Después de tirones y condicionamiento por parte de los padres de los estudiante desaparecidos en Iguala (nunca se habla de las madres, ¿por qué?), la Comisión de la Medalla Belisario Domínguez en el Senado de la República decidió, tras varios intento elusivos, hasta el de Armando Manzanero, otorgarle post mortem la presea a Gonzalo Rivas.
De Rivas sabemos la breve historia de su vida y el mérito de su muerte.
El doce de diciembre de 2012, durante una manifestación y bloqueo carretero, los estudiantes de Ayotzinapa, según ha declarado el encargado de la gasolinería “Eva II”; Alejandro Montealegre, dos de los manifestantes, rociaron con gasolina las bombas y les arrojaron cerillos encendidos.
Los agitadores habían ido primero a una estación de despacho vecina para robar gasolina y fabricar cocteles molotov. Cuando no lo pudieron hacer, fueron a la otra, extrajeron algunos litros en bidones, y en venganza atacaron el servicio donde les fue negado inicialmente el combustible. Ellos lo niegan.
Gonzalo Rivas cerró las válvulas de emergencia y acudió con un extinguidor a sofocar las llamas superficiales de uno de los aparatos, pero el recipiente de la extracción, dejado ahí por los asaltantes, estalló cuando él se acercaba, Agonizó durante 20 días en el Hospital de Lomas Verdes
Los manifestantes y sus abogados, obviamente, han negado siempre ser los autores del intento pirómano y en la recurrencia de sus argumentos, denuncian como autores a policías locales o federales, quienes en la zacapela –además–, mataron a dos de los manifestantes.
El hecho logra varias interpretaciones. La más evidente y cierta es la comisión frecuente de delitos de vario orden por parte de los manifestantes quienes roban las casetas de cobro de la carretera, cierran los caminos, dañan la propiedad pública o privada (en una de las marchas destruyeron las ambulancias de Caminos y Puentes) y en el extremo pueden causar actos terroristas como hubiera sido la explosión de la gasolinería ya dicha, con un saldo incalculable de víctimas.
Pero eso no ocurrió, ni siquiera en perjuicio de ellos quienes habrían fallecido si la explosión se hubiera dado, lo cual se evitó por la intervención heroica de Gonzalo Rivas.
–¿Eso lo hace merecedor de la presea?
Sí. Obviamente y sobre todo porque Belisario Domínguez también dio su vida por una causa común. En el caso del senador Chiapaneco por la osadía de denunciar en tiempos del cuartelazo la espuria y ruin condición de Victoriano Huerta. En este caso por intervenir para evitar daños a otros, a quienes ni siquiera conocía. Un acto de desprendimiento alejado de cualquier egoísmo, como bien probó el promotor de esta distinción, Luis González de Alba.
Esta concesión post mortem regresa la presea a un plano del cual jamás debió allejarse. No se trata de otorgársela únicamente a los héroes cuya vida se ofrece por la seguridad de otros; pero sí de repensar cuál es el mérito real en la vida social.
Recientemente, sobre todo en la entrega anterior, la Belisario le fue entregada a un hombre de notable éxito económico. Un empresario cuyos méritos en ese campo, como la promoción de centros educativos, no están a discusión; pero no es el éxito de la fortuna el único al cual se debe voltear a ver en cuanto a los reconocimientos cívicos se refiere.
El asunto aquí es simple ahora, pero fue complejo y por eso se demoró tanto esta distinción: por la renuencia de quienes se sienten desprotegidos del manto mártir con el cual se han querido cubrir: los “ayotzinapos profesionales”.
Al premiar a quien sofoca un incendio se debe mirar también a quien lo provocó y sigue impune. Los incendiarios de Ayotzinapa no han sido castigados. No se sabe del avance de ninguna investigación en ese sentido. No ya GIEI para esto. La única pesquisa fue en torno de los manifestantes muertos por balas policiacas en la dispersión de la marcha. Fueron a un tiempo víctimas y saboteadores.
La presión de los profesionales del “victimismo” ha impedido toda acción en ese sentido. La presea a Gonzalo Rivas es un recordatorio, además, de la impunidad de los movimientos sociales, cooptados por la inercia desestabilizadora y las intenciones políticas. Y sobre todo, nos recuerda los extremos de la “lucha social”.
Hoy vale la pena poner las cosas en su sitio. No se trata nada más de alegar contra la “criminalización” de los estudiantes (no, solo de quienes cometieron actos criminales, en verdad) sino de ubicar los análisis de este fenómeno de las normales rurales y su permanente beligerancia en un terreno de objetividad.
Si la causa de la causa es causa de lo causado, a Gonzalo Rivas lo mataron los manifestantes de Ayotzinapa. ¿Cuáles de todos? Quienes le prendieron fuego a la gasolinería: Sus compañeros lo saben. Todos lo saben y todos lo callan.
–¿Se lo habrán platicado a James Cavallaro, el presidente de la CIDH mientras le colgaban su collar de flores, como si fuera a un baile hawaiano?
Claro que los daños y afectaciones que causa estas manifestacionea con la bandera de lo ocurrido a los estudiantes de Ayotzinapa o bajo cualquier bandera son muy grandes y ahora en vidas humanas de gente que ni la debia…hay muchos heroes anonimos ya muertos y en vida que han soportado el silencio de la politica, los reales afectados de Ayotzinapa y la Justicia. El gobierno de la CDMX otro ejemplo por permitir que se organizen plantones y marchas (con vandalismo casi en todos los casos) y afecten a la vialidad de la ciudad mas caotica del mundo… Y los afectados economicamente, golpeados etc. … Quien los protege.??