Los “puentes” pueden ser oportunidades para revisar materiales atrasados.
Con curiosidad repaso el libro “Margarita, mi historia” un esbozo autobiográfico de Margarita Zavala, quien desde hace años dejó los cargos públicos para dedicarse a la silenciosa labor de compañera y consejera del Presidente de la República y a la más cuidadosa tarea de preparar una candidatura presidencial propia, al menos nominalmente suya.
El Partido Acción Nacional; en su primera incursión en la presidencia de la República, instituyó informalmente una figura hasta entonces desconocida: la pareja presidencial.
Marta Sahagún comenzó el sexenio como eficiente Directora de Comunicación Social de su esposo, el presidente y poco a poco amplió su influencia (iniciada desde el gobierno de Guanajuato) hasta lograr estado conyugal y una inmensa dosis de poder cuya cuantía algunos tradicionalistas atribuyeron al toloache. Otros al Prozac.
Tanta fuerza como para intentar una repetición familiar (esta columna lo ha llamado la “reelección por vía conyugal”) en la prolongación familiar del mandato constitucional en manos entonces de su marido, el ocurrente parlanchín abajeño.
Esa intentona se vino abajo por la excesiva ostentación de la señora. Su frecuencia en los medios, su descaro, su falta de pudor republicano, fueron elementos suficientes para dictar la conducta de su sucesora, la señora Zavala de Calderón, quien se mantuvo en límites de discreción absoluta. Si no por convicción; sí por conveniencia. A regañadientes.
La asumida sencillez, si se permite la digresión, ya había sido aplicada de manera más genuina, en la familia De la Madrid. Tras los escándalos filarmónico emocionales de la señora Romano, distante de su marido desde el inicio del sexenio y practicante del sabotaje rencoroso contra Don Pepe, la señora Cordero fue una presencia discretísima. Pocas apariciones públicas y siempre en tono menor.
Y la señora Zavala lo repitió, con éxito, acentuando su parquedad hasta en el vestuario simple, con un eterno rebozo, calzado de piso y en ocasiones mínimos tacones, quizá para no resaltar su estatura junto a la de su esposo, Don Felipe, entre cuyas habilidades jamás habría estado jugar al basquetbol.
El relato publicado hace unos días, cuya construcción gramatical es tan simple como un rostro sin maquillaje o una señora si peinado, no parece haber necesitado el auxilio de un profesional. Correcto, sin alardes de estilo, o mejor dicho sin estilo, el libro quiere servir a un solo propósito, mostrar una persona propietaria de sus convicciones y de sus métodos y sus ambiciones.
Es un intento público de reafirmación personal, con lo cual se pretende echar abajo la idea (para quien la tenga) de su condición de pieza (mayor o menor) en el tablero del ajedrez calderonista, en este intento de candidatura presidencial autónoma. Obviamente, nadie con dos dedos de frente se lo puede creer.
–“Aunque siempre conté con el apoyo y la confianza de Felipe, su “staff” me hizo la vida algo difícil: se pronunciaron porque mi papel, fuera casi testimonial, llegaron a pedirme que me abstuviera de asistir a los eventos del Presidente salvo cuando se me indicara lo contrario…” dice en la página 115.
Pero en la 171 se encuentra quizá el cogollo de esta decisión presente:
–“En algunos días oscuros Felipe me confiaba, doy órdenes que no se cumplen, directrices que no se siguen. A veces me siento como en una pesadilla en donde (en la cual) quieres correr y no puedes mover las piernas…”
Obviamente ante tal confidencia debe plantearse una respuesta, un comentario, un consejo, un simple “pues yo creo…” y eso permite, de alguna manera, compartir el espacio del poder.
Si antes se dio de presidente (Fox) a esposa, no habría razón para no repetir el esquema, pero con una diferencia, Felipe Calderón es un “animal político” notable. Experto en todas las artes de la sobrevivencia y el remo contra la corriente, Calderón no podría resignarse a un papel de espectador de la vida presidencial de su esposa, ni remontaría su propia y orgullosa condición ni mucho menos satisfacerla viendo a su esposa sentada en su antiguo escritorio.
Para bien o para mal, Calderón no nació para ser el número dos. Muchos han padecido su ansia de crecimiento; Castillo Peraza entre otros.
Nunca podría Felipe escribir un libro memorioso con el equivalente a este texto:
–“Al día siguiente, el día 2 de diciembre, nos levantamos. Por supuesto que había comida y no precisamente los cereales que había comprado para ese día. Mis hijos se disponían a desayunar. Habían pedido cosas distintas. Les dije que era por ser el primer día (en Los Pinos) pero que en adelante se iban a comer lo que había que no era restaurante.”
“Quiero ser presidenta de México”. Con esa simple frase termina Margarita Zavala “su historia”. Hasta ahora.