Al principio, la noche del martes parecía una de esas bromas tan frecuentes en la internet: Donald Trump vendría a México. Casi como cuando los aficionados al futbol se escandalizaron por la imaginaria contratación de Langdon Donovan en el futbol mexicano.
Pero anoche ya no parecía una broma. Parecía una burla.
Los dogmas de la campaña antiinmigrante y antimexicana se repitieron en Arizona con la puntualidad de un cronómetro. Trump no cede, ni va a ceder. Dejaría de ser y quien es y siendo así ha llegado a donde está: una deteriorada campaña cuya flotación necesitaba la visita a México. De cualquier forma, de nada le va a servir.
Trump extendió su campaña a México, el país al cual ha cubierto de insultos y denuestos. La nación de donde provienen los males, los ladrones, los asesinos, los violadores, los traficantes. Aquí vino a hacer campaña, nada más.
A pesar de ese aprovechamiento suyo, en un ánimo de buena voluntad y mejor fe (ambas inmerecidas), el presidente de México extendió una invitación a ambos candidatos, la Demócrata Hillary Clinton y el Republicano (aunque nos pese) Donald Trump. La señora Clinton no aceptó, al menos no de inmediato y externó en cambio su extrañeza por cómo se le abren las puertas a quien hace del insulto antimexicano una doctrina. Ánimo de diálogo, búsqueda de caminos. Pérdida de tiempo dirán otros. Yo entre ellos.
Hablar con Trump es desperdiciar la hora y el minuto. No hay nada por decir con un hombre cuya cerrazón racista y xenófoba es impermeable a otras ideas, si así se pueden llamar sus obsesiones. Diálogo sin sentido, sin interlocutor. Más fácil lograr la comprensión del muro del tabique, del ladrillo. Trump no está sordo; es arrogante y terco.
–“Pero qué necesidad…” habría dicho Juan Gabriel.
Pero el Presidente lo explica así. Quien sabe si el grado de los agravios permita explicaciones o haga nugatorio el recurso. Dialogar es intercambiar; no escuchar otras palabras.
Pero Peña Nieto lo explica así:
“… Mi prioridad como Presidente de México y la de mi Gobierno es proteger a los mexicanos donde quiera que se encuentren. Esa es mi responsabilidad y la seguiré cumpliendo con total entrega.
“La comunidad de origen mexicano en los Estados Unidos contribuye todos los días con su trabajo, talento y creatividad a la prosperidad y desarrollo de Estados Unidos y de México.
“Los mexicanos en Estados Unidos son gente honesta y trabajadora, son personas de bien, que respetan a la familia, que respetan la vida en comunidad y que respetan la ley.
“Como tal, los mexicanos merecen el respeto de todos.
“Sigamos trabajando para solidificar la relación entre México y Estados Unidos, con base en el respeto mutuo, la confianza y la atención conjunta de los desafíos que nos son comunes”.
Después el Presidente haría saber su negativa a financiar el muro fronterizo, el imposible e inadmisible muro fronterizo con el cual Trump pretende dividir América del Norte. Y luego defendería la vigencia del TLC, con argumentos sin importancia para Trump.
“…En materia de comercio, compartí con el señor Trump mi convicción de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte le ha hecho mucho bien, tanto a Estados Unidos como a México.
“Las exportaciones de Estados Unidos hacia México son cercanas a los 200 mil millones de dólares al año, y de acuerdo con la Cámara de Comercio de Estados Unidos, más de seis millones de empleos estadounidenses dependen de las exportaciones a México.
“Nuestro país le compra más a Estados Unidos que a Alemania, España, Francia, Italia, Japón y Reino Unido juntos.
“Muchos empleos en la industria manufacturera de Estados Unidos no se desplazaron a otras regiones del mundo, precisamente porque juntos hemos desarrollado una competitiva plataforma manufacturera en la región de América del Norte.
“En promedio, 40 por ciento del contenido en las exportaciones mexicanas está hecho en Estados Unidos.
“Como socios debemos trabajar unidos para evitar que las fuentes de empleo se vayan de nuestra región”.
Todos esos son argumentos sensatos, propios de una relación civilizada. Pero ni uno sólo de ellos moverá la línea de Trump. Y lo peor, ni uno sólo de ellos podrá justificar en muchos mexicanos la sensación indignada de haber recibido a un hombre al cual todos consideramos no grato para México.
Por su parte Trump se montó en el macho y desafiante dijo:
–“Tener una frontera segura es un derecho soberano y es mutuamente benéfico.
“Reconocemos y respetamos (¿quimo sabi?) el derecho de cualquiera de los dos países de construir una barrera física o un muro en cualquiera de sus fronteras para detener el movimiento ilegal de personas, drogas y armas.
“La cooperación para lograr este objetivo compartido, y será un objetivo compartido para la seguridad de todos los ciudadanos, es primordial, tanto para Estados Unidos como para México (¿?).
Lo dicho, hablar con Trump es perder el tiempo, así pudiera (lo dudo) llegar a la Presidencia en Washington.