “Aurelio Nuño, secretario de Educación y aspirante a la Presidencia de la República, recibió un elegante varapalo en un acto académico organizado para su lucimiento.

Durante la apertura del LVIII año académico de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), en la Ciudad de México, el cercano colaborador del presidente Enrique Peña Nieto fue reprendido por dos investigadoras, quienes minutos antes habían recibido sus becas de excelencia.

“Después de que el funcionario priista diera un discurso en el que defendió la reforma educativa y justo cuando saludaba a todos los académicos premiados, la doctora en antropología Natalia Radetich le espetó: “Señor Nuño, yo no estoy de acuerdo con la reforma que usted defiende. No soluciona nada. No asuma que hay consenso cuando no lo hay. No está bien”.

“El máximo responsable de la educación en el país –el único con grado de maestría en un presídium de doctores– la miró asombrado, guardó silencio y se acercó a la siguiente premiada. Y todo empeoró.

“La doctora en arqueología Lidia Iris Rodríguez ni siquiera aceptó saludarlo. Primero, Nuño le extendió la mano, pero la investigadora le dijo que no con la cabeza”.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

2 thoughts on “El nuevo impulso a Nuño”

Deja una respuesta