No es la primera ni seguramente la última llamada de auxilio institucional, pues no se avizora en el horizonte solución a tan grande quebranto, ni se advierten reales deseos de cambiar las cosas y sacar al Ejército Nacional y en general a las Fuerzas Armadas, de este atolladero propiciado por la ineptitud, el desgano y la corrupción de los civiles, quienes han dejado al país en manos de fuerzas policiacas mezcladas con la delincuencia organizada, el narcotráfico y el delito mayor y han delegado, subrogado, la seguridad interna de la República en las manos del Ejército, el cual ya se ha quemado con las brasas de una disfunción y un panorama extendido de incomprensión por parte, no de los ciudadanos, pero sí de los profesionales del incordio cuya labor ha sido minarlo, desprestigiarlo, atacarlo por ser como es.
Fuerzas armadas a las cuales se quiere echar a la arena de los gladiadores con espadas de palo y chisguetes políticamente correctos mientras los narcotraficantes asesinan, derriban helicópteros, matan, emboscan y lastiman a militares y civiles. Cientos de miles de muertos los cuales no son responsabilidad del Ejército.
Hoy esta columna le pide ideas a un genio militar a ver si él nos deja un poco de luz en esta confusión de hipócritas y murmuradores. Gracias, Emperador. Dice Napoleón (“Máximas de guerra”. Verdehalago.2005):
“Los soldados casi siempre ignoran las decisiones de su general y no pueden ser responsables de su conducta; si él ordena poner las armas, ellos deben hacerlo a menos que se falte a los principios de la disciplina. Él es más necesario que un ejército de miles de hombres.”
Obviamente el párrafo anterior se refiere a las firmes y al mismo tiempo desesperadas (¿desesperanzadas?) palabras del secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, cuyas manos se alzaron simultáneamente para requerir el regreso a la barraca y el cuartel; a las habilidades de la vida castrense, al mundo propio, a ese para el cual se han preparado por la defensa del país. El secretario de Marina, como veremos, había dicho, lo mismo hace menos de un mes, afectado por los mismos dolores.
Y ya son muchos los llamados en el mismo sentido, desde hace tiempo.
Pero algo distinto se dijo en esta ocasión.
Algo cuyo contenido real lleva a cualquiera a recordar estas palabras del Gran Corso:
“Es posible detenerse cuando se asciende, jamás cuando se desciende.»
El general secretario de la Defensa ha dicho algo pavoroso en términos de la moral castrense y la disciplina (savia de la vida militar): ya hay quienes prefieren ser juzgados por desobediencia en lugar de participar en comandos contra el crimen organizado.
Y eso por la incomprensión, por la forma como se ha manipulado a la opinión pública y por la desnaturalizada función a la cual han sometido a los militares quienes deben emplear métodos de “boy scouts” frente a agresiones y misiones de muy violenta condición.
Nadie les puede exigir la lectura del manual de Carreño (ese colombiano cursi tan de moda en el siglo pasado) cuando el condicionamiento natural del soldado es devolver el fuego con el fuego, obviamente con la superioridad de su equipo, experiencia, conocimiento, entregamiento y frialdad.
A esa capacidad profesional los zapadores del prestigio militar le llaman “índice de letalidad” y en lugar de comprenderlo como una prueba de eficacia, lo presentan como una demostración de abuso contra los derechos humanos.
Los defensores del idílico mundo de lo políticamente correcto, les piden procedimientos de disuasión; presencia de advertencias, sin darse cuenta de cómo “la guerra, igual, que el gobierno; es un asunto de tacto” (y también lo ha dicho Napoleón).
Marco jurídico, piden los uniformados. Marco jurídico. Pero ese ya existe.
Ya está escrito, hace mucho tiempo el artículo 129 de la Constitución de la República.
“En tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar. Solamente habrá Comandancias Militares fijas y permanentes en los castillos, fortalezas y almacenes que dependan inmediatamente del Gobierno de la Unión; o en los campamentos, cuarteles o depósitos que, fuera de las poblaciones, estableciere para la estación de las tropas”.
Ese es su marco jurídico, el cual los confina fuera del “casus belli” a efectuar única y nada más sus tareas propias, su mundo verde olivo.
El problema no es carecer de un marco, el problema es haber sido obligados, hace ya una década ( la herencia del pésimo abogado Felipe Calderón), a actuar fuera de ese entorno sin proporcionarles otro encuadre ordenado, consensuado, admitido, para realizar una labor (temporal, se dijo) para la cual ni saben ni quieren.
Pero no son nada más los soldados quienes sufren las indefiniciones generadas por el naufragio de la política y la ineptitud crónica para organizar en este país una policía confiable, alejada de la tradición de complicidad descrita por Manuel Payno en “Los bandidos de Río Frío” Veamos:
“(EoL) El secretario de la Marina Armada, Vidal Francisco Soberón, llamó (15 de noviembre) a las cámaras legislativas a construir el marco legal que dé certidumbre a las labores de seguridad pública y combate al narcotráfico que desempeñan las fuerzas armadas del país.
“Al participar en el Senado en la inauguración de la exposición “23 de noviembre, Día de la Armada de México”, el titular de la Marina, señaló que es necesario construir la normativa en cuestión.
“Quiero aprovechar mi participación para reconocer el respaldo de quienes se han solidarizado a favor de crear un marco jurídico que nos dé certeza legal a quienes integramos el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada de México.
“Por ello, me atrevo a solicitar de manera respetuosa el consenso general que sienten las bases para brindar a las fuerzas armadas mexicanas un marco jurídico acorde a la realidad de nuestros tiempos. México requiere de nuestra unión y de una participación decidida”, dijo Soberón Sanz.
“Ante el presidente de la Cámara de Senadores, Pablo Escudero, el almirante Soberón Sanz indicó que mientras el marco normativo para las labores de las fuerzas armadas en materia de seguridad está concluido, los militares continuarán su función en esta materia.
“Continuaremos trabajando con firmeza y determinación para garantizar su bienestar, siempre apegados a los más altos conceptos de honor, deber, lealtad y patriotismo, así como un profundo respeto por los derechos humanos”, señaló el almirante.
Por su parte, Pablo Escudero, presidente del Senado, indicó que el poder legislativo está consciente de la responsabilidad y el gran pendiente que tiene para concretar la Ley de Seguridad Nacional que regule la función del Ejército y la Marina en seguridad pública”.
TOVAR
Inteligente, suave de maneras, ágil en el humor y la amistad, Rafael Tovar y de Teresa ha sido un hombre central en la vinculación entre la cultura y la administración pública.
Su legado, en el campo diplomático, como en el de la creación de instituciones culturales y opciones de fomento creativo, está a la vista, su obra personal, también.
Y a la vista quedan (para el record) las idioteces de quienes mediante las redes sociales adelantaron (cosa zopilotera) la noticia de su muerte y hasta las falsas condolencias del caso.
AGRADECIMIENTO
Esta columna le agradece al Grupo Editorial Liberal Metropolitano, en su tercer aniversario, y a su presidente Antonio Grez Grez, la distinción conferida el pasado viernes, consistente en el galardón “Cúspide”.
Si bien obligaciones previamente contraídas me impidieron acudir a recibirlo, lo agradezco públicamente. Gracias también a la Asociación Nacional de Locutores de México por su intervención.